ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 24 de julio de 2014                 
                                
 
Los ojos del puente
 
Triana habla. Habla en sus coplas, como en "La rosa del Altozano", el poema de Rafael de León que Luisa Ortega cantó con música de su marido, Arturo Pavón. Y Triana mira. Mira con los ojos del puente. Triana es una dama que sabe que tiene unos bellos ojos, los de su puente. Por eso presume de puente. Y de ojos. El río pasa y el puente permanece: presocráticos marineando por el palo de la cucaña. El puente de Triana y el río Guadalquivir son la metáfora perfecta del paso del tiempo por la ciudad. Nosotros somos el río que pasa y Triana o Sevilla, o las dos, el puente que permanece.

-- Filosófico estás, Sancho...

Es que aún no he ido al Arco del Postigo a por los calentitos de Ängela, que por cierto son los mejores que se fríen en Triana, ya que se ha demostrado que hay una Triana a este lado del río: el Arenal. El Arenal es como una Triana que hubiera pasado el puente y que de vez en cuando le devuelve al Arrabal, y a hombros, sus toreros en triunfo. Así hace ahora años le devolvió a Triana un Juan Belmonte que acababa de debutar con caballos en el Arenal. Así le devolvió a Emilio Muñoz...después de haberlo hecho suyo Sevilla, extasiada ante su mano izquierda. Otra contradicción de Sevilla: los toreros de Sevilla que mejor torean con la izquierda son los de la margen derecha del río, los de Triana, y me acuerdo ahora también de Curro Puya.

¿Por dónde íbamos, que con el estómago ajilao y sin desayunar calentitos se nos ha ido la Santa Ana al cielo que perdimos con la puñalá que Pulido le pegó a Triana en forma de Torre Pelli. ¿No hacen Trianeros del Año en la Velá? Pues en la Velá le debían dar la Catea Trianera del Año a Pulido, por haber perpetrado la Torre Pelli. Que si le hace daño a Sevilla, a Triana es que no te quiero ni contar.

¿Por dónde íbamos? Ah, sí por los ojos del puente, con los que Triana mira el paso del tiempo. Triana es dama que sabe que tiene unos hermosos ojos en su puente. Lo que no habrán visto esos ojos del puente... Vieron a la Reina Isabel II pasar para inaugurarlo. Y si no pasó de verdad, pasó en las coplas, más veraces, por líricas, que la realidad. Los niños, los locos, los borrachos y las coplas dicen siempre la verdad: "Por el Puente Triana/pasa la Reina,/no llevaba corona,/tan sólo peina./Pero llevaba/un mantón de Manila/que le arrastraba". Y por el puente pasan cada luna de primavera otras Reinas, que por mantón de Manila llevan un manto de terciopelo de Lión bordado en oro. Pasa la Reina de la Calle Larga, la Morena del ancla de Esperanza. Pasa una regia Señorita del Patrocinio. Pasa la Reina de la Mañana, La que es su Estrella. Pasa La O, que Triana, el Viernes por la tarde, se escribe con O. Ojo por ojo: los hermosos ojos de las Vírgenes de Triana sobre los grandes ojos del puente...

Pero hubo un tiempo en que Triana estuvo a punto de quedarse ciega, sin ojos en su puente. Aquello se movía más de la cuenta cuando iban o venían los pasos de palio o los autobuses del Tardón. Se comprobó que el puente estaba en ruina y a pique de un repique. De "acolapsarse", como dicen los ingenieros y arquitectos con Lenguaje Lopera cuando un edificio o una obra pública, ¡cataclás!, se derrumban de golpe. Y fue entonces cuando quisieron desmontar el puente de Triana y hacer uno nuevo. Tal como suena. Quisieron cargarse el puente como los palacios de la Plaza del Duque. Menos mal que al ingeniero de Obras Públicas don Manuel Ríos Pérez se le ocurrió defender el puente y decir que con sustituir el tablero, y que no cargara sobre los ojos ni sobre los arcos, bastaba. Y así fue. Los ojos del puente son ahora puro ornamento. El tablero nuevo de Ríos, como el de cualquier puente, es el que trabaja sin apeos, de orilla a orilla, como la letra de una sevillana. Los ojos del puente lloraron de emoción cuando supieron que Ríos los salvaba. El ingeniero-oculista Ríos le hizo el favor del siglo al río, al puente y a Triana, salvando sus ojos. Espero que la ciudad desmemoriada se lo reconozca públicamente un siglo de éstos.

 

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