ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 17 de septiembre de 2014                 
                                
 
Daos la paz, pero poquito
 
Si no fuera porque iba a caer en lo mismo que él censura y le iba sentar como una patada en la mitra, yo pediría un aplauso para el obispo de Córdoba, don Demetrio Fernández. Y no quiero porque una de las cosas que más me sacan de quicio son los aplausos extemporáneos. Por ejemplo, esa costumbre de aplaudir a los muertos en los entierros. No digo ya a los servidores de la Patria que dieron su vida por España, que tiene una cierta justificación de homenaje póstumo. Hablo de los aplausos a los ataúdes de los que se hartaron de escucharlos en vida. Los aplausos en los entierros de los cantantes, los toreros o los artistas de cine o teatro. ¿Y los aplausos a los novios en las iglesias al término de las bodas? Mientras que a algunos les parecerá poco que aplaudan a José Manuel, porque casarse con Juanita, fea, gorda, inútil y sin un duro no sólo es de aplauso, sino de vuelta al ruedo con las dos orejas de la contrayente, no creo que haya heroicidad nupcial que merezca esa ovación fuera de cacho. Que muchas veces pide el mismo cura testigo del sacramento. En vez del "ite missa est" de la misa de velaciones, piden los reverendos:

-- ¡Un aplauso para los novios!

Qué horror. En tales ocasiones pienso: "a lo mejor este señor cura sabe bajo secreto de confesión méritos que nosotros desconocemos de esta pobre novia que ha cargado con este prenda sin oficio ni beneficio y con tal fama de sinvergüenza". Razones plausivo-eclesiales por las que, por tanto, dejaré en simple elogio y pública felicitación la decisión pastoral de Don Demetrio en Córdoba, que ha dicho que ya está bueno lo bueno con tanto manoseo y tanto besuqueo al darse los fieles la paz en la misa. Y más todavía: que se evite, cual es uso común, la introducción de un canto por la paz, que eso no viene en el Ritual Romano y que, además, la misa no es un concierto de Joan Baez, joé. También ha ordenado Don Demetrio que los sacerdotes no echen pie a tierra desde el altar para dar la paz a los fieles de las primeras filas, lo cual provoca que la gente empiece a dar barzones por todo el templo para saludar hasta a los desconocidos. «Se comprende --dice-- la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz, pero se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, recordando que su alto valor no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración». Que traducido resulta: "Daos fraternalmente la paz, pero poquito".

¡Pues naturalmente, Don Demetrio! Iba a decirle "choque su ilustrísima esos cinco", pero la sobriedad, como la caridad, empieza por uno mismo. ¿Y sabe su ilustrísima una cosa, Don Demetrio? Que como el Maligno no descansa, pues hay satirones que aprovechaban la paz no sólo para dar la mano y besar, sino incluso para manosear concupiscentemente a las señoras vistosonas. Aunque la intensidad y ardor en dar la paz es un indicador social que perderán en Córdoba. En las misas elegantes de los barrios pijos se da poquísimo la paz con manoseo y besuqueo; todo lo más una sobria y leve inclinación de cabeza. Una cabezá. Sé de un cura sevillano medio británico tan elegante que para evitar ordinarieces se salta sin más el rito de la paz en la misa. Y, por el contrario, en las iglesias populacheras, en los barrios, es que se matan a sonoros besos. "Besos catetos" de los que decía Rocío Jurado. Cuando voy con la jefa de mi Casa Civil a un funeral chungaleta, endiquelo al personal y le digo:

-- Ofú, Isabel, esta misa es de hartarse de dar la paz. Aquí la paz será con dos besos por lo menos, y hasta los del banco de delante a los de atrás.

Y evoco la elegancia y carácter de su abuela Aurora Gallardo, en Pueblonuevo del Terrible. Recién terminado el Concilio, su vecina de banco le extendió la mano para desearle la paz. Y muy digna y displicente, y por supuesto que sin darle mano alguna, le dijo:

-- Perdone usted, pero no la conozco de nada..

Como Pueblonuevo está en la diócesis de Córdoba, a Don Demetrio le ha debido de llegar noticia de esta grandeza de Doña Aurora y la ha aplicado a su pastoral.

 

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