ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  31 de octubre de 2014                 
                                
 
¿Qué hay, familia?

 

Hay quienes como Eusebio León que defienden al camarero malaje como una de las más hondas tradiciones sevillanas. Dicen que un buen bar de toda la vida o un restaurante clásico no son nada si no gozan de lo fundamental. Que no es un local agradable, ni una decoración elegante, unos precios razonables, una cocina importante o un cocinero de los que salen en la tele, no. Según esa teoría leonesa, lo fundamental para un local de copeo o de papeo en Sevilla es tener un buen camarero malaje. O dos. Si son dos, mejor que uno.

¿Y saben lo que les digo, aunque yo haya escrito aquí autenticas sagas contra los malajes sevillanos de todo pelaje y calaña, de toda edad y condición? Pues que prefiero un camarero malaje al camarero simpático de guardarropía que se empeña en ser primo nuestro, o sobrino, o tío, o algo.

-- ¿Cómo es esto de primo o sobrino¿ ¿Tiene usted parientes que se dedican a en la hostelería?

No, no los tengo, y si los tuviera seguro que no eran de estos camareros que se empeñan, como digo, en pertenecer a nuestro linaje. Los que si son camareros de barra, entras en el bar y salvo en el caso de que vayas más solo que la una, en cuanto sea con tu mujer y un matrimonio amigo, nada más verte te sueltan:-

-- ¿Qué hay, familia?

Cada vez que me lo dicen estoy por contestar una guasa gorda. Decirle, por ejemplo, lo que se cuenta que le largó a un camarero así uno al que esta costumbre dichosa le daba bastante por saco:

-- Mire usted, señor camarero: yo sabía que mi abuelo que en gloria esté fue muy mujeriego, y anduvo siempre de planes y de trajines, pero no sospechaba que una de estas aventuras la hubiera tenido con su abuela de usted y mucho menos que hubiese habido de aquel lío descendencia extraconyugal. Sólo en ese caso, mi querido amigo, de que sea usted nieto natural de mi abuelo, puede admitirse que en cierto modo nos considere familia.

Porque...¡se traen unas familiaridades! Eso, los camareros de barra. Pero ¿y los camareros de los siete mil millones de veladores que hay en Sevilla? Cuando te sientas y llegan para atenderte no saben tirarte las plastificadas cartas de tapas y raciones sobre la mesa sin decir al mismo tiempo:

-- ¿Qué les traigo de beber, familia?

¿Consideran que es el que antes llamaban "trato familiar" en los anuncios de fondas y pensiones, llamar a todo el mundo "familia"? Pero no sólo se lo llaman a los que, en efecto, pueden ser una familia, al grupo de los padres y los niños que entran. Es que tú ves a la hora matinal de esta Sevilla a la que tanto le gusta desayunar en la calle a tres ejecutivos del Banco Santander perfectamente trajeados y maqueados, y con sus corporativas corbatas rojas de reglamento, y el camarero del bar donde van al reclamo del mollete y el café nada más recibirlos a portagayola les dice:

-- ¿Café, familia?

¿Será que ese camarero, como tantos antaño en Sevilla, procede de la Montaña, del Santander del "echa vino, montañés" del verso de Fernando Villalón, y que por su cántabro origen es familia, aunque lejana, de don Emilio Botín y de doña Patricia Botìn y que considera, por ende, a los ejecutivos de su Banco como si fueran de la familia?

Menos mal que la cuestión, por ahora, queda contenida en la hostelería. Tal como va la degeneración de todo, mucho me temo que llegue pronto a otros ámbitos. Que entres en el ambulatorio con tu hijo a que lo vea el médico, y el galeno te diga:

-- ¿Qué hay, familia?

Y lo peor de todo es que, como hay quien le tiene manía a la educación y la cortesía, porque son fachas, llegará el día en que los conferenciantes, al empezar su disertación, en vez de "ilustrísimo señor presidente del Excelentísimo Ateneo, dignísimas autoridades, señoras y señores", dirán:

-- Buenas noches, familia...

Pues en familia están ciertamente muchos conferencias, ya que van cuatro gatos a escucharlos...

 

                     

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