Cada mañana cuando abres el ABC no sabes con qué partida nueva de trincones de la corrupción te vas a encontrar ni con qué suspensión de pagos. Y como por mi adopción por la Cuna de la Libertad tengo además la devota costumbre de leer "La Voz de Cádiz" tras el ABC, añádese otra sorpresa diaria en forma de sofocón: qué bar, bache, comercio, ultramarinos, tienda o negocio tradicional de toda la vida de la capital o de su Bahía ha pegado el pellejazo por mor de la crisis o de la Ley de Arrendamientos. Así es como hoy les tengo que decir adiós, muñequitas lindas, a las que desde 1928 fabricaba en Chiclana don José Marín Verdugo, lo que entonces nadie llamaba un emprendedor, sino un tío con mucha imaginación a la hora de buscarse las habichuelas haciendo recuerdos para los turistas. Más de una vez escribí de estas muñequitas como símbolo de España y recuerdo que en una de aquellas ocasiones Marín me lo agradeció mandándome una de sus muñequitas, pero a lo divino: una imagen de la Virgen del Rocío que había puesto en línea de fabricación con mucho rigor, devoción y arte.

Las muñequitas de Marín han presentado suspensión de pagos y yo ahora en su honor pongo en la gramola de la memoria una placa de pizarra de Angelillo, que canta "La Chiclanera" de Oropesa y Carmona. Pero de Cádiz para Chiclana, donde encontré a mis chiclaneras muñequitas de Marín, el camino ahora no está sembrado de flores, sino de acreedores puestos de tres en fondo ante una fabrica que en los últimos años se había tenido que quedar con sólo cuatro trabajadores, cuando hubo un tiempo en que daba trabajo a medio Chiclana, del mismo modo que las mallas de seda de las botellas de Centenario de Terry ocupaban a medio Puerto de Santa María, ay, "malleritas de la calle/ de la Ribera del Río" del poema de Aquilino Duque...

Yo sé quién ha matado a las muñequitas de Marín: los planos televisores de plasma y los muebles de Ikea. ¿Cómo se iban a vender ya flamenquitas de Marín, si eran la clásica "muñequita pansima er televisó"? Los plasmas son unos asesinos. Mi gato Remo lo sabe. Remo solía dormitar calentito sobre el antiguo televisor de tubo catodico, hondo como una soleá de Pansequito o un trincherazo de Curro. Hasta que cambiamos el viejo televisor por el plasma. Remo, como cada día, llegó el pobre, pegó el salto para ponerse calentito "ensimar televisò" como las muñequitas de Marín, pero como los plasmas no tienen "encima", el pobrecito mío pegó un gatazo bastante importante por el otro lado, pum, ¡hasta el suelo! Han quebrado las muñequitas de Marín y me imagino que pronto lo harán los toritos de barro de Cuenca, porque ya no se puede poner nada encima del televisor con su correspondiente pañito de croché. Y por si fuera poco, Ikea ha asesinado todos los muebles-bar en cuyas estanterías las gloriosas muñequitas de Marín le pegaban el zapatazo a la cola de su bata, cantando por Juanita Reina: "De las de peina y volantes, qué pocas vamos quedando..." Ninguna, queridas muñequitas de Marín, ninguna. Y por si fuera poco, los separatistas catalanes prohibiendo que os vendan en las tiendas de "souvenirs" de Tarragona y de Las Ramblas, por lo que sois: símbolos de España. Esta España donde las muñecas de Famosa ya no se dirigen al portal y a las de Marín las han matado entre los muebles de Ikea y los planísimos televisores de plasma.

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