ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABCde Sevilla, 12 de diciembre de 2014                 
                                
 
Convidá a Sevilla

 

La Giralda, desde las cinco, con sus tres toques, como una torre de pueblo que llamara a misa mayor, ha estado convocando ruiseñores. Copiándole la color a la bandera que en ella tremoló, el cielo se ha puesto celeste Murillo. Celeste Inmaculada. Celeste seise. Y como flotando bajo el silencio de las naves de la Catedral, leves y fugaces, ya pisan las blancas zapatillas de los seises las frías losas del mármol ajedrezado. Sobre los cuatro heraldos pateros que levantaron a pulso a Colón y lo llevan ahora sobre los pies, aún no han sonado las cinco y media en el reloj del crucero. Ya ha atronado el aire el órgano de Maese Ayarra. Ya sale el oficiante para la exposición de Su Divina Majestad. Lleva capa pluvial color seise. Con la misma color del manto que por estos días, como un voto de los primitivos nazarenos de Sevilla, le ponen a la Reina Madre que está junto al Arco, ora del Postigo, ora de la Macarena.

Y ya están los seises en el coro. Coro de hábitos de los canónigos de la color de la buganvilla de Las Dueñas. Y suenan los latines. Tantum Ergo. Y leen de los Libros sagrados. Y reluce como nunca el altar mayor: panes de oro para el Pan sacramental en la Custodia. Y Santa María de la Sede lo mira todo cuando ya salen las niñas cantoras y los niños danzantes, y en una esquina del presbiterio está la orquesta, la mejor filarmónica. Sonidos celestiales para una Sevilla celeste de Purísima y seise. Pío IX, tras proclamar el Dogma que defendía la espasnúa del nazareno del Silencio pintado ahora en las alturas macarenas del cuadro de Alfonso Grosso, le concedió el privilegio de este color al Reino de España y a sus dominios. Cuentan que la fe de Pío Nono, como un dulce pionono de Santa Fe, hizo litúrgico el color de los seises sevillanos de la Inmaculada.

Los seises ya cantan, tras la obertura italianizante de la orquesta, una copla antigua y celeste. Es de 1898. Ese año, Sevilla perdió la Cuba de los vegueros de los toros, y el Puerto Rico del café de caracolillo, y la Filipinas de los mantones de las cruces de mayo, pero ganó esta copla. La compuso el maestro de capilla don Evaristo García Torres. Le puso letra el muy gallista y macareno canónigo don Juan Francisco Muñoz y Pabón, el que nos certifico por sevillanas que la Virgen del Rocío no es obra humana. Cantan los seises "De gozo enajenado" y enajenados de gozo estamos ante tanta belleza refinada y secreta, paraíso cerrado para los poquitos que paladeamos este silencio que rompen las voces blancas y celestes: "Como lirio entre espinas/así es mi Amada,/¡Inmaculada, Inmaculada!".

Y suenan los palillos, entre sevillanas boleras profesas con el voto del Silencio y pavanas de la corte celestial de estos caballeros cubiertos ante el Santísimo. "Como lirio entre espinas..." Como los lirios que van entre las espinas de los cardos del Barco del Carbón, así es la Purísima Madre del Mayor Dolor a la que los seises le dicen este hermoso piropo arrancado del Cantar de los Cantares. Y termina la copla. Y se arrodillan. Más latines. Pange, lingua. Y nos bendice el Santísimo mientras suena, como una bendición a toda Sevilla, el repique de la Giralda y Maese Ayarra borda unas delicadas variaciones sobre "De gozo enajenado" que no la mejoraría Francisco Guerrero, que las oye desde su tumba ante la Virgen de la Antigua. Y se unen en los cantos finales Vázquez de Leca y Miguel Cid. Suenan el "Alabado sea el Santísimo Sacramento" de Vázquez de Leca y el "Todo el mundo en general" que dicen que Miguel Cid escribió hace ahora cuatro siglos justos, en 1614. ¿Tanto? No, amigo. El repeluco de la emoción antigua nos dice que Miguel Cid acaba de escribir esta misma mañana, con la pluma del sombrero de un seise, con la pluma del casco de un armao, con la pluma gallista y macarena de Muñoz y Pabón de la saya de la Esperanza, este "Todo el mundo en general". Guasa de Sevilla con Molina, con los frailes de Regina y con su padre principal. Como castigo les quitaron su reja y se la llevaron a la plaza de los toros, como pórtico de la gloria de la Puerta del Príncipe. Gloria celeste y celestial en esta íntima y secreta Convidá a Sevilla a la que cada tarde de la Octava de la Purísima nos invitan los seises.

                     

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