ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC , 4 de enero de 2015                 
                                
 
Teléfonos de señora

 

En la paz del hogar, con un tinteneo de llaves a punto de salir a la calle ya sonando, abrigo puesto y bolso en la mano, va su jefa de usted, o sea, la dueña de la casa, y le dice:

-- Pepe: ¿me puedes llamar desde tu teléfono a mi móvil, que no sé dónde lo he dejado y Rocío me está esperando abajo, que tiene el coche en doble fila?

Y Pepe llama al móvil de su legítima, ese cuyo número no se sabe pero tiene con icono de acceso directo en la pantalla de inicio. Y el telefonillo siempre perdido suena donde menos imaginarse pueda, como suele ocurrir en el 99,02 de los casos estudiados por el Observatorio Permanente para la Búsqueda del Teléfono Móvil de Su Señora de Usted.

En el caso que estamos exponiendo como retrato de nuestro tiempo pueden ocurrir dos cosas: que el teléfono de la amiga de Rocío suene y se sepa donde está; o que no suene y haya que seguir buscándolo. Si suena, puede hacerlo de un modo natural y primario en los lugares de costumbre donde las señoras no se acuerdan que han dejado el móvil. Esto es, en la encimera de la cocina, en el cuarto de baño, en la salita, quizá en la mesilla de noche. Pero también puede sonar el invento de Apple o de Samsung en lugares más recónditos, dentro de los ya enumerados. A saber: en la cocina, sí, pero no en la encimera, sino debajo, en el cajón de los paños limpios de cocina. O en el cuarto de baño, pero dentro de unas toallas ya usadas que estaban a punto de ser introducidas en el bombo de la ropa sucia. Y si en el dormitorio, debajo de la almohada, tan mullida que amortigua todo timbre de Movistar o de Vodafone. Si el teléfono de aquí-mi-señora suena no hay, pues, el menor problema.

El problema, y gordo, empieza cuando no suena por parte ninguna y reciben respuesta esperanzadora sus habituales preguntas a la parienta: "¿Has mirado bien dentro del bolso? ¿No lo tendrás en el bolsillo del abrigo que te pusiste ayer? ¿Te acuerdas dónde ha sido la última vez que has hablado con él?" Estás por llamar a la Oficina de Objetos Perdidos, o de rezar a San Antonio, que todo lo halla, o de anudar pañuelos en petición de auxilio a San Cucufate cuando viene entonces la frase con la que ya se masca la tragedia. Y es cuando la jefa de la casa va le dice a Pepe:

-- Ahora que me acuerdo... ¡le tenía quitado el timbre! Lo puse en modo silencio ayer en el cine y me parece que no se lo volví a poner...

¡Horror! Tragedión a la vista. Si difícil es encontrar dónde ha dejado el teléfono móvil una señora, ni te cuento si le tiene quitado el timbre. Y aquí me tienen a Pepe registrando cuarto por cuarto la casa, recibiendo de nuevo la orden primigenia:

-- A ver, llámame otra vez desde el fijo, a ver si se oye por lo menos el zumbador de cuando se le quita el timbre.

Y es entonces, ay, cuando la jefa siente en el bolsillo de su chaleco una como dulce caricia vibratoria. Y la historia acaba como siempre con los teléfonos que no hallan las señoras: no lo encuentran por toda la casa...¡porque lo llevaba encima!

Moraleja: en estos días en que tantos teléfonos móviles de última generación se regalan, deberían las casas fabricantes tener en cuenta a los pacientes maridos que se pasan todo el santo día buscando dónde han dejado el teléfono sus santas esposas. ¿No hay ropa de señora y ropa de caballero, e incluso pistolas de señorita, como la del suicidio de Juan Belmonte? ¿Por qué no hay también teléfonos móviles de señora, imperdibles, inmediatamente localizables, que no haya nunca que buscar si están en la salita o en el cuarto de baño? Un amigo afectado por este frecuente problema matrimonial me confesaba:

-- Tú sabes que no soy machista y que me encanta que las mujeres tengan su sitio, pero yo no sé cómo Angela Merkel puede gobernar Alemania. Seguro que como señora que es se pasa el día buscando dónde ha dejado el teléfono móvil, no sea cosa que la llame Obama y salte el contestador...

                     

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