ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 18 de marzo de 2015                 
                                
 

"Sírvanos Ud. mismo"

Como todavía me huelen las manos a gasoil, porque anoche le llené el deposito a mi Ford de pedales, no puedo estar más de acuerdo con una octavilla digital que he recibido, con la foto de un señor echando él mismo gasolina a su coche en una llamada "estación de servicio". ¿Servicio de qué? No nos sirven nada: nos tenemos que servir nosotros. Y de esto va la octavilla. Dice: "¿Por qué trabajar gratis en las gasolineras echando tú mismo el combustible? ¿Tienes el carnet de manipulador de productos inflamables? ¿Y si mientras te sirves ocurre un accidente? ¿Y si te derramas combustible sobre la ropa o el calzado, quién te lo paga? Despidieron a los empleados y ahora su trabajo se lo haces tú gratis y con riesgo. Mientras pueda repostaré en gasolineras con empleados en los surtidores. Cuantos más seamos, antes ayudaremos a crear puestos de trabajo. Pásalo."

Claro que lo paso. ¡Choque usted esos cinco! Esto es lo que nos ha traído aquello hace lustros tan deslumbrante del "Autoservicio". Así se llamaron los primeros supermercados que llevaron a la ruina a tantas pequeñas tiendas de comestibles de los bravíos, al Ultramarinos de Manolo, servicial al máximo, que hasta te fiaba si andabas chungo de billetes. Aquellos primeros y triunfales "autoservicioS" abiertos en pleno franquismo por la muy autárquica Comisaría de Abastecimientos y Transportes han terminado convirtiéndonos a todos en empleados de negocios ajenos que encima pagamos por serlo. El cliente ya no sólo paga, sino que, sirviéndose él mismo, le amortiza puestos de trabajo al dueño. Todos contribuimos doblemente al esplendor y gloria de su cuenta de resultados: apoquinando y haciendo el trabajo del empleado que se ahorran.

Las gasolineras han convertido a los automovilistas en sus empleados. ¿Pero dónde me dejan las grandes superficies? Encontrar un empleado en ellas para preguntar dónde están las conservas es más difícil que lograr que Susana no te interrumpa en los debates. Tú mismo te las tienes que aviar para saber dónde está cada paquete de aquellas lentejas que Manolo el del Ultramarinos te despachaba con tanto estilito y agrado, incluso con cominito de propina. Tú mismo debes empujar el carrito, tras haberlo obtenido depositando en su ranura la fianza de un euro, porque no se fían de ti y se creen que te lo vas a llevar a tu casa, qué tíos.... Tú mismo debes luego en la línea de cajas sacar del carro articulo por articulo y ponérselos a la niña de los códigos de barra para pagarlos. Y antes, claro, tú mismo te has tenido que pesar la fruta, saber que los plátanos son la tecla 59. Incluso han inventado las cajas automáticas de pago, en las que ya hasta han eliminado a la señorita que te cobra y eres tú mismo el que te tienes que pelear con el puñetero código de barras de la caja grande de jabón de la lavadora, con lo que pesa la dichosa caja grande de jabón de la lavadora...

¿Las gasolineras sólo, las grandes superficies sólo? ¿Y en las hamburgueserías de comida rápida, dónde me las dejan, que has de hacer de camarero de ti mismo y, una vez acabada la cena, retirar la bandeja y botar la basurita al zafacón, que dicen en Puerto Rico? ¿Y en esa cadena de cafés americanos, donde has de guardar cola para hacer de camarero de ti mismo? ¿Y en Ikea, donde no sólo te tienes tú solito que montar la mesa o la silla en tu casa, sino que bajar antes su pesadísimo paquete desde aquella estantería, altísima, y subirlo al carro, y arrastrarlo, y pasarlo por caja? ¡Hasta en los puestos de chuches nos tenemos que despachar nosotros mismos las gominolas! ¿No va a haber cinco millones de perados, con la de puestos de trabajo que hemos destruido dándonos nosotros mismos "un esmerado servicio"? Al paso que vamos, del "sírvase usted mismo" al "sírvanos usted mismo a nosotros y así nos ahorramos el sueldo de un empleado", llegará el día en que le tengamos que ordeñar la vaca al señor Pascual para poder comprarle un cartón de leche...

 

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