ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 29 de abril de 2015                 
                                
 

Expurgar Ciudadanos

No es que vaya a ser como el famoso escrutinio que de la biblioteca de Don Quijote hicieron el Cura y el Barbero, pero algo por el estilo sí que pretende Ciudadanos para que no se les cuelen trincones. ¿No hacen en los cotos descastes de conejos cuando hay superpoblación? Pues don Alberto Rivera (vulgo Albert) quiere hacer en Ciudadanos un descaste de otra especie española, más prolífica aún que esos conejos cuyas hembras citó el Papa con escasa fortuna. Esa especie española es el pícaro de toda la vida, en sus diversas formas, apariencias y adaptaciones al viento dominante o a los colores que imperan en el terreno, en lo que aventaja sobradamente al muy protegido camaleón de los pinares de Rota y del Puerto.

La llaman corrupción, pero en el fondo es la puesta al día de la picaresca, que ahora no tiene quien le escriba. Tan española como el gazpacho, la paella, la sangría, la siesta y el toro de Osborne. Cervantes llega a coger la historia del Mienmano de Alfonso Guerra dando cafelitos en la Delegación del Gobierno y le sale un Patio tal que el de Monipodio se queda en patinillo de niños picaruelos como los que pintaba Murillo pero no le daban importancia, porque no se fue a trepar a la Corte de Madrid cual su paisano Velázquez.

He dicho trepar, y por ahí van los tiros contra los que don Alberto Rivera quiere ponerse un chaleco antibalas. El clásico pícaro español se va adaptando a los tiempos. Los paseantes en Cortes de la España de Larra y de Bécquer tenían mucho de pícaros. Eran los trepas del Romanticismo. Por la picaresca familiar de Lerroux (a lo Pujol) se inventó la palabra "estraperlo". Voz que tuvo su esplendor tras la guerra: la España de los estraperlistas con camisa azul. Antes, en la República, habían sido los enchufistas, modelo Cordero Bel. Y todos, además, chaqueteros. ¡Qué palabra más española: chaquetero". Perfectamente definida en el DRAE: "Que chaquetea, que cambia de opinión o de partido por conveniencia personal". Sin los chaqueteros no se entiende la Historia de España Contemporánea. España es un continuo chaqueteo: "Creíamos que iban a ganar los nuestros, pero hemos ganado los nuestros". Con la República, a la CEDA se le entraron por las puertas todos los chaqueteros de la Unión Patriótica del general Primo de Rivera. Que tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 se pasaron a otro Primo para no hacer el ídem: a la Falange de José Antonio. Falange ya hizo el expurgo que ahora quiere Rivera entre sus candidatos. Para la Falange eran de la Vieja Guardia o Camisas Viejas los apuntados antes del triunfo del Frente Popular. Y los posteriores, tras la guerra, inventaron el Movimiento Nacional. Que al morir Franco se hicieron de la UCD. Y cuando ya a Suárez le dieron sus propios barones una puñalada que ni la de Bruto a César, se apuntaron al PSOE. Eran los socialistas de toda la vida: el franquismo sociológico que heredó el felipismo y que ahora se perpetúa en el Régimen Andaluz, donde ambos dos ex presidentes imputados son no casualmente hijos de militares del Caudillo.

Rivera pretende nada menos que una interrupción del tracto sucesivo de los chaqueteros españoles. Un descaste de trincones. Un expurgo de mangones. Un cervantino escrutinio de enchufistas. Que en Ciudadanos no se le meta medio PP y medio PSOE, fecundos criaderos de chaqueteros y enchufistas. De ahí que ya ha anunciado, para aviso de trincones y enseñanza de mangones, que piensa hacer un expurgo entre los que llegan presurosos en ayuda del presunto vencedor para que los pongan en las listas electorales. Dice que van a rastrear por Google los antecedentes de los candidatos, por si son de gañote vil. E incluso va a contratar a una agencia de detectives. Va a necesitar a Sherlok Holmes, Maigret, Carvalho, Torrente, Plinio, Mortadelo y Filemón, porque va a tener que investigar a la media España que, como se huele la tostada del 24-M y citas electorales posteriores, quiere perpetuar con Ciudadanos, adaptándolo, lo que sus paisanos le gritaban a don Natalio Rivas: "Riverica, Riverica, colócanos a tós"...

 

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