ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 17 de septiembre de 2015                 
                                
 

La abadesa que no pisa millones

No conocí a Mendizábal, pero sí a don José María, Cardenal Bueno Monreal, arzobispo de Sevilla, el gran desamortizador de bienes de la Iglesia en el siglo XX. Se hartó de vender iglesias, conventos, capillas. Hasta un Velázquez vendió al Ayuntamiento, "La imposición de la casulla a San Ildefonso", para seguir sosteniendo "El Correo" como órgano de la Iglesia bajo la dirección del cura Javierre. A quien le dije, cuando me habló un día de la inexorable venta del periódico:

-- Hijo, José María, es que igual que de muchos señoritos flojos sevillanos se dice que "se han comido un cortijo", en tu "Correíllo" tú te comiste un Velázquez...

Podría citar cientos de bienes del patrimonio histórico-artístico de la Iglesia malvendidos por Bueno Monreal en Sevilla y provincia. Me centraré en un pueblo que conozco bien: Guadalcanal. Allí Bueno Monreal vendió la iglesia de Santa Ana, monumento mudejárico valorado por Sancho Corbacho en su catálogo. Vendió la iglesia de la Concepción, sede de la Hermandad de las Tres Horas. Vendió la Ermita del Cristo, con su humilladero de azulejos del XVIII. Vendió la ermita de San Benito, que menos mal la compró el inolvidable presidente del Senado, Antonio Fontán, hijo del pueblo, y la salvó. Y por vender, hasta vendió la capilla de San Vicente, donde ahora hay, adivinen ustedes: ¡una peña bética! Por no hablar de la iglesia de San Sebastián, que ya antes, en tiempos de Segura, habían hecho plaza de abastos.

Bueno Monreal animaba a las monjas a vender sus conventos para la especulación urbana y a marcharse fuera de la ciudad, al Aljarafe. A Sor Clara, abadesa de Santa Inés, un día que le hablaba de sus dificultades económicas, le dijo:

-- Pues vendan el convento para que hagan pisos. No lo saben, pero están ustedes pisando millones.

Eso era cuando Bueno Monreal. Antes de Amigo Vallejo, también desamortizador, que saltándose el testamento de la donante Infanta María Luisa vendió el Seminario de San Telmo a la Junta. Ahora, con don Juan José Asenjo, que es todo lo contrario, especialista en la conservación del patrimonio artístico de la Iglesia, tenemos a una Abadesa que no sólo no está pisando millones, sino deudas. Hablo de la madre María Dolores Otero, abadesa del convento de Santa Rosalía, el de las Capuchinas que daban nombre a la calle que dedicaron al Cardenal Spínola. El hermoso convento de Santa Rosalía, donde muchos camino San Lorenzo hacemos estación cuando vamos a ver a Nuestro Señor, tiene una parte que está en ruinas. No la iglesia, que es una maravilla. Les recomiendo que entren el Jueves Santo a ver el Monumento del Santísimo y comprueben que el silencio también reza. Junto a esa iglesia de las Capuchinas hay una edificación del antiguo noviciado que está cayéndose y apuntalada. Ya en 2003 consolidó aquello Urbanismo, y les pasó a las capuchinas la cuenta de una roncha de 36.206 euros como actuación subsidiaria, que pagaron gracias al doctor Pérez Bernal, muy vinculado al convento, que soltó la tela. Pero ahora el Ayuntamiento le pone una pistola burocrática en el pecho a la abadesa, y le obliga a que esta misma semana empiecen nuevas obras de consolidación, que cuestan 44.875 euros. Para las capuchinas, que apenas tienen ingresos, es una cantidad inalcanzable. Y no es cuestión de pegarle otro toque y sablazo al doctor Pérez Bernal. Así que yo desde aquí, "como si me hubiera hecho la bocaunfraile" (que decimos en Sevilla), le pido al alcalde Espadas que la ciudad convide a restauración a las capuchinas de Santa Rosalía, hombre. Que esos 45.000 euros, que para Urbanismo son media pringá, los pague con nuestros IBI, que ya está aquí el nuevo para apoquinar antes del 20 de noviembre. Igual que Sor Clara pisaba millones en Santa Inés en tiempos de Bueno Monreal, la Abadesa de Santa Rosalía pisa deudas municipales en tiempos de Espadas. Y si Espadas no paga porque la ultraizquierda que lo hizo alcalde no lo deja, ¿a que sí, a que los va a dar la Fundación Persan, querida Concha Yoldi? O a que los va a pagar Konecta, ¿no, querido José María Pacheco Guardiola?

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