ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 25 de septiembre de 2015                 
                                
 

Despedidas de soltero

Me parece recordar que fue en Conil donde este verano se vieron obligados a tomar medidas contras las desaforadas y escandalosas despedidas de soltero que allí venían celebrándose. No sé lo que formarían, pero me lo imagino. Sería como lo de los niñatos ingleses borrachos en los hoteles de mallorquina Magaluf, sólo que sin tirarse desde los balcones de los cuartos a la piscina, que (como decía el viejo anuncio de las yemas El Ecijano), "casi tós palman" del vejigazo que se pegan cuando con la tajá no aciertan con la alberca. Como ya no es temporada de playa, me da la impresión de que todas las despedidas de solteros(y solteras) han vuelto a Sevilla. Son de gente de fuera, que viene aquí no sé por qué. Otra vez he visto las mascaradas por su carrera oficial. Sí, hay una carrera oficial de las despedidas de soltero. Que, lo que son las cosas, coincide en parte con la de las cofradías. Vienen las pandillas de chavales haciendo el ridículo desde la calle Sierpes, desembocan en la Plaza y luego, por la esquina de Filella, tiran Avenida adelante. Y muchas son como las cofradías de Triana, que vuelven por la calle Arfe. Que como de una deliciosa calle de pueblo con sus despachos de pan y tortas, sus mercerías y sus lecherías se ha convertido en lugar de copas en la vía pública, de botellona pija, es sitio apropiado para que recalen estas pandis inconfundibles. Y lamentables.

Inconfundibles porque tienen una tendencia general a ponerse como de uniforme. En plan mamarracho, pero de uniforme. Ellas son peores que ellos. Yo he visto por la Avenida a pendillas de chavalas en despedida de soltera llevando cada una en la cabeza, a modo de peineta, un pene de goma tamaño XXL, con todos sus avíos. Otras, más modositas, como están en Sevilla, se creen en la obligación de comprarse algo tan típico de aquí (¡tararí!) como el sombrero de alancha medio de cartón pero, eso sí, siempre de color rojo. Ya lo sabe usted: todos los sevillanos, para ir a la Feria, nos encasquetamos nuestro sombrero de alancha rojo. ¡Faltaría más! Y si no es sombrero de alancha rojo comprado en un chino, se ponen en la cabeza unas flores contrahechas, muy grandes y con mucho malage. Todas menos una, que es la novia. A esa le plantan un velo de tul para que se vea bien que es la que le da a las otras pretexto para hacer las gamberras por la calle.

En cuanto a los tíos, es muy fácil distinguirlos, aparte de que van todos medios puestecitos o en los umbrales de la papa gorda, porque también se visten de uniforme, ora con camisetas impresas para la ocasión, ora con cualquier otra prenda a modo de disfraz. Y al novio se le distingue entre la gamberrería que lo acompaña porque como están en Sevilla, ¿sabe usted de qué lo visten? Pues de "toreador". No de torero, no, que el vestido de torear, litúrgico, es algo muy serio. Lo visten de toreador de la ópera "Carmen". Con una montera que parece cualquier cosa menos una montera. Y unos bordados más de decoración de burdel que de vestido de torear. Y allá que te van de bar en bar, bebe que te bebe, dándose empujones y tratando de armar escándalo, cosa que en la mayoría de las ocasiones no llegan a formar. No por nada, sino porque ya estamos curados de espanto, acostumbrados a ver esta especie de Carnaval chungo de las despedidas de solteros, sin gracia ninguna. Ya ni nos llaman la atención.

Y hay una segunda parte que por fortuna no conozco, y es que me dicen que indefectiblemente las pandillas de las chavalas acaban con cena en un local con "boys", esto es, de tíos cachas que les bailan lascivamente, que diría un clásico, y al que le meten billetes en la breve prenda que les cubre por do más pecado habían. Y ellos acaban, ¿a qué no saben dónde? Pues en esos bares con lucecitas de colores que suelen estar en las carreteras que llegan a Sevilla o en sus polígonos industriales. ¿Por qué eligen Sevilla para las despedidas de soltero gentuza de toda España? ¿Dejan dinero en Sevilla las despedidas de solteros? Ni lo sé ni me importa. Lo que sí sé es que ellos creen que van haciendo gracia por la calle, pero a eso en Sevilla toda la vida de Dios le hemos llamado hacer el carajote.

 

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