ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 4 de octubre de 2015                 
                                
 

Mi Pemán

Texto leido en el homenaje al escritor. organizado en la Sala Compañía de Jerez de la Frontera, el 30 de septiembre de 2015 , por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP)

España ganó a Pemán un añito antes de perder Cuba, Filipinas y Puerto Rico; fue la única compensación que tuvo para Cádiz la pérdida de las colonias. Desastre del 98 del que dijo: "Cuando España perdió Cuba, a Cádiz es como si se le hubiera muerto alguien de la familia". Este "niño del 98", como un segundo Hércules Fundator, construyó él solito toda una teoría literaria de España, de Andalucía, de Cádiz, del liberalismo, de la Monarquía, de los clásicos grecolatinos y del cachondeíto fino como la mejor forma de tomar las cosas en serio. Don José, Tío José María, padre espiritual de todos los que en España nos dedicamos al artículo de periódico, estaba sobrado en todo. Pemán escribió tanto... que escribió demasiado. En un país de flojos era demasiado trabajador, y eso aquí no se perdona. Don José era muchas y muy diversas cosas juntas como para que sus contemporáneos y las generaciones posteriores se lo perdonaran. Era inteligente, brillante, rico por su casa, ganaba el dinero con el teatro, con cuyas regalías se hizo en la plaza de San Antonio la casa a la que la guasa gaditana le puso "El castillo de Xavier", por los derechos de "El Divino Impaciente". Era ocurrente, culto, simpático, dotado por Dios de una facilidad pasmosa para escribir, conversar, improvisar, acertar, y, encima, trabajador. Pemán era todas esas cosas que en España sólo te perdonan cuando se enteran de que tienes un cáncer...y de los malos. El caso es que en España la gente, cuando se muere, logra la absolución general de todos sus éxitos y aciertos. Pero a Pemán no se le ha perdonado que fuese Pemán ni en su tumba de la Catedral gaditana, junto a Falla; es un anti-Cid que sigue perdiendo batallas a los 35 años después de muerto, como la de su busto en el Teatro Villamarta. Con lo cual, paradójicamente, estoy de acuerdo, con que le quiten a Pemàn su busto. No por exceso, sino por defecto. Pemán era un jerezano cabal, un gaditano universal, un español de una pieza y un escritor de cuerpo entero. Y así, de cuerpo entero, es como debería tener su recuerdo en bronce. Como su Séneca vive, me lo acaba de decir por teléfono móvil desde los cielos atardecidos de la Viña del Cerro. Me ha comentado:

-- Ná, Burgos, que la gente es muy especial y España no tiene ni memoria, ni vergüenza, ni dignidad. ¿Pues no que le quitan el busto a don José, que era un español de cuerpo entero?

Mala suerte tuvo siempre don José con sus efigies escultóricas. Nos contó cuando en su casa natal la calle Isabel la Católica de Cádiz descubrieron una placa conmemorativa, donde aparecía su perfil como de patricio romano y una representación de la musa de la Poesía, que la gente creyó que era Carmen Domecq, su mujer. Y al día siguiente lo paró un conocido en la Calle Ancha y le dijo:

-- Don José, vengo de ver la lápida que le han puesto en la casa donde nació usted. El escultor le ha sacado a usted muy bien: clavaìto. Pero la que no se parece nada es Doña Carmen...

Quizá el peor enemigo de Pemán fuera el propio Pemán. El Pemán autor teatral es el peor enemigo del Pemán poeta. El Pemán poeta es el peor enemigo del Pemán orador. El Pemán orador es el peor enemigo del Pemán ensayista. Y el que salía perdiendo a la larga era Don José, que, además, tenía un enemigo supremo: el articulista perfecto. Escribir aquellos artículos tan redondos y bien rematados ya era difícil de perdonar en esta España de las envidias. Pero no quiero ni contarle si, encima, el autor de aquellos textos de ABC o de "La Gaceta Ilustrada" era el mismo que había escrito "Los tres etcéteras de Don Simón" o "Cuando las Cortes de Cádiz". El creador de La Piconera. Por muchos bustos que le quiten y por mucho que cuatro viles mamarrachos ensucien el vaso de agua clara de su memoria de español leal a su Rey, a su Patria, a su tierra y a su tiempo, lo que nadie le quita a Pemán, aunque lo insulten con bajezas de todas las marcas, es que cuando los rojos más rojos visten a sus niñas con el traje típico para que ganen el concurso de baile por tanguillos, tienen que tragar, aunque no lo sepan, porque han de ponerles el vestido de piconera. Ellos no lo saben, pero visten a sus niñas de personaje de Pemán. Pues que se tomen del frasco: del frasco de sales de la Viudita Naviera cuando "El "Difunto Carmelo" dicen que se hundió a la altura de Jamaica con la comparsa de Paco Alba como aristofánico coro griego..

Con ese ingenio y tan sobrado, a Pemán tenía que caerle la perpetua...y le cayó. Porque además, se pasó la vida llevando a la práctica su elogio de la vida sencilla. Alardeando de hacerlo todo sencillo, ahora que está de moda ponerlo todo lo más complicado y pedante posible posible. Pemán hacía divinamente lo que tenía que hacer y eso no se perdona. Y menos que, encima, no le diera la menor importancia y se pasara la vida sirviendo a su España y a su Rey.

Y la flor de sus artículos. Pemán, que todo lo hacía bien, plumeaba artículos clásicos y perfectos. Ambos conceptos según la estética de Rafael el Gallo: "Clásico es lo que no se pué hacé mejón" y "Perfecto es lo que está bien arrematao". Un mundo entero, la Historia, el pensamiento contemporáneo, cinco tomos de la Enciclopedia Francesa y dos de la Británica, más el golpe final de gracia de una copla carnavalesca le cabían a Pemán en cada artículo, en aquellas Terceras de ABC en las que, por suprema modestia, cuando encontraba un hallazgo genial tenía la elegante humildad de adjudicársela al Séneca, a su querido Fernando el de la jerezana Viña del Cerro. El Séneca era el paño de humildad que Pemán le ponía al púlpito de sus artículos, llenos de filosofía, de cultura, de conocimiento de las gentes, de gracia, En los que, como en una copla, cabía la vida, cabía la calle, cabía Kant, cabía Aristóteles, cabía Gracián, cabía el Espasa... y hasta el "Juan Sebastián Elcano", pero con todo el trapo largado y cruzando por nuestra Alameda camino de otros Cádiz llamados La Habana, Veracruz, San Juan de Puerto Rico, Cartagena de Indias o Campeche.

Memoria de un tiempo, gracia de una donosura literaria única, tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un maestro del artículo literario como este Hércules fundador del género, el Pemán escritor de periódicos, verdadero Larra del siglo XX con acento gaditano y con la gracia inigualable de la Cuna de la Libertad. De muchos escritores se dice que son hijos de su tiempo. Pemán no sólo fue hijo de su tiempo, sino padre de su espacio: se invento a Cádiz y se invento a Jerez, con rumbo y señorío de una raza vieja. El Cádiz que conocemos, el Cádiz que se venera en el resto de las Españas, es un invento de Pemán. Hércules fundaría Cádiz, pero quien la refundo literariamente fue Pemán. Alfonso el Sabio conquistaría Jerez, pero quien la reconquistó poéticamente fue Pemán con cuatro duros en vino y almejas. Es más, yo creo que ese Dios en el que creía profundamente y al que siempre veneró y alabó hizo que una vez nevara en Cádiz única y exclusivamente para que Pemán lo contara en una Tercera de ABC y ganara el premio Cavia. Y escribió valientemente y en los tiempos más duros "El Divino Impaciente" para que se le quedara el tópico, del que tanto se guaseaba él mismo, de que cuando escribía, de una manga le tirada una marquesa y de la otra un jesuita. Hijo de su tiempo, padre de su espacio, en Pemán se cumple sobradamente la máxima de Manuel Machado: "Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son". Hasta que la hija de un dirigente de Comisiones Obreras no se viste de personaje de Pemán, La Piconera no es la Piconera. Y hasta que no lo recordamos sus partidarios, los que le rezan al Santísimo cantando el "De rodillas, Señor, ante el Sagrario" no saben que Pemán escribió esa belleza de himno eucarístico para el Congreso de Barcelona de 1952. Como quizá muchos marinos no saben que en su himno, esa victoria en Lepanto y esa muerte en Trafalgar son la sensibilidad y el patriotismo de Pemán embarcados en un buque de nuestra Armada. Hay una riquísima hímnica de Pemán, por la cual también se han metido mucho con él, porque esto de "meterse con Pemán" no sólo fue en su tiempo un deporte nacional, incluso con concurso convocado por Emilio Romero desde el periòdico de los Sindicatos Verticales y todo, sino que lo sigue siendo en nuestros días. Entre los muchos agravios que ha recibido este nuevo Hércules fundador del Cádiz literaruio le han echado en cara que escribiera esa emocionante letra de la Marcha Real por encargo de un jerezano: "Gloria a la Patria/ que supo seguir/sobre el azul del mar/el caminar del sol".

Como la Patria no está de moda y hay tantos empeñados en destruirla, es natural que tampoco lo esté nuestro Larra del siglo XX, nuestro inventor de Cádiz. Roma no pagaba traidores y ya ven cómo paga Jerez al poeta del imborrable poema sobre su Feria; el ingenioso Pemán que con su pluma engrandeció nuestra tierra y del que algunos nos sentimos sintiendo orgullosos deudores. Y ya que ha hablado de su desconocida Hímnica, no quiero terminar sin citar con el himno dedicado a "las gloriosas alas de España" que cantan nuestros aviadores sin saber quizá que también es de Pemán.

En los tiempos que corren y con los vientos que soplan, Pemán tenía demasiada grandeza como para que no sigan metiéndose con él. Por jerezano, por gaditano, por andaluz, por español, por liberal, por monárquico. Quieren sencillamente borrarlo del mapa. ¿Y saben por qué? Porque con toda la gracia de Cádiz y con todo el saber de las últimas estribaciones de Grecia y Roma, como dijo en su Himno de la Aviación "escribió sobre el viento su hazaña:/ la gloria infinita de ser español."

 

 

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