ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 23 de noviembre de 2015                 
                             
 

Diesel y Princesa

En estos días todos hemos querido ser franceses, al ver cómo, tras sufrir una matanza como nuestro 11-M, el pueblo se unía con sus gobernantes y cantaba "La Marsellesa" como un himno de paz y esperanza. Y no como aquí, que en circunstancias parejas llamaban "asesinos" a los gobernantes. Y en materia del himno, silban la Marcha Real cuando suena en ciertos campos de fútbol y hay candidato a presidente del Gobierno que la llama "charanga". Y en los atentados de París, ha habido además una heroína que nos ha conmovido a los que amamos a los animales. Era una perra, guía canina de la Policía. Diesel era su nombre. Su raza, pastor belga. Cuando la Policía cercó Saint Denis en busca de la madriguera de los asesinos yijadistas, Diesel, como una valiente, fue la primera que entró en el piso de los criminales, cuya puerta había derribado un ariete explosivo. Y como les pasa a los valientes que son los primeros en asaltar al enemigo, a la pobre Diesel la acribillaron a balazos. ¿No han visto nunca los guías caninos de la Policía sevillana, registrando lugares de peligro? ¿No han visto los ojos de inteligencia y de valor de esos perros policías? Esos mismos ojos de todos de los guías caninos tenía la fiel, leal y heroica Diesel.

Al saber su triste historia me acordé de la sensibilidad de los ingleses con los animales. En Park Lane, en el cruce con la calle Upper Brook, muy cerca de Hyde Park, existe un monumento a los animales en la guerra. Es la figura en bronce de una mula de Artillería, que con una pieza cargada en sus artolas camina hacia el frente. Y sobre el mármol, la leyenda de homenaje: "Este monumento está dedicado a todos los animales que sirvieron y murieron junto a las fuerzas británicas y aliadas en las guerras y campañas a través de los tiempos". Ese monumento también está desde ahora dedicado a Diesel, que dio su vida por la seguridad de todos, en esta guerra sin frentes que estamos viviendo.

Y tras recordar la mula artillera en su bronce de Hyde Park, sentí los deseos de ser inglés al recibir la carta de una vecina. Cuanto me narra no hubiera ocurrido en Inglaterra. Verán. Muchas tardes, cuando iba al supermercado Más de la calle Bami esquina a General Ordaz, encontraba allí y acariciaba a una linda gatita callejera, que vivaqueaba en los jardines del edificio, en el pretil de una cristalera donde al otro lado estaba la cajera del establecimiento. La gatita tenía siempre una vasija con agua y el pienso felino que le llevaban sus protectores. Y cuando nos acercábamos a acariciarla, levantaba ella el lomo y el rabito muy tieso en señal de cariño en su desvalimiento. Princesa le pusieron de nombre los vecinos. Era de raza común europea, atigrada, de ojos claros. Como mis gatunos Remo, Rómulo y Romano. La otra tarde fui por pan y la gatita no estaba en su rincón. No había pienso ni agua. Y se me encogió el alma al recibir el mensaje de una vecina: "Han envenenado a otra gatita: Princesa. Esta pequeña llevaba mucho tiempo por el barrio; vivía en las inmediaciones y el jardín del supermercado Más. Muchos de los vecinos le dábamos de comer y la cuidábamos; hemos intentado recogerla; ojalá la hubiera podido quitar de la calle; los refugios no recogen; los animales parece que están en un segundo plano. Así que entre los que amamos y respetamos a los animales la hemos alimentado y dado cariño y cuidado. Hasta que un vecino descontento y con mucha maldad, la ha envenenado. Es del mismo bloque, pero no quiere dar la cara; es muy valiente para matar seres vivos pero no para dar la cara y apechugar con las consecuencias. Ese valiente le ha quitado la vida a un animal que lo único que hacía era pedir un poco de calor y cariño; pero no es valiente para decir "he sido yo". Ya había amenazado con hacerlo y no es la primera vez que lo hace. Esta pobre gatita, Princesa, apareció en su rinconcito reventada por dentro, muerta después de una horrible agonía".

Por eso, como quise el otro día ser francés al oír "La Marsellesa", ahora quiero ser inglés: nadie habría envenenado a Princesa en Gran Bretaña. Pero como soy español (y a mucha honra) en tiempo y forma, general don Laurentino Ceña, denuncio a vuecencia por medio de estas lìneas y ante el eficaz y abnegado Seprona de la Guardia Civil el envenenamiento de Princesa, a ver si detienen a su envenenador y el juez le ponen una buena pena a ese cobarde y desalmado matagatos...

 

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