ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 4 de diciembre  de 2015                 
                             
 

Adviento en El Postigo

A los que amamos a Sevilla, esta Vieja Dama, nos pasa como a los que queremos a una mujer: que nos gusta hasta recién levantada, con la cara lavá, sin pintar y sin arreglar. Que le guste Sevilla a alguien en los días de la luz y los naranjos en flor, de luna grande y capirotes altos, está al alcance de cualquiera. Pero ¿y lo hermosa que está la Vieja Dama en estos secretos días finales del otoño? Su propio otoño de la decadencia, tan sereno, se une al de la estación,tan hermoso. A mí me gusta Sevilla especialmente en dos fechas: cuando los días más largos, en los casi eternos atardeceres de seises, jazmines y jacarandas, cuando parece que al sol le está costando trabajito despedirse de ella desde el otro lado del puente, camino de la mar de Huelva con los malvas de Juan Ramón; y ahora, en los días más cortos, cuando se acerca la fiesta de San Lucia con sus ojos sobre un plato de loza cartujana en el azulejo de Santa Catalina. Estas fechas en que el sol parece que tiene prisa por irse, por el frío que está pasando en la humedad de zócalos empapados y verdinas de fachadas y se hacen las más largas noches de alhucema en la copa.

Si bonita está Triana cuando le ponen banderitas al puente, más hermosa está Sevilla cuando empieza el Adviento, de San Andrés a la Purísima. Y si por las mañanas tienes un frío de morir, de sabañones y de guantes de lana, y por la tarde el sol apresurado a meterse por detrás del Cerro de Santa Brígida le da esta tamizada luz tan otoñal como la Vieja Dama, por las noches se nos pone hermosamente antigua. Con las calles vacías, en las que puedes escuchar sobre la acera el repique de los tacones de una muchacha. Con sus tocayas las damas de noche en su segunda floración, que trasminan con su perfume la sorpresa de una esquina que huele a la propia hermosura de la soledad.

Y gozando esta otoñal Sevilla de noche de Adviento iba por la calle Aduana camino del Arenal, cuando llegué al Postigo. Y al cruzar el Arco, iba a detenerme a rezarle una salve a la Pura y Limpia como cada vez que paso por allí (salve en latín, que es el lenguaje que Dios y su Madre entienden sin traductor simultáneo), cuando vi que la Capillita estaba a oscuras. No me acordaba que la Pura y Limpia, como en estos cien gramos de Catedral mejor despachados que hay en Sevilla no cabe ni su junta de gobierno con todos sus oficiales, estaba de novena, como cada año, en el convento de la Encarnación, escuchando cada tarde en la voz de las monjas el piropo sevillanísimo de las cuatricentenarias coplas de Miguel Cid: "Todo el mundo en general /a voces, Reina escogida,/diga que sois concebida/sin pecado original".

Miro a través de los cristales de la reja en la plena oscuridad de la Capillita y adivino que un Crucifijo, como una miniatura del Cristo de la Buena Muerte que pasa el Martes Santo por este Arco, está allí el hueco que la Pura y Limpia ha dejado. ¿Seguro que lo ha dejado? Yo La sigo adivinando. La oscuridad también reza: "Bendita sea tu Pureza/y eternamente lo sea..."

Y antes de cruzar el Arco, degustando y saboreando esta Sevilla, compro Lotería de Navidad en la Administración adosada a la muralla, y me fijo en un símbolo en el que antes no había reparado. El Conde de Barajas mandó poner el escudo de Sevilla en el Postigo del Aceite no mirando a extramuros, alardeando de santos, como hubieran hecho en otras ciudades. La Sevilla verdadera todo lo hace hacia los adentros. Como el buen toreo. El Postigo no presume de escudo de la ciudad hacia el Arenal, puerto y puerta de las Indias. Se lo guarda en lo más íntimo. Como en el romance, Sevilla sólo canta su canción a quien con ella va. No tiene que presumir de nada. La misma intimidad del escudo mirando a intramuros tiene la Capillita vacía, en la oscuridad del silencio de estos hermosos días más cortos del Adviento. Del día 8 de diciembre, al 18: iremos de Arco a Arco. Del Postigo a San Gil. Y tiro porque me toca. Porque me toca seguir admirando la hermosura la Madre de todo un Dios que "se recrea en tan graciosa Belleza" cuando de Madrugada pasa por aquí y hasta detiene su Zancada como ahora parece que se ha parado el tiempo en el Arco del Postigo.

 

CorreoSi quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico  Correo

           

 

Artículos de días anteriores

                                      Correo Correo            

Clic para ir a la portada

¿QUIÉN HACE ESTO?

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio