ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 20 de marzo  de 2016               
                             
 

Los emergentes

Cuando se acercaban las elecciones del 20 de diciembre (que también hay que tenerlos cuadrados como Rajoy para ponerlas dos días antes de la Lotería de Navidad), no hacíamos más que hablar de los partidos emergentes, como la gran esperanza de España frente a la vieja política. Llegaron las elecciones y resultó que los partidos emergentes no sólo no habían acabado con las viejas mamandurrias, mamelas, mangoletas y mangazos de la política a babor y estribor, sino que todo quedó como dijo don Luis Mejías a don Juan Tenorio tras el engaño que el burlador de Sevilla hizo de doña Inés de Ulloa, dama por cierto con nombre de óptico: «Mas con lo que habéis osado, imposible la hais dejado para vos y para mí». Ni a los viejos partidos les acabaron de dar el canuto de la licencia absoluta ni los emergentes subieron a la superficie de las mayorías suficientes. Miren los muros de la Patria mía cómo están desde entonces: estrictamente ingobernables, yendo cada uno a lo suyo y teniendo que asistir a hechos bochornosos por el ansia de poder de los que quieren cogerlo a toda costa, léase Sánchez Castejón. A quien por cierto me gusta nombrar por su segundo apellido, Castejón. ¿Por qué esa injusticia con su señora madre, borrarla del mapa del futuro de los salvadores (es un decir) de la Patria? ¿Por qué Rodríguez Zapatero era siempre Zapatero y nunca Rodríguez y, por el contrario, Sánchez Castejón es siempre Sánchez y nunca Castejón?

Tiene tantas ganas de coger poder este Castejón que roza el ridículo. ¿Usted sabe lo que es arrastrarse? Pues eso es lo que hace Castejón con tal de llegar a la Moncloa. ¿Culpa suya o de su señora esposa, que está deseandito llegar a ser la segunda primera dama de España y con tal de lograr su deseo le mete tal tensión al hombre que lo pone al borde del ridículo?

¿Qué hubiera dicho la izquierda si para salir de esta España ingobernable que nos han dejado los emergentes cogiera Rajoy el teléfono, llamara a la Merkel y le dijera: "Angela, hija, tú que tienes fuerza, a ver si le das un toque a los de Ciudadanos, a ese tal Rivera, y me hacen presidente y acabamos ya con este mareo de perdiz que lo tiene todo paralizado"? A la izquierda le hubieran faltado cielos donde poner el grito para denunciar la inadmisible injerencia de la dirigente de una nación extrajera en nuestros asuntos internos. Por el contrario, en sus imparables y lamentables ansias de poder no para su proyecto político, sino para sus carnes morenas, Castejón ha llamado a Tsipras para que le junte las manos, le cuadre y le ponga en suerte a Iglesias, a fin de que pueda tocar pelo de poder. Que es lo que quiere a toda costa. Se pueden tener ansias de poder, pero, hijo mío, eso hay que disimularlo un poquito. Y como la derecha es vaina o carajota (o ambas cosas), tampoco ha levantado la voz por meter al señor Tsipras en nuestro actual embrollo. Menos mal que el tal helénico, como España le coge demasiado lejos, no ha movido un dedo.

¿Emergentes los partidos? ¿Emergentes los políticos? ¡Una higa! Emergentes los toreros de nueva planta y de nueva hornada, la generación que viene arreando y hartándose de cortar orejas y de abrir puertas grandes en Valencia y ya verán en Sevilla. Esos sí que han sacado a la Tauromaquia del letargo en que estaba. Esos sí que le han devuelto a la Fiesta lo que justamente le falta a España en esta hora: ilusión. Esperanza en el futuro. Lo que en política no han logrado ni Iglesias ni Rivera (que de momento se han comido una catalina así de grande) lo han logrado con creces todos estos chavales que vienen arreando, con la alternativa en la boca, Roca Rey, López Simón, Garrido, o los novilleros que pronto serán matadores, como Varea y Ginés Marín. Ahí sí que hay emergentes, en el Toreo. Y triunfantes. Y no tienen que arrastrarse como una caja de pescado para pedirle a un griego que aquí no pinta nada una limosnita de poder, por el amor de Dios...

 

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