ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 5 de abril  de 2016               
                             
 

Juanito el Practicante

Cada día me reafirmo más en mi convencimiento de que la esquela mortuoria de ABC es un género literario. Género que tiene que ver mucho con la novela, con la poesía y a veces con el teatro, porque hay que ver el póstumo "postureo" (como se dice ahora) que se gastan algunos poniéndose apellidos más largos que un Ave en doble composición y más títulos que los que han ganado el Real Madrid y el Barsa juntos en las últimas temporadas. Digo todo esto porque el viernes leí una esquela que era una novela. La evocación de toda una época, de una Sevilla de barrio que ya no existe y de unos pueblos, ay, donde se han cambiado las costumbres para parecerse cada vez más a la capital.

La esquela pedía rogar a Dios en caridad (menos mal que no en "solidaridad") por el alma del señor don Juan José Mateos Iglesias, esposo que fue de la señora doña María Jesús García Gaviño. Y tras el nombre del difunto, a cuya familia expreso mi pesar, su profesión y rango: "Decano del Ilustre Colegio Oficial de Enfermería". Pero bajo ese título profesional, otro como de grandeza de España: con el que lo conocían sus amigos, compañeros y enfermos. Porque muchos no habrán sabido quién era don Juan José Mateos hasta que hayan leído, honrosamente proclamado bajo su nombre: "Juanito el Practicante". Óooole. Así, así se llamaban ellos mismos y muchos se lo siguen llamando, y a mucha honra. Como un compañero de trabajo de la Jefa de mi Casa Civil en el Real Hospital de San Lázaro, que cuando cambiaron el nombre de la titulación de su profesión, decía con tanto mosqueo como orgullo:

--- ¡Yo no soy enfermero! Enfermeros son los que llevan las camillas de los heridos en las guerras. Y tampoco soy ATS, Ayudante Técnico Sanitario. ¡Yo soy practicante! Como practicante gané las oposiciones a este Hospital de la Diputación, "Practicante en Medicina y Cirugía", que dice mi título de la Facultad, y practicante sigo siendo. ¡Qué enfermero ni qué Diplomado en Enfermería! Enfermería es la de la plaza de los toros...

Me imagino este orgullo profesional en el difunto don Juan José Mateos: en Juanito el Practicante. Al que conocimos todos. Si no a él, a don Juan José, a otro practicante con su mismo amor por la profesión, su misma entrega, fuera la hora que fuese. ¿En qué pueblo de la provincia o en qué barrio de Sevilla no se sigue recordando a Fernando el Practicante, a Don Manuel el Practicante, a Antoñito el Practicante? Los que iban de casa en casa a poner inyecciones al niño enfermo, a la abuela delicada o a la muchacha que había cogido una pulmonía doble. Los que portaban bajo el brazo aquella carterita con los avíos profesionales, en la que llevaban la misteriosa pequeña caja metálica de la que, una vez abierta, sacaban la jeringa de cristal (desde luego que no desechable) y las agujas. Y a la base de aquella caja metálica, en la que echaban el alcohol que pedían a la dueña de la casa, le metían fuego con el mechero y era la lumbre para hervir y esterilizar la jeringa de cristal y la aguja en la otra mitad de la caja mágica, que cogían con una pinza mientras el agua hervía a borbotones.

Los grandes médicos de Sevilla tenían sus propios practicantes de la consulta, que iban por las casas de sus enfermos a ponerles las recetadas inyecciones. En el Cuadro Médico de la Asociación de la Prensa teníamos al inolvidable y más que servicial don Ángel del Saz, que iba casa por casa de los periodistas a poner inyecciones a nuestros hijos, y al que había que pagarle 5 duros, 5, pues con el importe del resto de su minuta corría la propia Prensa, con lo que se demuestra que el listísimo benacazonero don Celestino Fernández Ortiz inventó el copago sanitario antes que nadie.

Y todo esto por no hablar de los eficientes practicantes de las lamentablemente extintas casas municipales de socorro, los más expertos en brazos rotos, pies esbolillaos y niños chocaos que había en Sevilla, sin tanto cuento de Centro Regional de Traumatologìa, ni tanto gasto sanitario, ni tanta Área ni Hectárea. Como consorte de la profesión que soy, no puedo menos que proclamar: "Juanito el Practicante ha muerto. ¡Vivan los viejos Practicantes en Medicina y Cirugía!".

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