ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 14 de abril  de 2016               
                             
 

La caseta de Emasesa

Existe un Derecho Sevillano, como hay otro Romano. Sus códigos están escritos naturalmente a pluma: a pluma del casco de los armaos de la Centuria Romana Macarena. Ese Derecho es el que nos ampara cuando se le dice al camarero de la barra de un bar, al pagar una convidá:

-- No le cobre usted a aquel señor, que no es de aquí.

¿Derecho de gentes se llama eso? Y lo del "prior tempore potior iure" funciona perfectamente. Sin salir del ejemplo del bar, vas a pagar la consumiciòn de alguien que está en la barra, que es de aquí e incluso del propio barrio, pero el convidado te lo rechaza aduciendo el Derecho Romano Sevillano:

-- No, el que paga soy yo. Yo estaba antes.

Derecho esgrimido también por las de las sillitas viendo las cofradías, que te paras en una acera para admirar un palio, y te gritan:

-- ¡Eh, eh, no se ponga usted ahí delante, que nosotras estamos aquí cogiendo sitio desde las 3 de la tarde!

"Prior tempore spatioque potior iure", sería en este caso. Y como expertos en Derecho Hispalense que somos todos, tiene que haber eximentes a la sevillana. Cuando nos enteramos de un hecho delictivo fruto del ingenio o de la gracia, al juzgarlo le aplicamos inmediatamente la eximente del "qué arte". Por ejemplo, se la hemos aplicado al aguililla que le estaba alquilando a un panoli la caseta de Emasesa en la Feria. ¿Habrá que tener arte para alquilarle a un cateto la caseta de Emasesa? Y la Caseta del Aero porque no se le ocurrió, que, si no, también se la alquila. Eso no es delito. Ni falta. Eso es arte. Y como es arte, no debe ser condenado. Por la eximente del "animus cachondeandi", que es la que también hubo que aplicarle en su día a aquel gachó que se dedicaba a venderles a los turistas...¡entradas para la Feria! Óooooole. Desde luego que por la Feria se ve cada ejemplar que parece que le acaban de pegarle el timo de venderle una entrada para poder acceder por la Portada.

Esto es la puesta al día de la novela picaresca. Como aquellos dos que paraban en la taberna Barbiana del Duque, donde tomaba su copita de aguardiente el cobrador del tranvía de la Puerta Real y pedía al dependiente que le cambiara las monedas en billetes. Los timadores intimaron con el cobrador y ante un cateto que entró se hicieron pasar por dueños del tranvía de la Puerta Real. Le dijeron que aquello daba un dinero todos los días, que cobraban en el Barbiana: las monedas que el cateto vio sacar de su cartera al hombro al cobrador. ¡Y le vendieron al cateto el tranvía de la Puerta Real! Deberían ser los bisabuelos del que le iba a alquilar a un gachó la caseta de Emasesa. Con la mala pata que de que esta vez apareció por allí mi admirado Cabrera, el delegado de Fiestas, se olió la tostá y llamó a los guardias.

Y más cosas clásicas sevillanas de la guasa de la Feria que me recuerda la caseta de Emasesa, que por poco se la arriendan al panoli. Se necesita ser gilipollas para querer alquilar una caseta donde pone "Emasesa", como en los husillos del agua. La frustrada transacción me evoca cuando la Peña Er 77 rifó el Caballo del Cid, pero completamente de guasa. La Hermandad del Rocío de Triana, para recaudar fondos para la romería, rifaba cada año la famosa Jaquita del Rocío. Un potro seguramente regalado por los Ramos-Paùl que el tío que vendía las papeletas paseaba por toda Sevilla con su cabezal, precedido de un tamborilero que tocaba el paso de carretas. Como guaseándose de la Jaquita del Rocío, el Marqués de las Cabriolas llegó mucho más lejos: cuando la Feria del Prado rifó el mismísimo Caballo del Cid. ¿Habrá mejor jaca en Triana y en Sevilla? Y que conste que las papeletas no eran para trincar, sino para hacer caridad: lo que sacaban con el cachondeo de la rifa del Caballo del Cid iba todo para los niños lisiados acogidos por los Hermanos de San Juan de Dios en Nervión, muy cerca del famoso Manicomio de Er 77... Así que el de la caseta de Emasesa es un clásico. A ese tío no hay que imputarlo ni condenarlo. A ese tío hay que darle el primer premio de sevillanía, lo mismito que se da a la mejor caseta.

 

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