ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 25 de mayo  de 2016               
                             
 

Valderrama en rama

Luego habrían de venir los reconocimientos, los homenajes, las medallas, el Festival de la Unión o la plaza de Las Ventas con todos allí, de Serrat a Lola Flores. Pero aún eran los años en que estaba proscrito por los pontífices de la pureza del cante. Le negaban el pan y la sal a Juanito Valderrama, dominador de todos los palos flamencos. ¿Por qué? Porque no había rendido tributo de vasallaje ante Antonio Mairena y en el flamenco no reconocía más magisterio que el de otro Antonio: Don Antonio Chacón, cuyos ecos se escuchaban todavía por los reservados de Villa Rosa cuando llegó a Madrid a ganarse la vida como jornalero del cante, en el que terminó siendo dueño del cortijo de los grandes públicos de su España querida, que tan dentro del alma llevaba metida, emigrante en su propia tierra por su modo de entender el arte.

Hablo de aquellos años en que Valderrama estaba borrado de todas las geografías oficiales del cante y de las Guías Michelín de los festivales flamencos de los ayuntamientos del franquismo, en los que ponían la mano artistas que luego se las dieron de muy rojos. Valderrama estaba borrado del mapa, como Pepe Marchena, como Caracol, como Vallejo, que murió pobre, solo y abandonado en una cama del Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla. Las llagas de las cinco puñalás traperas que los pontífices flamencos le habían pegado al cante no gitano en nombre del purismo, inquisición de todo lo cuanto fuera triunfo del gusto verdaderamente popular y éxito del disco dedicado en el programa del oyente.

En aquel tiempo pasamos Isabel y yo una tarde por la calle Sierpes, y en la puerta del Cine Imperial había un letrero anunciado que a las 7 cantaba Valderrama. Yo lo admiraba y había dicho de él, cuando todos lo despreciaban, que había sido el primer cantautor de España, cuando se escribió él mismo "El emigrante" sobre la música de una falseta que el Niño Ricardo le había tocado en el Teatro Cervantes de Tánger, cantando a un público compuesto por muchos republicanos españoles del exilio en aquel internacional y abierto pequeño París o Nueva York al otro lado del Estrecho. Y nos compramos en la taquilla nuestras dos localidades y entramos a escuchar a Juanito en el Imperial de la calle Sierpes. Cuatro gatos. O tres. Estábamos en el patio de butacas tres tristes gatos que admirábamos el arte popularísimo de aquel artistazo de un pueblo de Jaén: "Se llama Torre del Campo/vaya nombre y apellío". Y aquella tarde del viejo teatro de Sierpes, cuando Juanito me quincó en el casi desierto patio de butacas, se le vino el alma arriba y me dedicó todo su repertorio. Como en un cuarto de los cabales. Toda una enciclopedia de los cantes, la que había grabado en discos ya históricas. Todo su cancionero, de "Mi primera comunión" a "Madre Hermosa". Con la fábrica de caramelos que tenía en su dulce garganta, fue colgando por Sevilla entera las banderas de desafío de su despreciada grandeza como artista, la que le negaban, envidiándole su enorme tirón popular. Porque yo decía: "A ver, dime una letra de Antonio Mairena". Y nadie se sabía ninguna. Y luego: "Pues dime entonces una letra de Valderrama". Y me respondían: ¿Cuál quieres? ¿"El emigrante" o "La primera comunión"? Másd tarde, como digo, vendrían las medallas, los homenajes, los reconocimientos. Pero por dentro llevaba Juan la amargura de tantos años de desprecios. Los mismos, los mismitos que había sufrido en vida Rafael de León, también ahora exaltado casi por los mismos que lo condenaron en vida. Otra tarde de Sevilla se me acercó con Dolores Abril y me dijo que quería que le hiciera un libro como el de Curro Romero. Se lo hice. Tuve el honor de gozar de su amistad y de conocer las penas y alegrías de su vida, dedicada por entero al cante y a la canción. Por eso ahora me río de todos los que entonces lo negaban porque decían que adulteraba el cante y ahora lo exaltan. Este Valderrama en rama, como la buena manzanilla, como el buen aceite de su tierra, sin quien ni Camarón, ni Poveda ni Mercé se entenderían.

CorreoSi quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico  Correo  

         

 
 

                                      Correo Correo            

Clic para ir a la portada

¿QUIÉN HACE ESTO?

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio