ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 18 de julio de 2016               
                             
 

El Salvador del Cachorro

De cuanto voy a contar hace hoy exactamente 80 años. Se llamaba Salvador Dorado Vázquez. Más que planta de capataz de cofradías, las tenía de boxeador, que lo fue, en el ring del cine de verano de la calle Relator. Había nacido en 1912 en esa parte de Triana a este lado del río a la que llamar solemos Arenal: en la calle Galera. Pero muy de niño su familia se mudó a Triana propiamente dicha. Allí, en las hambres del corral trianero, no se hartaba de pedir pan con aceite con su media lengua: "Paitente". Y "Paitente" se le quedó de nombre en la Triana de los motes, aunque luego este apodo infantil, metido en el mundo del costal, para no desentonar ante los cuerpos de nazarenos, rompiera en que le llamaran "El Penitente".

Trabajó en los tejares de la Vega casi desde niño, y luego de carrero, y para ganarse unos jornales, ya con 15 años se metió debajo de un paso, como costalero de la cuadrilla de Rabasa, sacando La Cena. Pero al poco pasó a la órdenes de Ariza el Viejo, aquel capataz con nombre como de escultor del Siglo de Oro iniciador de una saga. Al Penitente, a pesar de sacar pasos, le ocurría como a tantos costaleros de la colla del muelle: que era un sindicalista medio agnostiquete. Debajo de los pasos iba media CNT y medio PCE de otro del muelle, de Saturnino Barneto. Años republicanos de no salir las cofradías, de reunión de capataces en casa de Ybarra el del Silencio para llegar a un acuerdo con las cuadrillas... Y la noticia del levantamiento del Ejército en Marruecos. Y Triana la roja en armas contra los militares que han tomado el centro de Sevilla. Por San Julián y por San Román arden las iglesias. En Triana le meten fuego a la casa de Mensaque y hay muertos por las calles con un letrero sobre el cadáver: "Po facista". Va la horda a La O y destruye la ayuda de parroquia. Salvador se entera entonces que van camino del Patrocinio, para quemar al Cachorro. Salvador lo ha sacado muchos Viernes y lo ha llevado a expirar sobre las aguas del puente, al faltarle el aire de Triana, que esta tarde de julio huele a quemado, a pólvora, a odio, a sangre. Salvador, como miliciano que es, coge un fusil, quizá saqueado en La Cava del cuartel de los Civiles, y se aligera para llegar al Patrocinio. Se planta en la puerta de la iglesia. Y cuando llegan las hordas incendiarias, con el mosquetón en la mano se enfrenta, solo, a ellas:

-- Al que intente quemar a mi Cachorro le descerrajo ahora mismo un tiro en toa la cara...

Y ante aquel espectáculo de valentía, de pundonor, de trianería, de profesión de fe de Salvador Dorado en defensa de su difícil Dios del Patrocinio, los incendiarios se retiran. Dorado es más Salvador que nunca en esta tarde calurosa y sangrienta de julio en Triana. Ha salvado al Cachorro de las llamas. Pero no ha salvado sus ideales de juventud. Los militares cruzan el puente y toman el barrio. Sábanas blancas en los balcones. Salvador, con lo puesto, huye camino de la zona leal a su República. Como ya ha hecho el servicio militar, le dan mando en el Ejército Popular. En 1937 ya es capitán. Dos años más tarde, en 1939, está "cautivo y derrotado". Y condenado a muerte en consejo de guerra. Llega la noticia a Triana. La Hermandad del Cachorro media ante las autoridades del Movimiento y atestigua que Salvador salvó al Cristo. Le conmutan el paredón por 30 años. Campo de concentración en Heliópolis, batallón de castigo en La Almoraima, trabajos forzados, hasta que por fin lo indultan como el que evitó que Illanes o Castillo hubieran tenido que reconstruir un Cachorro: el "Cachorro mío" del Penitente.

Lo demás es de sobra conocido. Cuando iba de patero en el palio de La O el Viernes de 1943 que lo arrolló un tranvía en el Altozano y aguantó en el zanco él solo hasta que se saliera toda la cuadrilla. Cuando formó cuadrilla propia en 1946 y sacó La Trinidad. Cuando enseñó a "los niños" de Los Estudiantes en 1973. Cuando le dijo al Balilla, mandado el palio de Los Gitanos, que "a los cables con Ella" y Ricardo lo corrigió: "A los cables, no, Salvador, ¡al cielo con Ella!". Yo ahora me voy a ese cielo de Sevilla, en llamas fratricidas hace 80 años, y me encuentro allí al Cachorro con su Salvador. ¿Y no le va a poner Sevilla una calle al miliciano de Triana que salvó al Cachorro de las llamas y luego se hizo capataz para llevar al Cielo a su Madre gitana?

 

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