ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 14 de enero  de 2016                
                             
 

Chinos y helados

Para no desentonar del género al que pertenecen tanto la nueva presidencia del Congreso de los Diputados como la acoquinada inacción del Gobierno ante el sedicioso golpe de Estado sin fusiles perpetrado por los separatistas catalanes en presencia de un ministro del Reino de España y de un teniente general del Ejército que juró defender la Bandera que allí no estaba por parte ninguna, esto va hoy también de humor negro. Porque cuanto está ocurriendo en España es de humor negro. O de novela negra. Futuro tan negro como la túnica de aquellos para los que en esta gravísima hora de España el mayor problema es si el palio cabe por la calle San Roque o no cabe por la calle San Roque.

Y digo humor negro porque voy a hacer una arriesgada incursión en ese género, tras el llamado Crimen de la Heladería, que parece el título de una de las novelas que ahora se llevan y que son como hojas de "El Caso" ampliadas a 300 páginas. A mí me entrañaba la cantidad de heladerías que estaban poniendo en Sevilla. ¿Tantos cadáveres que esconder en los congeladores hay? Pero ahora me van a extrañar más. Cuando pase por una de las siete mil que han abierto, en la calle Tetuán, en Laraña, en la Avenida, en Sierpes, me preguntaré:

-- Esta heladería, ¿será de las de cadáver de asesinado en el congelador o de las normales?

Animo al Gremio de Heladeros (por el buen nombre de su cuna alicantina de Ibi y en memoria del señor Fillol, el único que despachaba helados en invierno en Sevilla, en sus establecimientos de junto a Correos y de junto al cine Llorens en Sierpes), a que se presenten como acusación particular en el proceso por el Crimen del Congelador. Sí, sé que es una heladería de la Macarena. Pero como la gente es como es, se creerá ahora que no hay heladería medio buenecita que no tenga en el congelador su correspondiente cadáver de señor asesinado con el palo de una sombrilla, o con el palo de la fregona, o con el palo de un cante; que hay flamencos que no cantan por un palo, sino que son para darles con un palo en toda la cabeza, ¿verdad, Alberto García Reyes?

El daño al Gremio de Heladeros ya está hecho. El chiste está servido. Más de un gracioso sevillano, ante el mostrador de una de las siete mil heladerías, le dirá a la niña que despacha, cuando le pregunte de qué gusto lo quiere y si en tarrina o en cucurucho:

-- ¿Lo tienen con sabor a fiambre de asesinado? Si lo tienen, me va a poner una tarrina de las grandes, que lleve media de tutifruti y media de fiambre.

¿Tanto género guardan las heladerías que en sus congeladores caben señores de cuerpo entero y de cuerpo presente? Las muy perjudicadas heladerías, tras este crimen, serán apuntadas por muchos en el mismo apartado que los restaurantes chinos. Ese embuste (o sea, "leyenda urbana", como dicen los cúrsiles) de que nadie ha visto nunca en el cementerio el entierro de un chino, ni la papeleta de defunción de un chino en las esquelas del ABC. Y que a los chinos, cuando se muere uno de ellos, lo guardan en el congelador de sus restaurantes y lo van sirviendo muy poquito a poco, ¡venga de frente, no correr!, en forma de rollitos primavera y otras orientales delicias. Muchos no entran en un restaurante chino ni aunque se lo mande el médico, porque creen que de segundo plato se van a comer al difunto suegro de la chinita tan simpática que sirve las mesas. Eso si, con mucha salsa de soja y hojas de bambú. Ahora habrá quienes homologuen las heladerías con los restaurantes chinos, de ahí mi sugerencia al Gremio de que se presente como acusación particular, por los daños colaterales que ese crimen ha infringido al de turrón y al de vainilla, al de estrachatela y al de sabor a torrijas, como lo ponen en La Florentina, heladería de la calle Zaragoza libre de toda sospecha. Tan libre de sospecha como Rayas, tanto la de San Pedro como la de la Puerta de Triana, porque como cuando metieron al fiambre en el congelador de la nata y la fresa estaban cerradas por temporada invernal hasta Semana Santa...

 

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