ANTONIO BURGOS | ANTOLOGÍA DEL RECUADRO


 

ABC  de Sevilla, 22 de agosto de 1982
                             
 

El pelón

Un conocido, que aparte de ello es lector, me animó el otro día a escribir sobre el pelón, sobre el montón, que también se le llamaba, sobre los antiguos bautizos de azotea que cantara El Pali, conlas botellas de gaseosa y de cerveza enfriándose con barras de nieve (de nieve, no de hielo, en sevillano se escribe hielo, pero se pronuncia nieve) en los baños de cinc o en los lebrillos de los cuartos de lavadero.

-—¿Por qué ya no hay pelones en los bautizos?

Y me evocó este mundo que trato de aprehender entre las teclas de la máquina. Que ya había caído la tarde: "Me lo diste moro y te lo devuelvo cristiano". Y los compadres empezaban a hablarse ya de usted, y salía de la sacristía el señor cura cerrando la puerta con llave y sotana, y la madrina, el niño con las ropas de cristianar, el largo batón, se montaba con su peina en un taxi, y los chiquillos del barrio, perras gordas con un guerrero alanceando con su flecha el cinc de los años del hambre, nos arremolinábamos sobre las losas de Tarifa de las Gradas de la Catedral, mis pelones eran los del Sagrario:

"¡Padrino, no lo gaste en vino,

gástalo en galleta,

para el niño teta!"

Y caían sobre las grises losas de Tarifa de las Gradas las monedas, y en la copiosidad de tan argéntea lluvia sabíamos la condición y clase del padrino:

-—Anda que no es agarrao ni ná este padrino...

-—Tiene que estar más tieso que un bacalao...

Ya todo aquello se ha perdido. Cuando por San Pedro el arzobispo nuevo mandó cumplir la tradición, y que don Andrés Galindo Campos (pan de Alcalá) tirara en su nombre las monedas de la costumbre en la toma de posesión, algún iletrado las relacionó con los pelones y los montones de nuestros parroquianos bautizos de barrio. Que lo de calonges y titulares de la Mitra era distinto, que era lluvia de monedas para demostrar que no accedían al cargo por dinero, y en los doblones que se arrojaban se veía la generosidad y espiritualidad de la dignidad ganada en oposición a otro candidato, conforme al Derecho de Roma. Hasta recuerdo, que uno va teniendo una edad, la toma de posesión como canónigo de don Ángel Urcelay, qué elegancia la de aquel vasco separatista que el Cardenal Segura sacó de la cárcel de Carmona y que tanto amaba lo nuestro. Urcelay tiró monedas de plata, de auténtica plata, cuando se posesionó de calonge o de capellán real, esto no lo recuerdo bien.

¿Y en los bautizos, por qué no hay ya pelones?, me preguntaba este conocido. Pues creo que por la pérdida de la propia institución del compadrazgo. Los padrinos suelen ser ya los abuelos de la criatura:

-—Tu padre y mi madre. Como en la boda fueron padrinos mi padre y tu madre, que ellos saquen ahora de pila al niño...

Ya no suele ser el padrino un compadre -—tratamiento que en la pila tiene su origen—-, ni un amigo, ni siquiera un conocido. Todo queda en la familia: primos, hermanos, tíos. El bautizo ya no tiene aquello de deslumbrón ante el barrio, que llegaba la banda La Sopa, y el del pianillo, y un maricón que cantaba muy bien por Mari Paz y que ponía a navegar un barquito velero "que es de miel y canela, de plata y cristal", y nosotros, antes de que todos se subieran a la azotea y les dieran una buena propina a los taxistas, nos habíamos metido las perras chicas y las perras gordas en los bolsillos llenos de bolas de barro y cigarros de matalahúva:

--¡Peeeelón, peeeelón, peeeeelón!

 

 

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