ANTONIO BURGOS | ANTOLOGÍA DEL RECUADRO


 

ABC  de Sevilla, 4 de septiembre de 1982
                             
 

Cuplé del que viste a la Esperanza de Triana

Andalucía quizá sean Sevilla y sus puertos: Cádiz, Puerto de Santa María, Huelva, Palos de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda... Y en esa Sevilla de los puertos, en Sanlúcar de Barrameda, aún como una escena del desembarco de los veraneantes de sombrillas y amas, de crías desde el andarivel del «San Telmo», le han dado un homenaje a Fernando Morillo...

—¿Y quién es Fernando Morillo?

-—El que viste a la Esperanza de Triana...

Delicioso título sevillano, delicado oficio, lo metes en una novela y te hablan del barroco andaluz:

-—¿Y usted, a qué se dedica?

—Yo visto a la Esperanza de Triana...

Como un ayuda de cámara a lo divino, como un gentilhombre de los camarines, con la llave del Sagrario al cinto si es que tuviera uniforme de gala. Un universo de alfileres de cabeza blanca, de encajes de blondas, de sayas, de tocas, de mantos, de tocas de sobremanto, de puñales de plata y pedrerías, de coronas, de imperiales, de anillos, de pulseras...

-—Es que vestir a la Esperanza de Triana eso es arte. Eso es un arte...

Debe serlo, a juzgar por el misterio que rodea a Fernando. Suelo verlo por Sevilla, hasta nos decimos adiós. Es alto, calvo, abiertos los pies que parece que arrastra por el suelo de sobrarle tanta estatura. Te lo encuentras una tarde de junio por la calle de la Mar, cuando vas a la plaza de los toros, o una mañana de marzo por la Correduría, que vienes de comprar postales viejas en el Jueves. Lo saludas. Te preguntan, cuando ya ha pasado, quién es esa hombre calvo y alto, de tan largos brazos, con el que diste la sevillanísima paraíta de la charleta:

-—El que viste a la Esperanza de Triana...

¿Qué hace Fernando Morillo, aparte de los nervios de la Madrugada antes de la Madrugada, cuando ya se le han puesto las joyas a la Esperanza y las maniguetas son dos mascarones de proa esperando la botadura del barroco galeón del paso en el astillero sentimental de la calle Pureza? ¿Qué hace Fernando Morillo todo el año, aparte de vestir a la Esperanza de Triana para el besamanos, y para el altar de cultos, y para el paso? Quizá la realidad destruya el arte, pero al cronista le gustaría que Fernando no hiciera nada, absolutamente nada, en esta Sevilla donde triunfas si no haces nada y sientas plaza de santo varón y de hombre bueno, aunque tengas siete queridas, más trampas que David Crockett y más malas ideas que un miura, con permiso de don Eduardo (no es que yo me haya apuntado a la corte de los navalones y de los veneradores del Victorino de oro).

¿Qué hace Fernando Morillo a lo largo del año? Lo poético es que no hiciera nada, que todas esas veces que lo encontramos por Sevilla fuera o camino de la calle Pureza o de vuelta de la capilla de los Marineros. Y, además, es tan poético lo de los marineros... El cuplé. Fernando con sus encajes, y sus tocas de sobremanto, y sus alfileres de cabeza blanca, dando forma de mujer y de Triana a la imagen de candelero, "Bendita en calle Pureza/eternamente lo seas", vengándose de todos los hombres al darle a la Esperanza la más bella, barroca, corralera forma de mujer. Y la Sevilla de los puertos allí atrás, en la calle de la orilla del río, y Fernando siempre entre alfileres, que lo ves pasar por Sevilla entre alfileres, ¿viene o va a Triana?

-—Ese es Fernando, el que viste a la Esperanza...

SI te lo encuentras, marinero, dile que Triana también es él.

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