ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  29 de septiembre de 2016
                             
 
Elogio del Tendido 11

No sé si han pensado cuánta vida hay, al menos cuánto pulso literario, cuánto Quevedo, cuánta Epístola Moral, en esa Sevilla del culto barroco a la muerte que va de Valdés Leal al muñidor de La Mortaja. Pasando, naturalmente, por mi género literario preferido: las esquelas mortuorias del ABC. Que, como les expliqué, son como novelas condensadas, elegías del Modelo 5, tragedias griegas cristianizadas por la cruz que las corona. Aunque me había fijado en ella al leerla, me olvidé de comentar una esquela que por el teletipo de las amapolas digitales me envía el ganadero del Parralejo, que se escribe así y se pronuncia Pepe Moya. Mi querido y admirado Pepe Moya. El que ha plantado en Sevilla el Bosque Verde de Mercadona, como una laboriosa y germánica selva negra que da trabajo y riqueza, y que nunca nadie cita entre las principales industrias de Sevilla. Las verdaderas industrias. No esa pamema de llamar "industria" a tres barras de bar y a cuatro terrazas de veladores que atajan la calle y no podemos pasar los peatones, más cuatro Fondas del Peine a las que han puesto de mote "Hotel Boutique".

La esquela de ABC que me envía el penitente de Los Estudiantes que es hijo de pregonero y hermano de pregonero, es de un señor que falleció en Huelva el 31 de agosto y cuyo funeral, como el de todos los muertos del verano, se ha celebrado ahora. Viene bajo el nombre del difunto su profesión de agente comercial colegiado y el honroso título de su afición de años y años, alegrías y sinsabores, triunfo y hule, que allí mató el toro a Montoliú: "Abonado del Tendido 11 de la Real Maestranza de Caballería". Óle. Con razón la familia, al poner la esquela, ha cumplido su manda testamentaria o ha adivinado su deseo de pasar así a la posteridad en esa otra cara de la Amargura de la muerte que en la Sevilla del dios Jano es el Cristo de las Mieles.

"Abonado del Tendido 11". ¡Cualquier cosa! Para mí, el tendido más entendido de la plaza de Sevilla. Donde no se va a presumir, a ver y a ser visto, sino al "vamos a callarnos" de contemplar el arte o respetar el intento de realizarlo ante un toro. Les pondré un prototipo de abonado del 11, de aficionado verdadero, hondo y sin ganas de figurar. El que antes era el dueño de Vilima y ahora el abuelo de Rafita Serna: Pepín Lirola. ¿Tendría dinero Pepín Lirola como para sacarse un abono de primera fila de barrera de sombra donde los capotes? Pues no: prefirió siempre el Tendido 11. Donde medio Aljarafe, aficionado de verdad, entra cada tarde por la calle Adriano, no por el pintamiento de mona del Paseo Colón, las cámaras de TV, los fotiminutis del corazón y la Puerta del Príncipe. Ese Aljarafe de los toreros de Gerena, de los toreros de Gines, de los toreros de Castilleja, es el que ve los toros, sabiendo y entendiendo, desde el Tendido 11. Que, a ver si me entienden lo que digo: es un tendido de sombra que está en el sol. Escuchen las palmas del Tendido 11. Son distintas a las del 12. Y a las del 9, que está al lado. Son palmas a la verdad. Al "toreo de sevillanía", Chicuelo, Pepe Luis, Curro; y también a la otra cara de la moneda: al toreo verdadero de Sevilla, Diego Puerta, Paco Camino, Emilio Muñoz, Espartaco. Más se entiende de toros en este tendido de sol que en muchos de sombra. Hay más paladar y más conocimiento. Está como más cerca del campo bravo: con razón hace frontera con el enrejado palquillo de toriles donde los conocedores ven correr los toros que criaron. Y, a su vez, no tiene nada que ver con el Tendido 12, donde más se aplaude a los picadores cuando, terminado el primer tercio, los montados de oro vuelven al patio de caballos.

En la plaza de Sevilla hay como un sedimento de costumbres, estamental, que hace que cada cual esté donde tiene que estar. Dicen que algunos diestros tremendistas torean "para el sol". En ese sol no entra el Tendido 11, asolerado de sevillanía. Ya digo, en los duales de Jano, es un tendido de sombra donde da el sol. Que no es lo mismo que la solanera que saca por la Puerta del Príncipe a cualquiera, como sea, para luego poder contar en Cáceres que ellos estaban allí y que pidieron la segunda oreja, ¿no, don José Luque Teruel?

 

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