ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  21 de noviembre de 2016
                             
 

Desmantelar al PP

 Ya sé para qué ha hecho Rajoy ministro del Interior a Zoido: para que Juan Espadas siga siendo alcalde de Sevilla, y sin necesidad del apoyo de la Castuza, mientras le dé la gana y quiera. Zoido se ha ido a Madrid y ha dejado al Grupo Popular Municipal no sólo en cruz y en cuadro llevándose a la capital del Reino a lo más granado de sus 20 concejales, 20, sino dejando también al aire todas las vergüenzas del partido en el Ayuntamiento. Yo, por ejemplo, hasta que el sábado lo contó Alberto García Reyes, no sabía que los concejales de la oposición del PP se llevaban entre ellos a matar, y que están partidos por gala en no en dos, sino en tres facciones: los Oficialistas, los Críticos y los Neutrales, que son los que se mojan menos que El Cachorro cuando se refugia en La Magdalena. ¡Pues sí que estamos bien! Pocos y encima mal avenidos. Y también ha venido un palomo ladrón, que del Palomar famoso de la Casa Grande se ha llevado a Madrid lo más lustroso. Vamos, que hay palomas en la Plaza de América mucho más conocidas que los concejales populares del PP que ha dejado Zoido al frente del Palomar.

Porque de todos ellos, Zoido, encima, ha elegido como portavoz y jefe de los populares en el Ayuntamiento, o sea, como su sucesor, a un señor que tendrá muchísimos méritos, y que valdrá tela, pero que no lo conoce nadie. Tanto es así, que ni yo mismo me acuerdo ahora de cómo se llama, aunque sí me consta por experiencia propia que no es precisamente un dechado de simpatía y amabilidad. Es de los que si pueden, no te saludan. Con eso está dicho todo. ¡Antier se va a ganar a la gente, incluso a sus votantes! ¿Y cómo ha sido elegido jefe de la oposición municipal del PP este buen señor? Pues por un procedimiento modernísimo, de las nuevas tecnologías: por el método digital. Pero no digital de I+D+I, sino digital de dedo. Por el dedo de Zoido, que ahora apuntará desde Madrid lo mismo que la Giralda señala con su palma al Aljarafe desde lo alto de la Torre Mayor cuando va a llover.

Y no contento con el dedazo de jefe de este PP municipal desmantelado y en el chasis, va Zoido y dice que quiere traerse como candidato a alcalde del PP por Sevilla para las elecciones de 2019 a un señor de un pueblo. ¿No hay acaso en Sevilla posibles candidatos a alcalde del PP de peso como para que tengamos que traerlos de los pueblos? Sí, ya sé, este señor lo está haciendo muy bien en su pueblo, y aunque quisieron meterlo en un lío gordo para apartarlo de la política, al final resplandeció la verdad y se quedaron con tres palmos de narices los que querían empitonarlo.

Y por si todo esto fuera poco, los enemigos en plantilla que tiene el PP. El PP se caracteriza por esto: tiene a los enemigos en plantilla, con puestos importantes dentro del partido y carguetes tela de relevantes. Lo digo por Cristina Cifuentes. Por si el pobre de Moreno Bonilla no tuviera suficientes roscas que comerse frente al Sunami Susana que nos espera, y cuando el hombre con toda su buena voluntad monta una campaña contra el desastre del SAS de la Junta, viene desde Madrid doña Cristina Cifuentes, del Sector Celia Villalobos del PP, y no se le ocurre a la criatura decir más que los madrileños (que no tributan Impuesto de Sucesiones) nos pagan la Sanidad y la Enseñanza a los andaluces. Si Rajoy se lo ha puesto a huevo a Espadas, Cristina Cifuentes se lo ha puesto a huevo a Susana. Porque, además, es perfectamente descriptible el silencio con el que el PP de aquí ha respondido a la ofensa de la señora Cifuentes a los andaluces. Ni siquiera ha replicado sus paños calientes, cuando ha dicho lo que suele todo el que mete la pata y se arrepiente: que sus palabras han sido sacadas de contexto. No de contexto, sino de cacho, entre Ayuntamiento de Sevilla y lo que no es Ayuntamiento de Sevilla, el que está absolutamente fuera de cacho es el PP tras la marcha de Zoido a Madrid. Iba a decir como El Piyayo: "Pero a mí me da pena/ y me causa un respeto imponente". Me da pena, muchísima pena, pero tirar un capital político por la borda como lo han tirado y lo están tirando, no me causa ningún respeto, y mucho menos imponente.

 

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