ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 5 de febrero de 2017
                               
 

¡Chao!

Si yo estuviera peor despachado de vergüenza, ya me habría buscado un montón de subvenciones de todos los gobiernos que soportamos y pagamos: nacional, autonómico, provincial y local. Incluso algo más que una subvención: una mamela fija como asesor, que es la más deseable de todas las mamandurrias. ¿Por qué lo digo? Porque me vengo fijando que, gratis et amore, o sea "sin trincá", como decía Beni de Cádiz, de hecho tengo montado aquí un Observatorio de la Lengua Española y de Las Agresiones Que Sufre sin que protesten ni la RAE ni el Instituto Cervantes. O a lo mejor no es tal Observatorio, sino algo que se lleva muchísimo más, más políticamente correcto y por lo que se trincan muchas más subvenciones, e incluso puede uno colocar allí a la parienta, dos cuñados, tres primos y un amiguete: un Centro de Interpretación. Compruebo que, como en tantas cosas, estoy haciendo el carajote, porque con mis clases de Tertulianés y de Gilipollés de hecho tengo montado aquí algo que se lleva muchísimo, y por lo que se obtienen espléndidas mamandurrias públicas y privadas: un Centro de Interpretación. Un Centro de Interpretación de la cantidad de gilipolleces que se ponen de moda en nuestra maltratada lengua española, que ojalá la defendiéramos aquí por lo menos como en Puerto Rico, ahora que los que callan como hetairas porque no sea "lengua vehicular" en la enseñanza en Cataluña se escandalizan con Trump por no sé qué de la página en español de la Casa Blanca en Internet.

En este observatorio y centro de interpretación he llegado a la conclusión de que en la ola de laicismo que nos invade, que está de moda y que se lleva muchísimo esta temporada, se está empezando a perder el "adiós", que está siendo sustituido a pasos agigantados por el "chao". Con tal de no mentar a Dios ni al despedirse son capaces de romper a hablar en italiano. Que es como he observado que sus presentadores despiden muchos programas de la radio y la televisión públicas, que pagamos todos: "Hasta mañana, ¡chao!". Hijos, ¿tanto trabajo os cuesta decir "adiós", o es que no queréis ni siquiera nombrar al Creador? El caso es que hasta la RAE, tan dada a las complacencias con la progresía y a hocicar ante lo políticamente correcto, ha aceptado en su Diccionario este italianizante "chao" como sinónimo de "adiós o hasta luego". Diga lo que diga la RAE, a mí esto del "chao" que cada vez se impone más me suena a rancia canción italiana del Festival de San Remo, a Domenico Modugno, Renato Carosone, a aquellas antiguallas: "¡Chao, chao, bambina!". ¿Ocurrirá igual en Italia? ¿Habrán también allí retirado de la circulación el "addio" para sustituirlo por el "chao"? ¿Mira que si el "Adiós a la vida" de "Tosca" es ahora el "Chao a la vida" y que le vayan dando al "e lucevan le stelle"?

Y si esto es con un simple "adiós", ni les hablo de aquellas frases de cortesía y urbanidad que aprendimos de niños y que ya están en trance de absoluta desaparición, con las que una despedida nocturna era más o menos así:

-- Hasta mañana, si Dios quiere.

-- Buenas noches nos dé Dios.

-- Vaya usted con Dios...

Ahora, por no mentar a Dios, todo se despacha con un:

-- ¡Chao, tío, hasta mañana!

Bueno, y de aquello del "que Dios guarde (q.D.g.)" que se ponía tras citar el nombre de Su Majestad el Rey, es que ni te cuento. ¿Cómo será ahora lo políticamente correcto? Pues algo así como "Don Felipe VI, ¡qué guay!". Por ahí deben de ir los tiros. Por no hablar de los que lisa y llanamente han sustituido el "adiós" no por el "chao" italiano de Raffaela Carrá, sino directamente por el comunistoide y republicanote "Salud". Desde mi observatorio y centro de interpretación sin trincar, libro de Historia en mano, me temo que estamos a tres minutos del "Salud y República" del Quinto Regimiento en la guerra.

 

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