Escribí del derribo del Equipo Quirúrgico, donde en vez de construir lo que prometieron se han gastado en dineral en ponerlo "de dulce" con una reja que casi le hace la competencia a la de la Fábrica de Tabacos, por quedarnos con lo que está por allí cerca. O al vallado de los Jardines de Murillo, en los que Murillo se venga de Velázquez. Velázquez tendrá una calle bien céntrica, a la que todo el mundo le llama "Tetuán"; y en esa calle estarán los locales de máxima cotización inmobiliaria; pero (arsa y toma, pastillas de goma) no tiene unos jardines dedicados a él solito, como Murillo. Tan de Murillo somos en Sevilla, que si Velázquez pierde en el habla cotidiana el nombre de su calle, en cambio le llamamos Jardines de Murillo hasta al Paseo de Catalina de Ribera. De hecho, los Jardines de Murillo empiezan en la esquina de Oriza de la calle San Fernando y terminan en la esquina de Casa Modesto en Cano y Cueto.
Y hablando del Equipo Quirúrgico incomprensiblemente demolido, como nadie nunca explicó, decía que ese derribo era un clásico del Prado, como el "trolley" de la Juez Alaya. Y un lector me hace pensar lo tela de clásico que es esto sevillano de decir "qué clásico". ¿Ciudad barroca? ¡Marchando otra de duales, Paco Robles! Si somos oficialmente una ciudad barroca, ¿por qué nos gusta tanto decir eso de "¡qué clásico!" de las personas y de las cosas? Bueno, los muy genoveses capiteles de la moña que remataban las columnas de los patios sevillanos eran al fin y al cabo muy clásicos. En la ciudad barroca nos encanta lo clásico, lo ritual, lo tradicional. Casi con el concepto que tenía Rafael el Gallo: "Clásico es lo que no se pué hasé mejón". Así que sin agotar el tema, y con la ayuda de las notas que el mentado comunicante lector nos envía, ahí va un buen papelón, bien despachaíto, de clásicos sevillanos, aunque dejo esto abierto a los que me envíen otros lectores al correo electrónico redcuadro@yahoo.es:
Qué clásico en la Puerta Carmona esa proclamación de la Cuaresma y de la cercanía de los días del gozo que es la pancarta que en la entrada de la calle San Esteban, de acera a acera, anuncia: "Capirotes".
Qué clásico el bar donde cuando tomas café, sin que lo pidas, te ponen el vasito de agua de toda la vida.
Qué clásico el olor a adobo de Blanco Cerrillo cuando te vas acercando a la Zona Cero de la gloria bendita en la calle Tetuán (que allí no es Tetuán, sino ya Velázquez).
Qué clásico que te pregunten en estos días: "¿Cuando hay que ir a renovar el abono de los toros, que he visto que ya han salido los carteles?".
Qué clásico el que te dice: "¿Recogiste ya los cartones de los abonos de las sillas en el Consejo?"
Qué clásico el que te pregunta: "¿Habéis celebrado ya la primera reunión los socios de la caseta?"
Qué clásico el del colmillo retorcido: "¿Y tú cómo crees que lo hará el pregonero?".
Qué clásico lo de: "¿Tú sabes cuándo hay que ir a sacar la papeleta de sitio? Es que como me mudé de casa y no me llega el boletín de la hermandad."
Qué clásico el ensayo nocturno de una cuadrilla con una parihuela cargada de sacos y viguetas.
Qué clásico que Casa Ricardo cambie ya de tercio con las croquetas de bacalao.
Qué clásico el cartelito: "Hoy es Vigilia".
Qué clásico que este viernes próximo estemos cuatro gatos en el Vía Crucis de la Pía Unión en la Casa de Pilatos, origen de la Semana Santa, cuando hay bulla en cualquier otro de cualquier barrio.
Qué clásico que la gente confunda el Vía Crucis de la Pía Unión con el besamanos del Cautivo de San Ildefonso.
Qué clásico comentar lo clásico que estaba el altar de quinario del carretero Cristo de la Salud, Divino Capitán del Barco del Carbón.
Qué clásico escuchar a uno asegurar que por Nervión ya ha visto un naranjo con azahar.
Qué clásico ver estos barruntos y exclamar: "¡Esto ya está aquí!".
Qué clásico que Burgos escriba estas cosas cuando se acerca este divino tiempo de la ciudad...
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