ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 17 de abril de 2017
                               
 

Sevilla salida de madre

Antes el que se salía de madre era el río, casi cada invierno: arriaba a Sevilla en cuanto caían cuatro gotas y sus desbordadas aguas llegaban a la boca del león famoso del puente de Triana. Aunque el río se cortó en Chapina, aterrándolo con barcos hundidos y con escombros que acarreaban recuas de burros que yo vi de niño, y a su paso por Sevilla el Guadalquivir era una dársena muerta, regulada por la esclusa de la Punta del Verde, el río siguió con su obligación de salirse de madre y de anegar Sevilla cuando le viniera en gana, y a la famosa inundación del Tamarguillo de 1961, la de la trágica Operación Clavel, me remito. Gracias a que luego vino el ingeniero don Mariano Palancar con sus planes para desviar el río lejos de la ciudad, de La Algaba hacia San Juan, nos encontramos con el peligro de inundaciones solucionado y, encima, con una virtual isla, la de La Cartuja, que después nos sirvió nada menos que para levantar el sueño colectivo de la Expo del 92 en vez de especular sus terrenos para pisos, como eran los primitivos planes de Obras Públicas.

Pero aunque el río no sea ya una amenaza de riada para la ciudad, ahora ocurre algo peor: es Sevilla toda la que se ha salido de madre, desaforada, sobredimensionada, perdida su identidad, desfigurada, masificada en todo y para todo, adocenada, que no hay quien la reconozca en muchas ocasiones y lugares. ¿Que hacia dónde quiero llegar con estas consideraciones a modo de exordio? ¿Pues a qué va a ser, hijos míos? A los sucesos de la Madrugada de este año, para mí cada vez más claro que coordinados, sincronizados, organizados, orquestados y quizá con delincuentes alquilones, pagados por los que usted y yo nos imaginamos, en la cristianofobia que padecemos y a la que nadie, en la Mariana y Cobardona Ciudad, le planta cara. La Semana Santa empezó siendo espejo, símbolo, síntesis, metáfora de la ciudad existente. Igual que en la Feria se montaba una Sevilla efímera para los de fuera, en Semana Santa levantábamos una Sevilla permanente e íntima, de nosotros para nosotros mismos. Luego, tras las primeras destrucciones, pasamos a una Semana Santa en la que nos encontrábamos con la ciudad soñada y deseada, que volvíamos a vivir en esos días. Hasta los presentes. La Semana Santa sigue siendo, en efecto, símbolo y metáfora de Sevilla. ¿Pero de qué Sevilla? De la que hay. ¿Cómo quieren que sea una Semana Santa que es imagen y espejo de la Sevilla de Las Setas, de la Torre Pelli, de los arboricidios, de las absurdas peatonalizaciones llenas de obstáculos y peligros los viandantes, de la ciudad que desmanteló su industria y se entregó sin tasa al turismo como quien se agarra a un clavo ardiendo, llamando "industria" a lo que es sólo un servicio? ¿Qué trasunto quieren que sea la Semana Santa de la Ciudad de los Veladores, del degradado y envilecido Barrio de Santa Cruz, ya no "con su lunita plateada", sino con su hedor a paella que tira de espaldas en el inmenso comedero al aire libre en que se ha convertido? ¿Qué Semana Santa quieren en una ciudad donde profesores y padres perdieron toda autoridad sobre sus hijos, en la Capital del Paro, en la tierra donde el laicismo está pegando su dentellada de cristianofobia, donde hasta prohíben en los colegios que los chiquillos saquen su Semana Santa como de juguete antes de las vacaciones del Viernes de Dolores?

Toda Sevilla está salida de madre, sacada de quicio y de medida. Los turistas vienen a sacarnos de la ruina queriendo ver una ciudad que ya no existe, gallina de oro cuyos huevos hemos cascado. Y la Semana Santa, a su vez, copia a esta ciudad desmadrada. ¿Pero cómo pueden salir tres mil nazarenos en una cofradía? ¡Qué locura! ¿Pero cómo pueden ir doscientos músicos en una banda? ¿Pero cómo puede vallarse una ciudad entera, convertirla en una ratonera, venga a controlar la carrera oficial y barra libre para la botellona, el gamberreo y las sillitas de los chinos en toda la ciudad? ¿Nos vamos a quejar entonces de lo que pasó en la Madrugada? Lo que pasó en la Madrugada es sencillamente el reflejo y la consecuencia de lo que viene pasando en esta Sevilla desquiciada y fuera de madre, ay, hace muchos años. Demasiados años ya, sin que nadie lo remedie. Alguien debe remediarlo. Y ya mismo.

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