ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 20 de abril de 2017
                               
 

Avalanchas sin calentitos

Si hasta en los velatorios se cuentan chistes, e incluso hay verdaderos graciosos profesionales en las salas de duelo de ambos dos tanatorios, dos, que tiene Sevilla, dual hasta para eso, para tener el de la Ese Treinta y el de San Jerónimo... Si hasta en los velatorios, donde hay un difunto de cuerpo presente, se cuentan chistes, comprenderán ustedes que no vamos a hacer menos con las avalanchas famosas de la Madrugada de 2017, en la que, además no ha habido muertos, gracias al Dios que estaba a esas horas en la calle, empetadita para verLo pasar. Ora con la Cruz salvadora puesta del revés; ora echando la pata alante taurinamente en su Divina Zancada, como quizá le enseñara su hermano Manolo Vázquez; otra Sentenciado tras ocurrirle lo que está pasando con muchos en los sucesos que comentar queremos, que se están lavando las manos y las tienen más limpias que un jaspe de quitarse responsabilidades; ora Crucificado en un crujido que hizo al poeta Juan Sierra apuntarse en El Calvario; ora Caído en tierra de Sevilla, porque lo suyo es andar por Triana, donde se conoce hasta el último bache de la Cava; ora, en fin, rompiéndose la camisa, como buen Gitano que le trae la Salud a los de su raza.

--Oiga usted, ya que ha dicho usted "Madrugada". ¿La Madrugada es eso a lo que los de Madrissss le llaman "la Madrugá"?

La misma. Pero vamos al lío. Vamos a contemplar por las sevillanísimas Cuatro Esquinas de San José de la Guasa cuanto ocurrió en la Madrugada a la que los de Madrisss le llaman "la Madrugá"; lo que a mí, de momento, me suena a Cádiz: a Ostioná, Erizá y Pestiñá. Yo tengo la clave de la causa de cuanto pasó esa noche, y desde aquí se la ofrezco gratis (o sea, "sin trincá") a las autoridades que andan investigando, como es su obligación. Dicen oficialmente que todo empezó en El Postigo. Y es verdad. Pero no dicen por qué. Yo sí lo sé. Como pocos han subrayado, la pasada ha sido la primera Madrugada sin Calentitos del Postigo allí junto al Arco de toda la Historia de Sevilla, después que Ángela Goiguro se hartara de coles y cerrara el puesto familiar tras muchas generaciones. Y ocurrió que la gente, como todas las Madrugadas, fue en tropel al Postigo, a comprar calentitos en el puesto del Arco. Iban raudos, caninos, con el estómago ahilado, deseando comerse ese papelón de calentitos con un buen café calentito del Bar Los Niños, allí al lado. Pero los que llegaban, ay, se encontraban con que el puesto ya no existía; y que los papelones que daban no eran de estraza y de calentitos, sino de papel cuché con mapas de Sevilla que reparten en el punto de informaciòn que pusieron allí los niños Ybarra. Y los que volvían decepcionados por una Madrugada sin calentitos se trompezaban (no tropezaban, "trompezaban", que es como se dice en sevillano) con los que iban corriendo a por su papelón. Y así se formó el lío, dándose chocazos los que venían decepcionados con los que iban ilusionados. Hasta que uno gritó no lo que imaginan, ni Alá, ni ETA, ni leches, sino algo más grande y más nuestro:

-- ¡Pues vamos entonces a por calentitos al Bar Centuria en La Encarnación, que allí desayunan los armaos y ya tienen que estar friendo los de rueda y los de papa!

Y ese fue el famoso Efecto Dominó. La gente deseosa de los calentitos del Postigo corrió camino de Las Setas, a por los calentitos del Bar Centuria. Aunque hubo otro que también gritó, en la carrera:

-- ¿Y si vamos junto a la Capillita San José, a la Casa de Soria, que también ponen unos calentitos maravillosos a cualquier hora?

Y ahí vinieron los arrempujones y los achuchones de la calle Cuna. Así que ni gamberreo, ni cristofobia, ni querer cargarse la Madrugada, ni niño muerto: simplemente ausencia, ay, de los calentitos de toda la vida. Todo por culpa de los calentitos. ¡Es que no se puede dejar a Sevilla una Madrugada de Dios sin calentitos en el Postigo, hombre! Todo ocurrió, pues, por andar la gente buscando calentitos como los locos. Porque una Madrugada sin calentitos en el Postigo, ni es Madrugada ni es nada. Es lo que fue.

 

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