ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 5 de junio de 2017
                               
 

Domingo con Rocío

El "hay gente pá tó" del Guerra se ve en Sevilla no en cuanto a la diversidad de criterios, gustos y voluntades, sino en cuanto a cantidad de criaturas. Se ha demostrado que en Sevilla hay gente para llenar, simultáneamente, uno de los dos campos de fútbol de Primera, un concierto en el auditorio de la Cartuja, una ópera en el Teatro de la Maestranza, una corrida en la plaza del Arenal y, si me apuran, hasta una función principal de instituto de una hermandad. No es que sobremos gente. Estamos los que estamos y los que debemos estar y, si no, nos estiramos un poco y hacemos sitio. Total, donde comen tres, comen cuatro.

Pero había un domingo en que Sevilla, tradicionalmente, aunque hubiese siempre gente para llenar todo, se quedaba vacía. Era el Domingo del Rocío. Dos signos tradicionales lo anunciaban. Uno, un reclamo publicitario en la Tercera del ABC, que todos los años ponía Isabelita, la pescadera de la freiduría de la Puerta del Arenal, y que más o menos decía: "Isabel, de la Freiduría del Arenal, comunica a su distinguida clientela que su establecimiento permanecerá cerrado toda esta semana, a fin de poner acompañar al bendito Simpecado del Rocío de Triana". ¡Ole! Pasé la otra noche por la freidura del Arenal y, como estaba cerrada, me acordé del anuncio de Isabelita. Un clásico de la publicidad, siempre en el mismo sitio, en la Tercera de ABC, junto a la firma, ¿qué digo yo?, de Pemán o de Halcón.

El otro signo de la soledad de Sevilla en el Domingo del Rocío se sigue conservando: aunque estemos en plena temporada de las novilladas de abono con caballos, este domingo no se dan toros en la plaza del Arenal. Salen en marzo los carteles del abono y sabes cuándo cae el Rocío porque hay un domingo de mayo o de junio en que no se anuncia ninguna novillada. Y era que Sevilla se quedaba tan sola como se hubiesen quedado los tendidos de la plaza de haberse dado algún festejo. A Sevilla, en el día de Pentecostés, le ocurría como en las tardes del Corpus o en los domingos de agosto: que era una maravilla de soledad. Como todo el mundo estaba fuera, te dejaban Sevilla como para ti solo, para que pudieras ir por sus calles en plena siesta o con la calorcita de la tarde incluso pudiendo oír tus propios pasos. Ni un alma. No había el menor "horror vacui": se quedaba Sevilla sola, como dicen que anduvo unos cuantos días cuando San Fernando echó a los moros y todavía no habían llegado los castellanos que trajo para el Repartimiento y la repoblación.

Pero eso era antes. Y eso que el Rocío estaba ayer tan de bote en bote como habrán leído en las crónicas o visto en directo por la TV en la retransmisión del salto de la reja y del comienzo de la procesión de la Reina de las Marismas. Y eso que en Sevilla hay ya seis hermandades rocieras que arrastran lo suyo de gente hasta la aldea: Triana, Sevilla, El Cerro del Águila, La Macarena, Sevilla Sur y la Castrense de Tablada. Pero como hay gente para todo, ni el sábado ni ayer se notó en Sevilla ese delicioso vacío que te dejaba El Rocío, entregando la ciudad como a sus amantes secretos que saben paladearla en la soledad de sus calles, lejos de los bullicios, con ausencia total de tambores, cornetas, campanas, procesiones y cohetes. Sevilla misma, para entendernos. Sevilla pura. Sin mezcla de mal alguno.

Pero llegaron, ay, los turistas. Sí, los de las chancletas, los pantalones piratas, la gorrita puesta con la visera del revés, la camiseta oliendo a sudorina y la botella de agua mineral para "hidratarse"... Y llenaron, pero de bote en bote, la ciudad que antes tenía la belleza de la soledad. Ya no hay indulgencia plenaria del "horror vacui" en el Domingo del Rocío. Los turistas se encargan de llenar la ciudad cuando los sevillanos se han ido todos al Rocío. Espero que, en justa correspondencia, Sevilla le haya hecho al Rocío el inmenso favor de traerse aquí todo el turisteo cochambroso y que ayer no hubiera un solo turista de chancleta y pantalones piratas en la aldea. Así que ¡Viva la Virgen del Rocío, Viva esa Blanca Paloma!

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