ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla. 27 de junio de 2017
                               
 

Meter fuego al Coto

En el buenismo que domina nuestra sociedad, nos creemos que no hay gente mala. Malasangres, que decimos en Sevilla a esta gente. Gentuza. Nos creemos lo que se estilaba poner como pegatina en las lunetas traseras de los coches, junto al cojín de croché y al perrito que movía la cabeza: "Tó er mundo éh güeno". Y en absoluto lo es. Todo el mundo no es bueno. Más lo contrario. Los hay perversos, que disfrutan haciendo el mal. Mala gente. Si echamos las cuentas, quizá haya más gente mala que buena. Basta leer las páginas de sucesos, que chorrean sangre y delectación en la maldad. Y cada vez vamos a peor. En una sociedad que ha perdido el norte de los principios, donde el laicismo ha hecho desaparecer todo sentido del mal y del pecado, donde "todo vale", ¿a qué nos extraña que haya tanto tanto perverso, carente de todo indicio de moral y de ética, sin el menor sentido de la culpa y sin temor ni a las leyes de los hombres ni a las de Dios?

Digo todo esto tras contemplar la otra tarde, desde la terraza del Hotel Inglaterra, en plena Plaza Nueva, el cielo del Poniente sevillano ennegrecido por humo del fuego de Moguer. Alguien, viendo ese humo, el pánico de los desalojados del Camping Doñana o de los 50.000 mil veraneantes y domingueros cercados en Matalascañas, andaría contemplando el muy mamón su obra de arte. Su ocurrencia. Así me lo hace pensar el "estado de la cuestión". Cuando escribo nadie ha desmentido la creencia de que tres focos de inicio de fuego a la vez, tres, no pueden ser una casualidad, ni el efecto lupa del sol sobre una botella abandonada, ni una colilla tirada. Un fuego que se inicia por tres sitios distintos a la vez lleva firma, como el chafarrinón de un cuadro dantesco que más valiera que no hubiésemos tenido que contemplar. La firma de un pirómano. ¿Que le sacan a esto, a causar este mal, a originar estas pérdidas, a motivar esta movilización de medios materiales y de los abnegados bomberos que se juegan la vida entre las llamas? ¿Cómo puede disfrutarse desencadenando una pérdida irreparable en el paisaje juanramoniano de "lo ha dicho el pinar y el viento"? Es como si quisieran borrar todas las sevillanas que hablan de pinos del Coto, de lirios del campo, de caminos vírgenes que sobrevuela el águila imperial.

A la hora en que escribo nadie pronuncia a las claras esta palabra que pongo con todas sus letras: "Pirómano". Pero todo nos hace pensar en todo lo contrario de la sevillana rociera que escribió el canónigo hinojero Muñoz y Pabón: "Sí es obra humana". Parece que es la mano del hombre, maldita mano, la autora de la tragedia del fuego que hace que se tengan que evacuar no sólo las criaturas asustadas en la madrugada de Mazagón, sino hasta la crías de lince que amamantan sus madres en El Acebuche o los dromedarios que pasean a los niños en las tardes familiares del Parque Dunar de Matalascañas. ¿Cómo se puede ser tan hideputa? ¿Qué le sacan a esto? ¿Locos? No, no están locos, saben lo que hacen y por eso lo hacen. Es como el que quiere lucirse dándole un martillazo a la Pietá de Miguel.

Y luego hablan del peligro que pueden significar para el Coto las hermandades del Rocío en sus caminos hacia la romería de Almonte... ¡Ya quisiéramos que todo el mundo tratara a ese tesoro vegetal y animal andaluz de Doñana con la delicadeza que los romeros de los tractores, los caballos y las carriolas! Y al final, pero no lo último, nuestro agradecimiento a todos esos servidores públicos, civiles o militares, que han mantenido el tesoro del Coto como "el bien cercado" en las horas más difíciles del viento cambiante y el pánico generalizado. Más que se habrá reído viéndolo ese cabrón hideputa. Me refiero naturalmente al pirómano. Yo sólo lo condenaba a una cosa: que una vez probada y demostrada su autoría, dejar que lo cogieran por su cuenta los almonteños que sacan a la Virgen del Rocío un lunes por la mañana..

 

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