ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 23 de julio de 2017
                               
 

Lo negro de La Roja

Aceptemos corrupción como animal de compañía y aceptemos La Roja como apodo de nuestra Selección Nacional de Fútbol en boca de aquellos a quienes la palabra "España" les produce una comezón extraña y a algunos, unos deseos irreprimibles de irse, naturalmente que exigiendo antes que Madrid y el resto de sus connacionales les paguemos el billete de ida. Aceptado lo de La Roja, pues, recuerdo los tiempos de Porta. ¿Se acuerdan? Bueno, pues aquella perra de cada noche radiofónica de José María García con "Pablo, Pablito, Pablete" era un juego de niños al lado de cuanto se está descubriendo en la FEF con el caso Villar. A Pablo, Pablito, Pablete nunca lo metieron en la cárcel ni se le probó nada raro ni sucio, y ahora, ya ven, lo de La Roja era bastante negro todo, según muestran los autos de inculpación y prisión.

Y, como siempre ocurre en España en los casos de esta naturaleza, resulta que esto de los tejemanejes y mangoletas de Villar en la Federación lo sabía todo el mundo. Ha pasado como con el famoso Tres por Ciento de comisión en la Generalidad de Cataluña: que no sólo todo el mundo lo sabía, que ponían la mano para las comisiones casi oficialmente establecidas y tarifadas, sino que el asunto incluso llegó al Parlamento, y nadie lo tomó en cuenta. O no lo quiso tomar. ¿Tanto reparten en estas cosas al parecer tan españolas que interesa más callar, mirar hacia otro lado y poner también la mano que actuar como al cabo de los años y casi al humo de las velas empiezan a descubrir entre la UCO, la UDEF y los jueces, poniendo "negro sobre blanco", que se dice, cuanto andaba de boca en boca no en las lenguas de doble filo, sino en las personas bien informadas y de recto criterio y moral intachable?

Llueve sobre mojado. Lo de la familia Pujol era conocido en Cataluña entera, e incluso más abajo del Ebro, y nadie decía nada, ni le metía mano a nada. ¿Y se acuerdan de lo que ya nadie recuerda, del Caso Juan Guerra, que fue el chupinazo de esta Calle de la Estafeta de la corrupción en España? En Sevilla todo el mundo sabía que Mienmano se dedicaba a lo que se dedicaba en el despacho que le habían puesto en dependencias oficiales. Y no sólo lo sabían, sino que se lucraban muchos de los cafelitos que se servían en aquel tristemente famoso despacho, que hasta merecería una lápida de recuerdo: "En este despacho empezó oficialmente algo tan típico, tan racial y tan nuestro como la Corrupción en España". ¿Cómo es posible que, presidente del Gobierno tras presidente del Gobierno, el Caso Villar siguiera siempre su curso, inasequible al desaliento, con los votos de las Federaciones Regionales comprados y todo el entramado bien urdido, a costa nada menos que del nombre de nuestra nación en futbolística materia? Y según he leído hasta ahora por lo investigado, lo más chocante del caso es que cuanto más gloriosos y triunfales eran los días de la Selección de Fútbol, más apaños y negocietes se tramaban en aquel despacho del incombustible y reelegidísimo señor Villar, contra el que no tengo nada hasta que la Justicia lo condene, pero que me duele el daño que le ha hecho a la llamada Marca España. Sí, la Selección, la Roja, el Mundial, Sudáfrica, eran hitos de esa Marca España que resulta que llevaba por debajo toda una trama de traficantes de influencias y de algo más que influencias. Toda España orgullosa de su Selección de Fútbol, y algunos haciendo los grandes negocios fraudulentos a costa del propio nombre de la nación, que era el que llevaban a jugar amistosos, de aquella manera que dijimos, a Corea del Sur, a Colombia, a México, para exprimir al máximo en personal provecho el prestigio de la Marca España. Me niego a pensar que la Marca España sea la corrupción. Pero me extraña que siempre tarden tantos años en llegar a los tribunales las mangoletas que son clamorosa vox populi.

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