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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 26 de octubre de 2017
                               
 

¿Qué Sevilla existe?

Decíamos el otro día que ya no existe el Barrio de Santa Cruz tal como lo hemos conocido siempre y ha ganado fama universal. Tal como lo cantan los tunos en su conocida canción "Barrio Brujo": "Plaza preciosa/de Doña Elvira,/calle Pimienta y del Agua el Callejón". ¿Pero es sólo el Barrio de Santa Cruz lo que ya no existe? Aquí me entra la duda. El proceso de degradación, de adulteración, de pérdida de personalidad (y de papeles) afecta a la ciudad toda. Tanto, que me llego a preguntar: ¿Existe Sevilla, o ya, como dijo Luis Cernuda sobre Andalucía, es sólo un sueño que unos cuantos sevillanos llevamos dentro, y del que nos despertamos en cuanto contemplamos esta ciudad que ya no es como era? No sé si mejor o peor, se admiten opiniones. ¿Qué Sevilla es la que verdaderamente existe? Distinta desde luego a como la hemos conocido. A como ha sido pregonada por todo el ancho mundo. Me atrevo a pensar que los turistas que la están estropeando vienen a ver algo que ya no existe: una Sevilla ideal que existió una vez, pero que se cargaron como gallina de los huevos de oro. A Sevilla le pasa como a Venecia. Que tiene encima tanta literatura, tanta ópera, tanto cine, tanta pintura, que la realidad actual no tiene nada que ver con la imagen que los turistas buscan. ¿Usted sabe que el otro día se metieron en Venecia, desembarcados desde varios cruceros, 150.000 turistas? ¿Puede existir lo que entendemos por la Serenísima, la de la belleza infinita de "Muerte en Venecia" de Visconti, con 150.000 tíos en calzones cortos y en chanclas dando vueltas por allí con una botella de agua mineral en la mano...que encima ni siquiera han comprado en la ciudad, sino que la traen ya desde el barco que los parió?

Al Cecop que tanto le gusta contar nazarenos y bullas lo metería yo en la Sevilla monumental, para que nos dijera cuántos turistas, por ejemplo, se meterán en las calles del mejor cahíz en el próximo puente de Todos los Santos. Tanto poner vallas para ver las cofradías y en la esquina de la calle Ximénez de Enciso con El Mesón del Moro y Santa Teresa sí que tenían que hacer un aforamiento en condiciones, porque entre veladores, expositores, trajes de flamenca chinos colgados en las fachadas y mostradores de especias puestos en la calle, por allí no hay quien pase. ¿No se dan cuenta los del Cecop que la inflación turística está produciendo unas bullas mucho peores que las de Semana Santa, porque son encima de guiris, que no saben bandearse por ellas como nosotros? El otro día, con ocasión de la coronación de la Virgen de la Salud de San Gonzalo creo, hicieron un aforamiento del Arco del Postigo. Dijeron que allí cabían sólo 435 personas. Esas personas las hay en la cola de la entrada al Alcázar o a la Catedral todos los días, y no ponen vallas. Han cogido por el mango la sartén de la masificación de la Semana Santa, pero la bulla turística la han dejado de la mano de Dios.

Decía que los guiris vienen a ver una Sevilla que ya no existe. O que ya no es lo que era. Como la Semana Santa ya no es lo que era. Y más este año, con lo que le he leído a don Julio Domínguez Arjona que llaman "el Martes Santo a la suerte contraria" y la irredenta Madrugada. Ya no hay forma de ver la Semana Santa tal como la hemos visto siempre, callejeando. O lo que llaman, horror de palabra, "cangrejear". Bueno, a lo mejor no es tan fea la palabra y le viene muy bien a Sevilla. Sevilla "cangrejea" no sólo en Semana Santa, sino en todo tiempo, porque va para atrás. Y la gente, además, encantada con que vaya y que cada vez Sevilla se parezca menos a Sevilla. Es lo que me comentaba como filósofo popular el metre de la maravillosa cafetería del Cortinglés del Duque:

-- Mire usted, don Antonio: la gente se queja de que el Cortinglés ya no es lo que era. Y yo les digo que no es culpa del Cortinglés, que ya nada es lo que era...

Por ejemplo, Sevilla.

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