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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 6 de noviembre de 2017
                               
 

Labios de ángel

El artículo casi me lo da hoy hecho el inquietante llamamiento sobre la situación económica de las Madres Agustinas del Convento de San Leandro que una amiga le envía a la Jefa de mi Casa Civil. Como tiene tanta fuerza y realismo, lo copio textualmente: "He hablado con las monjas de San Leandro, dicen que comen de lo que les da el Banco de Alimentos, y que todo lo demás sale de la caridad de las personas. Que antes vendían muchas yemas y que desde el verano no venden. Que a ver si ahora la gente se anima y compran. Tendrán para arreglar el techo de la parte donde viven, ¡que se les está cayendo literalmente! Las yemas las hacen con huevos especiales de una granja de toda la vida, porque los normales no valen. Y son más caros. ¡Que nos animemos a comprarles las yemas!". Pues venga, a dejarnos de dietas y de controles de glucemia, y a comprar yemas de San Leandro se ha dicho, para ayudar a las Madres Agustinas del convento que se les está hundiendo. El que lleva el nombre del santo arzobispo que está en el escudo de Sevilla de charlita con San Fernando y con San Isidoro. Yo creo que en el escudo están los tres hablando de los dulces de los conventos precisamente. Tras ganar Sevilla a los moros y restituirla al culto cristiano, San Fernando llenó Sevilla de iglesias y conventos, cuyas monjas empezaron a hacer dulces de chuparse los dedos. De ellos hablan en el escudo. Le está diciendo San Isidoro al Santo Rey:

-- Tiene que probar Su Alteza los bollitos de Santa Inés.

Y San Leandro le está replicando:

-- Qué bollitos ni bollitos, ¡las yemas que las Madres Agustinas hacen en el convento que lleva mi nombre sí que están para quitarse la mitra!

Frente a las precauciones de salud que hacen que la gente haya dejado de comprar las yemas de San Leandro por lo del azúcar alta y para conservar la línea, ahí están los argumentos históricos para ir a comprarlas ya, como la mejor forma de ayuda urgente a las Agustinas, tal como hace la Hermandad de la Virgen de la Antigua del Salvador, que socorre económicamente a los conventos de clausura. Señores médicos: levanten el veto a las yemas, por favor. Digan de ellas como los anuncios de bebidas alcohólicas: "Consumidas con moderación, son divinas. Y nunca mejor dicho lo de divinas".

Y luego están los supremos argumentos literarios pro yemas, con su gran defensor lírico: Luis Cernuda. No me resisto a transcribir el conocido fragmento del capítulo "Un compás" de "Ocnos": "Por la galería, tras llamar discretamente al torno del convento, sonaba una voz femenina, cascada como una esquila vieja: "Deo gratias", decía. "A Dios sean dadas", respondíamos. Y las yemas de huevo hilado, los polvorones de cidra o de batata, obra de anónimas abejas de toca y monjil, aparecían en blanca cajilla desde la misteriosa penumbra conventual, para regalo del paladar profano. En la vaga luz crepuscular, en el silencio de aquel recatado rincón, el exquisito alimento nada tenía de terreno, y al morderlo parecía como si mordiéramos los labios de un ángel."

Los labios de un ángel... Óle. Esos son en realidad las yemas de San Leandro. Hay toda una dulce repostería celestial en la que las yemas se llevan la palma del Giraldillo. En las confiterías, junto al tocino de cielo (absolutamente intraducible al inglés de las guías turísticas), está el cabello de ángel. Los labios de ese ángel del cabello son los que las Agustinas moldean en sus yemas de San Leandro. Que sólo por la sencilla belleza de su cajita de madera merece la pena comprarlas. O sus parientes desconocidos del torno de San Leandro: los pestiños de San Agustín o las magdalenas de Santa Rita. Así que a ver si nos dejamos de curvas de glucemia y de tonterías de báscula, y nos vamos todos a comprar yemas de San Leandro, que falta les hace a las monjas agustinas. Yemas que son el más dulce regalo que se puede hacer en Sevilla. O llevarlo fuera, como para regalar un trozo del alma de la ciudad. Y si encima el alcalde o Susana Díaz le arreglan ese techito a las Agustinas, pues les pegarán siete besos los cernudianos labios del ángel de las yemas de San Leandro.

 

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