ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 12 de diciembre de 2017
                               
 

El triste Portal del Arquillo

Dicen, y soy de los que tal piensan, que la Navidad quizá sea la fiesta más triste del año. ¡A nosotros que nos den alegrías de estreno del Domingos de Ramos! El Domingo de Ramos nadie echa de menos a los que faltan, pero en Navidad, hijo, y especialmente en la cena familiar de la Nochebuena, no se nos quitan de la cabeza las que vemos como sillas vacías: los que ya no están entre nosotros siendo tan de los nuestros, de nuestra sangre, y de los que nos seguimos acordando.

Pero hay algo en la Navidad todavía más triste que lo que acabo de describir.

-- ¿Más triste todavía? ¿A que me va a hacer usted sacar el paquete de clínex?

Pues váyalo sacando, porque es una tristeza para hartarse de llorar. Pero no clínex en mano, sino de llorar por dentro, sin lágrimas, no sé si de rabia o de coraje. La historia triste de este arranque de unas Navidades que cada vez empezamos a celebrar antes, y con más luces sin la menor mención religiosa, y que ya vamos como los americanos, que las comienzan nada más que acaban de comerse el pavo del Día de Acción de Gracias... La historia más triste de esta Navidad en Sevilla, venía diciendo, es la del Portal del Arquillo, donde aún el Ayuntamiento no ha puesto el Nacimiento de la ciudad que tiene entre sus títulos el de "Mariana". Ojalá tenga que comerme este papel como si fuera un mantecado de La Colchona, y que encima se me pegara al cielo de la boca, que es lo peor que te puede ocurrir con una estepeña delicia. Ojalá tenga que comerme este papel, y que ayer lunes lo acabaran de montar a uña de camello, que en este caso pega bastante más que a uña de caballo, al menos hasta que montándolo llegue ese Heraldo ateneísta que ya reúne en la calle a casi tanta gente como la propia Cabalgata: niño, Paco Robles, apunta aquí a estos señores otra de duales de Sevilla con la tiza de la Docta Casa.

Pasé por el Arquillo el domingo a última hora, y mientras los coros de campanilleros juntaban gente y había cola para comprar lotería en El Gato Negro, el Arquillo del Ayuntamiento estaba oscuro y más triste, mucho más triste que una copla de campanilleros de lagrimón. Me acordè de una de ellas, que me parece que la cantaba Manuel Torre, ¿no, Alberto García Reyes? La de: "Mare, a la puerta hay un Niño/más hermoso que el sol bello,/y dice que tiene frío/porque viene medio en cueros". A la puerta del Arquillo del Ayuntamiento, donde sólo se veía un tablero de madera colocado y unos listones apilados, parece que estaba este Niño "más hermoso que el sol bello". Era, en verdad, como una escena evangélica de la Navidad escrita por la burocracia o algo peor del Ayuntamiento. Me pareció ver a ese Niño, a su padre San José el de la Capillita y a su Madre, la Chiquetita del Postigo, pidiendo posada ante el Arquillo. Y que en este Evangelio apócrifo y triste, se les acercaba un municipal que les decía:

-- Eso tienen ustedes que ir al Registro y presentar una instancia pidiendo que instalen el Nacimiento para poder quedarse aquí.

Esa instancia la relleno yo ahora ante el señor alcalde. Mire usted, don Juan: está muy bien todo eso que han armado ustedes de las bolas musicales de la Plaza y de la Avenida hecha un ascua de luz, y el bombillerío de los barrios, pero es porque hace dos mil años nació en Belén un Niño al que ustedes todavía no le han dado posada en su clásico Nacimiento del Arquillo. Sin el Niño Jesús, San José y la Virgen en el Nacimiento del Arquillo no tienen el menor sentido, más que el márquetin comercial, todas estas luces de la Navidad. Vamos, las que llaman "las Fiestas" por no nombrar nada que suene a religioso y mucho menos a Jesús en Belén. Tanto es así, tan triste es todo, tan marginado el sentido cristiano de las Pascuas de Navidad, que hasta los campanilleros de mi mosqueo y coraje me hacen cantar esta copla: "Ay, alcalde Juan Espadas,/a ver si repara en ello:/ en el Arquillo hay un Niño/más hermoso que el sol bello,/esperando que le monten/su clásico Nacimiento./Dígale que entre,/pues comprenderá/ que habrá muchas luces,/mas no es Navidad,/sin tener al Niño/ que está en el portal,/El que es Gran Poder/por la Madrugá".

 

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