ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 18 de mayo de 2018
                               
 

Llamo a Ramón Vila

Cuando en la plaza de toros de Pozoblanco llevaban a Paquirri por el callejón en brazos de las asistencias, con el cornalón, la cámara de Salmoral recogió de la boca del torero mortalmente herido una frase que ya está escrita con letras de sangre en la historia de la Fiesta, donde se muere de verdad:

-- ¡Que llamen a Ramón Vila!

Ramón Vila no pudo llegar a tiempo. La muerte llegó antes, por aquellas carreteras de Los Pedroches, cuando en una ambulancia sin medicalizar, como en los tiempos antiguos de Manolete o de Ignacio Sánchez Mejías, transportaban a Rivera hacia el negro destino de la suprema verdad del Toreo: el fin de la vida entregada al arte ante un cuatreño. Yo ahora no puedo llamar tampoco a Ramón Vila, al querido doctor Vila que tanta confianza daba a los toreros cuando lo veían en el burladero de los médicos en el callejón del tendido 4, junto a la vieja enfermería de la plaza de Sevilla. A Ramón Vila, que como buen hijo le había puesto el nombre de su padre, del Doctor Vila Arenas, al premio al mejor quite artístico y al mejor quite providencial, nadie ha podido sacarlo ahora de los pitones del toro que a todos nos espera. Por eso no puedo llamar al Doctor Vila, que me honraba con su amistad y con sus detalles de buen lector de ABC, porque nadie ha podido hacerle, ay, el quite providencial que hubiéramos deseado y se nos ha ido para siempre del burladero de los médicos toreros. De los grandes cirujanos taurinos; del que organizaba los congresos de la especialidad; del que tenía prestigio mundial en su especialidad en todo el planeta de los toros a ambos lados de la mar de España, de Francia y de América.

Ramón Vila no habrá podido decir como Pepe Luis Vargas cuando nuestro querido cirujano-jefe de la plaza de Sevilla de 1978 a 2011 lo salvó de la muerte tras aquel cornalón por el que se le iba la vida a borbotones de sangre: "Tó pá ná". No, querido Ramón: tu vida y tu dedicación a la Medicina, especialmente a tu especialidad de la cirugía taurina, sí ha sido para mucho: para salvar al mentado ecijano Vargas; a Jesús Cardeño cuando un toro le echó la cara literalmente abajo a la puerta de toriles; a Luis Mariscal de su tabaco. Lo que no pudiste fue devolver la vida sin la que llegaron a la enfermería Montoliú en aquel mes de mayo de 1992, o Ramón Soto Vargas en aquel trágico verano. ¿Pero cuántos toreros te deben la vida, querido doctor Ramón Vila, tú que los salvaste sin que te llamaran?

Tu burladero de los médicos, ay, Ramón, era como un trágico reloj de las cornadas. Cuando había habido un buen hule, y tu burladero permanecía vacío toro tras toro a lo largo del festejo, los buenos aficionados decían:

-- La cornada ha tenido que ser gorda, porque Ramón Vila está tardando mucho en salir.

Muchas veces hasta se quedaba la plaza vacía, arrastrado el último toro, y allí dentro de la enfermería estabas tú, Ramón, luchando contra la verdad de la cercanía de la muerte que siempre aguarda en el toreo. Modernizaste y diste prestigio a tu especialidad. Por eso te llamaba a gritos Paquirri en Pozoblanco; por eso los de oro y los de plata tenían esa seguridad y esa confianza cuando tras romperse el paseo te veían allí, en tu burladero de los tendidos pares, donde te dio con toda la pezuña en el hombro aquel toro que saltó al callejón, ¿te acuerdas?, y por poco eres tú mismo quien tiene que llamar a Ramón Vila.

Cambiaron la enfermería de sitio, abrieron en la plaza la antigua y hasta entonces tapiada Puerta del Despejo, y estrenaron un quirófano con todo lo más nuevo y necesario. Pero mirábamos a los tendidos pares y ya, ay, ni estaba allí el burladero de los médicos que tanta confianza daba a los toreros, ni, jubilado, el doctor Vila, que continuó hasta esta Feria yendo a la plaza a ocupar su sitio en esas tablas de los salvadores de toreros. Yo ahora, querido Ramón, sí que te llamo. No como Paquirri. Te llamo en mi memoria de amigo y te pongo en el sitio de honor que te corresponde en la historia del Toreo, de la Plaza de Sevilla y de la Cirugía Taurina.

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