ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 11 de junio de 2018
                               
 

La playa de Sevilla

Como si fuéramos una Bolivia que buscara una salida al mar, unos animosos hispalenses, don Gabino Carranza y don José María Font, han sacado unos papeles históricos y animado al Ayuntamiento de Sevilla a que reclame como territorio nuestro 150 hectáreas de la Playa de Matalascañas, no sé si por donde La Piedra o por donde el Pueblo Andaluz, pero playa y mar al fin y al cabo. Aducen al Ayuntamiento en su animosa propuesta que el Rey Alfonso X el Sabio donó en 1255 a Sevilla 150 hectáreas del Cazadero Real que luego habría de ser Coto de Doñana, con su correspondiente trozo de primera línea de playa, en la parte que los viejos almonteños, según me refirió siempre el historiador rociero Juan Infante-Galán, llamaban "La Colá de la Higuera". Hubiera sido precioso, pero los investigadores almonteños Javier Coronel y Domingo Muñoz Bort, documentos en mano, han venido a decir a la pretensión de playa sevillana como recordamos a quien le prestamos algo con intención de que nos lo devuelva:

-- ¡Quillo, que es de Huelva!

Que Matalascañas es de Almonte, vamos, de todas, todas. Yo tengo un argumento muy superior y más tristemente práctico que el de los historiadores Coronel y Muñoz Bort. Que Matalascañas no es de Sevilla, sino de Almonte, lo demuestra bien el hecho de que los sevillanos que tienen allí un chalecito o un apartamento se hartan de pagar impuestos, como el IBI o la tasa de basura, al Ayuntamiento que tiene por Patrona a la Virgen del Rocío. Y otrosí, como dicen esos papeles antiguos esgrimidos en esta divertida polémica sobre la playa de Sevilla: si alguien tiene que reclamar Matalascañas como su playa no es Sevilla, sino Bollullos Par del Condado. Matalascañas fue primero de los suizos que urbanizaron (un horror, visto con la mentalidad ecologista de ahora) un buen triángulo del Coto de Doñana, su salida al mar. La empresa que constituyeron y que hasta Fraga declaró "Centro de Interés Turístico Nacional" se llamaba precisamente lo que ahora odiarían los ecologistas: "Playas del Coto de Doñana". Querían hacer en Matalascañas, entonces todavía Torre de la Higuera, como un Sotogrande o una Vistahermosa, una urbanización pija de lujerío. Hasta barreras había en sus entradas, para que no fuera invadida por los domingueros. Pero aquella empresa suiza entregó la cuchara, se abandonó el proyecto inicial que incluía hasta plaza de toros al modo de la marbellera de Nueva Andalucía, y entonces Matalascañas empezó a ser la playa de los sevillanos. Un símbolo: el bético Gordillo se hizo allí un chalé. En el Edificio Delfín veraneaba, y aún lo hace, el ilustre americanista don Luis Navarro García, a quien le acaban de dedicar una glorieta junto al Archivo de Indias. Matalascañas era de los sevillanos.

Hasta que llegaron los emprendedores y muy trabajadores bollulleros y empezaron a montar negocios, a poner cosas que faltaban, a hacer "chaleres" en las parcelitas y a comprarles apartamentos a los sevillanos que iban en retirada. Sevilla no tuvo alfonsí salida al mar en Matalascañas, dicen ahora los historiadores almonteños. Pero yo, sin más Historia que la observación de la realidad veraniega en el supermercado de la carpa de Más o en la cola de la botica de Caño Guerrero, digo que la que sí ha encontrado en Matalascañas su salida al mar y un filón de negocios y puestos de trabajo ha sido Bollullos. Más que Sevilla, la que podría reclamar como suya la playa de Matalascañas sería Bollullos del Condado. Observo incluso que va en retroceso la sevillanidad de Matalascañas, lo que no ocurre en Sanlúcar, donde es justo al revés: cada vez es más sevillana. Sevilla no tiene playa; pero la mar atlántica nos manda lo mejor, sin legado de Alfonso el Sabio que valga: el pulso y latido de su marea cada día. Sevilla es puerto de mar, en cuyo río hay mareas llenas y mareas vacías, como bien saben los viejo trianeros. Triana es lo más marinero que tiene esta Sevilla sin playa, a la que no le queda más que el recuerdo de la de María Trifulca. Y el pulso del Atlántico que le llega con la , río arriba, desde algo tan sevillano simpapeles como Sanlúcar de Barrameda.

INFORMACION DEL TEMA: Sevilla no tiene playa

Los investigadores almonteños Javier Coronel y Domingo Muñoz Bort desmienten la teoría de que parte de Matalascañas pertenezca a la ciudad hispalense

 

 

 

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