En la dual Sevilla hubo dos Pepín. Si hablabas del toreo, era Pepín Martín Vázquez. Si del comercio, Pepín Lirola. José Lirola Martínez, hijo de aquel José Lirola Cerezuela de la tienda en la calle Lineros esquina a Lagar que revolucionó el comercio con sus anuncios de la radio. Ángel Casal Casado, el Rey de los Bolsos, era un clásico, que escribía todos los días en el ABC su anuncio, del que cuentan que hasta el Cardenal Segura, cuando le llevaban el periódico, decía: "A ver que dice hoy Casal".
José Lirola padre revolucionó el mundo publicitario del comercio sevillano con un programa de radio. En la Radio Sevilla del "Conozca usted a sus vecinos" o de "Lo toma o lo deja", Rafael Santisteban le creó "El sí de Lirola", con enorme repercusión para aquella tienda de la esquina de Lineros. Ahora que lo contemplo desde la memoria y el afecto, pienso que el mejor "sí de Lirola", de Lirola Cerezuela, fue su hijo Pepín, que no sólo mantuvo el negocio familiar, sino que lo engrandeció y llegó a desafiar al "grande de los grandes", al Cortinglés que Areces acababa de abrir en la derribada Plaza del Duque con el famoso escaparate de los maniquíes de los cuernos. Pepín creó "Vilima, Lagar, 2", como repetía la radio. Acrónimo del nombre de su hermana, Victoria Lirola Martínez. Era un gran almacén, pero a la sevillana. Un edificio de 5.000 metros repartidos en seis plantas, hasta con estanco, cafetería y salón de belleza, entre Lagar y el arranque de Puente y Pellón. Y en torno a Vilima, hasta su cierre en 2001, todo un emporio de otros negocios, como los que luego abrió en la Cuesta del Rosario, como Jolice (José Lirola Cerezuela) y quizá de los primeros dedicados a vestidos de novia, cerca de lo que luego sería la Costa Nupcial de la Plaza del Pan y la calle Cuna.
Pepín era lo que se dice en Sevilla "un tío echado para adelante". En los negocios y en la vida. Simpático como pocos, entrante. Todo un caballero. Un caballero de la Real Maestranza del Comercio Tradicional de Sevilla: ay, otro que se nos va. Abrió Vilima a comienzos de 1963 y tuvo que pasar las duquelas negras con el negocio tras el pavoroso incendio de julio de 1968, en el que murieron los bomberos Francisco Rivero Pérez y Joaquín del Toro Anta, a los que le faltó tiempo para dedicarle un azulejo de homenaje cuando volvió a abrir Vilima,ya con el Continglés pegando fuerte y con el inicio de la decadencia del comercio tradicional. Fue entonces cuando Pepín se echó una vez más para adelante al reabrir sus almacenes en 1969 y se le ocurrió una forma sevillanísima de rebajas: el "Zafarrancho Vilima". Sí, era hombre de zafarrancho de combate comercial. Casado con una hija del Cuerpo, con Magdalena Mesa Puyana, hija de aquel Pepe Mesa de los capotes de agua y la ropa de trabajo en la Alcaicería de la Loza, hermana de Trini, la primera mujer de Luis Uruñuela.
Pepín fue gente en Sevilla y en su comercio. Trabajador como pocos, igual que otros se comen lo que heredan de sus padres, él lo engrandeció. Y sin dárselas de nada, y sin pintar la mona. Pudiendo tener la mejor barrera donde los capotes, gran aficionado a los toros, era abonado de sol, del Tendido 11. Donde se sabe de toros como él de comercio. Y rociero grande. De la hermandad que entonces llamaban "del Salvador", la de las primeras salidas, la de Domenech como hermano mayor. Cargo que ostentaría él en 1971. En la Hermandad de Sevilla se recuerda a Pepín como el mejor alcalde de carretas que nunca hubo en los caminos del Rocío. Que todas las viejas máquinas registradoras doblen hoy con sus timbrazos en memoria de esta gran sevillano, de este valiente comerciante, de este gran rociero. Pepín el del Zafarrancho Vilima. Aunque creo que para Pepín el mejor zafarrancho fue ver triunfar como pregonero a su yerno Rafa Serna, también de familia de comerciantes, o ver tomar la alternativa a su nieto Rafita, al que aficionó a los toros llevándolo de niño a la verdad suprema, sin presumir de nada, de su abono de sol del Tendido 11.
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