ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  20 de septiembre de 2018
                               
 

Loor al Coche de San Fernando

A San Fernando, con las fatiguitas que pasó para tomar Sevilla a la morisma, le han quitado su fiesta local del 30 de mayo. En cambio, en la Semana de la Movilidad, el Ayuntamiento le ha dado un homenaje a su famoso coche, que a estos efectos el Santo Rey es como el señor Ford o el señor Opel: "El cochecito de San Fernando, un ratito a pie y otro andando". El Ayuntamiento, para celebrar la Semana de la Movilidad (sostenible, por descontado), nos ha recomendado a todos coger el coche del Santo Rey. A falta de una red de Metro como Dios manda, unos autobuses que no lleguen cuando les da la gana, con un tranvía que va de ninguna parte a ningún sitio y cada vez con mayor persecución de los coches mediante la máquina de estrechar calles y quitar aparcamientos, así como de hacer peatonal todo lo peatonalizable, el Ayuntamiento propone caminar por la ciudad y así evitar también los desplazamientos en automóvil. ¿Qué les habrá hecho el automóvil a estos señores, para que le cojan esa manía?

Como lo del Coche de San Fernando suena a religioso, y se iban a enfadar quizá los de Podemos y los que quieren quitarle la Giralda a la Iglesia, le han echado un poco de cuento a la Semana de la Movilidad para recomendar a la gente que vaya andando, con la campaña «Metrominuto»: una red de itinerarios para calcular lo que se tarda andando de un punto a otro, con un plano pressssioso, que lo ves y te crees que Sevilla tiene (como debería por su importancia, población y extensión), lo menos diez líneas de Metro. Pero no. El plano es para minutar lo que se tarda en ir andando de un sitio a otro, para quitarle a la gente el miedo a caminar. Asunto en cierto modo acertado. Decía el académico, militar y bibliófilo don Luis Toro Buiza, restaurador en la Diputación de la revista "Archivo Hispalense", que "el sevillano tiene un sentido catastrófico de las distancias dentro de la ciudad". Siendo Sevilla una ciudad ideal para andarla, por lo plana que es, quitando la Costanilla y la Cuesta del Bacalao, el sevillano cree que todo está muy lejos. Pero te pones a patearla y está todo cerquísima. Eso viene a subrayar el «Metrominuto»: que las cosas no están tan catastróficamente lejos como el sevillano cree y proclamaba don Luis Toro. Yo, por ejemplo, cada 18 de diciembre, para besar la mano de la Esperanza, hago mi particular Camino Real, el que siguió Carlos V en 1526 cuando vino a sus bodas con Isabel de Portugal en el Alcázar. Lo hago al revés: de la Catedral al Arco de la Macarena. Por Abades, Corral del Rey, Alhóndiga, Bustos Tavera y San Luis al Arco. En el «Metrominuto» dicen lo poco que se tarda en ese camino, como cada diciembre compruebo en busca de la Esperanza: 38 minutos.

Muy bien, pues, esto de quitarle al sevillano el miedo a su sentido catastrófico de las distancias. Pero la Movilidad es otra cosa. ¿Cómo puede haber Movilidad del peatón, un poner, en la avenida de La Buhaira o en la calle Mateos Gago, con tantísimo velador? ¿Cómo puedes caminar con tanto carril-bici, tanto patinete eléctrico, tanta bulla de turistas tras un guía con una banderita, tanto mobiliario urbano, tanto mantero con su mercancía ilegal atajando la calle Tetuán o la acera del Nervión Plaza? Y, sobre todo, tantísimo velador. Si se trata de andar sin que te pille una bicicleta o te rompas el menisco con un velador en La Buhaira, en la Semana de la Movilidad vemos que en Sevilla hay mucha inmovilidad. Y me refiero ahora a las personas mayores que no pueden apenas caminar y están virtualmente encerradas en sus pisos de las calles peatonalizadas. Donde no puede entrar un taxi para llevarlas al médico y no puede llegar su hijo con el coche, con las bolsas de la compra del supermercado que le ha hecho. Andar, sí, los que están en edad de hacerlo. Pero las peatonalizaciones y el coche de San Fernando están absolutamente contra la población de mayor edad, en esta Sevilla cada vez más envejecida y donde cada vez nacen menos niños.

 

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