ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  1 de octubre de 2018
                               
 

Vivan los vivos

Decía el antológico verso de Dámaso Alonso: "Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)". Bueno, pues aquí en Sevilla, si Dámaso Alonso lo hubiera sabido oler cuando en 1927 vino con los otros poetas convidados por Ignacio Sánchez Mejías para fundar en el Ateneo la Generación del 27, hubiera tenido que escribir: "Sevilla es una ciudad de más de un millón de vivos, y eso sin contar los gañotes, los aprovechateguis, los tíos cara, los osados y los listillos". En Sevilla el vivo es algo más que el que tiene vida. Vivos, vivos, lo que se dice vivos, estamos 689.434 habitantes, según la ultima revisión del Padrón. Pero igual que según decía Manolo Ramírez (y Carlos Herrera se lo copió) que aquí hay más hideputas que botellines, también hay muchos más vivos que habitantes. Muchísimos más. Porque un vivo vale por dos. Que conste que me estoy refiriendo no al "que tiene vida", según la primera acepción del DRAE, sino a la sexta, que es la más nuestra: "Listo, que aprovecha las circunstancias y sabe actuar en beneficio propio". O sea, el aprovechado. El espabilado. El vivales. Que encima te toma por tonto para aprovecharse de ti.

Podría hacerse todo un catálogo de vivos sevillanos, antiguos y modernos. Con la inestimable ayuda de un lector que nos sugiere el tema vamos, por lo menos, a tratar de hacer una aproximación a la Entomología del Vivo Sevillano. Menudos pájaros:

El vivo de Primark.- Es que el presume de que ha descubierto el centro comercial de la Torre Pelli antes que nadie, y que se ha aprovechado más que nadie de las oportunidades de Primark. Que naturalmente te echa en cara, para que veas lo torpe que eres. Te enseña su camisa nueva y te dice: "¿A que no te figuras cuánto me ha costado esta camisa? ¡Tirada!". --

El vivo de los puntos.- Es el que presume de que todo lo consigue con la tarjeta de puntos, y naturalmente te toma por tonto si no lo haces: "¿Dónde te crees que me voy de fin de semana con mi mujer, con los puntos que tenía en la tarjeta de Iberia, sin que me cuesten un duro ni el viaje ni el hotel? ¿Cómo, que tú no sacas la tarjeta de puntos cuando le echas gasolina al coche? ¡Hay que saber sacarle partido a las tarjetas de puntos, tío!".

El vivo de la cola.- Es el enterado de turno que cuando llega a una cola no pide la vez, sino que se la da a sí mismo por la cara y pasa unos cuantos puestos o todos. Están las criaturitas en la cola del autobús o de la caja de Zara y el vivo se pone el primero, como el que no quiere la cosa, y además es tan listo que nadie se atreve a decirle: "¡Eh, que se ha colado usted!".

El vivo del negocio fracasado.- ¿Cuantos negocios se abren y cierran "in ictu oculi", pegando el barquinazo? Hay quien los tiene que cerrar con el piso embargado y debiendo hasta de callarse. Menos el vivo emprendedor, que cierra el negocio, monte lo que haya montado, no le paga a nadie, se queda con el manso, subvenciones incluidas, y encima tienen la suerte de que no le pasa nada porque es insolvente y a los bancos y acreedores, ¡tararí que te vi! Hasta que monta otro negocio y vuelta a empezar...

El vivo del abono.- Suele ser de la subespecie figurón. Cuando se acerca la Semana Santa te dice: "Pues, chico, he conseguido una silla en el mejor sitio de Carrera Oficial (sin el "la", por supuesto), porque resulta que conozco a uno que es primo de la suegra de mi cuñada, que es del Consejo y me ha conseguido las dos mejores sillas de La Campana, y además para siempre. Y en los toros, porque no me gustan; que, si no, las mejores primeras filas de barrera eran de menda".

El vivo del arcén.- Estás en un embotellamiento, en Sevilla o en el peaje de Las Cabezas. Y ve usted pasar por su derecha a todo gas un coche con mucha prisa y un enterao dentro, que en un periquete adelanta varios kilómetros de la cola por la cara. O sea, por el arcén. Nunca lo pilla la Guardia Civil ni la Policía Local. Porque tiene la suerte de los vivos. El descarado y aprovechado vivo sevillano se lucra siempre de la prudencia (o de la cobardía) ajena.

 

 

 

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