ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de diciembre de 2018
                               
 

¡Viva la Purísima viva!

Escribir en Sevilla todos los días y no hacerlo hoy, 8 de diciembre, sobre la Inmaculada me parece que si no es pecado, cerca le anda. Así que empecemos con la salutación que con todo el frío de la humedad de la calle Guzmán el Bueno aprendí en el colegio de la Doctrina Cristiana, cuando se decía bien de mañana, al entrar:

-- Ave María Purísima.

-- Sin pecado concebida.

Es lo que viene diciendo Sevilla desde que el malaje de Molina y los frailes de Regina, y su padre principal, no querían reconocer que todo el mundo en general, a voces, Reina escogida, proclamaba que había sido concebida sin pecado original. Lo que Roma no reconoció, qué papas más torpes y más lentos, hasta 1854. Y lo que Sevilla no sólo proclamó antes que nadie, sino que lo sigue haciendo ahora, en estos tiempos laicos que corren, cada día.

Viniendo desde el Sagrario hasta los cien gramos de Catedral mejor despachados, los de su capillita cabe el Arco del Postigo, donde hoy está de besamanos y le tocará la Banda del Sol las Laudes del "Todo el mundo en general" de Miguel Cid hechos cornetas sevillanísimas, la imagen de la Pura y Limpia, ante la que se arrodilló un Papa santo, Juan Pablo II, pasaba bajo las laicas luces municipales de la Navidad que se avergüenzan en proclamar. Por Hernando Colón; por la esquina de Rogelio Trifón a los sones de "Caridad del Guadalquivir" como un homenaje a su Baratillo; por la calle Arfe, pasaba nuestra Pura y Limpia del Postigo en procesión y era como santificar las fiestas paganizadas: como darle sentido cristiano de anuncio del Nacimiento a esas luces municipales. Pensé entonces que ya sé por qué Sevilla, a diferencia del resto de la Europa católica, no celebra apenas el Adviento. Y es porque la exaltación de la Purísima Concepción es el Adviento a la sevillana. Las tunas rondan en la Plaza del Triunfo a una Muchacha Concebida Sin Pecado Original, que se asoma a su alto balcón de mármol del monumento con el retrato que de Ella nos dejó Murillo y que pronto parirá al Salvador en Belén. Pero la fijación de la iconografía que Murillo, hace 400 años, dejó de la Purísima no es en Sevilla algo muerto. Es un culto vivísimo, una devoción que se renueva cada día y cada año. Otras manos de artistas siguen esculpiendo y pintando a la Purísima según Murillo. En 1954, en el centenario del Dogma, Alfonso Grosso hizo para el crucero de la Catedral el monumental cuadro que ahora queda sobre el Altar del Jubileo y donde a la Purísima le pintó la cara que muchos sevillanos le ponemos: la de la Inmaculada del Arco de la Macarena, la Virgen de la Esperanza. Estando yo de alumno en Portaceli, nos llegó una nueva imagen de la Inmaculada bajo cuyo "manto sagrado mi madre aquí me dejó", que sustituía al "dulcísimo recuerdo de mi vida" de la Virgen de la capilla de Villasís. Pero que es que antier, en el colegio CEU San Pablo, los alumnos de Infantil a Secundaria recibieron a la nueva imagen de la Purísima obra del escultor Juan Alberto Pérez Rojas.

En Sevilla sigue desenvainada la espada de la defensa del Dogma de la Purísima que en la Madrugada, junto a la bandera concepcionista y al cirio del Voto, porta un hermano del Silencio. Un hermano del Silencio, un primitivo nazareno que se llama Ricardo Suárez, ha tomado esa espada desnuda y la ha convertido en pincel para dejarnos un vivísimo cuadro de su Virgen de la Concepción, la del azahar de Pureza entre la plata de su palio. Y aunque lo han presentado como de la colección pictórica de Cajasol, esta Purísima de Ricardo Suárez está pidiendo a gritos su bendición para su veneración y culto en una iglesia. Con esa desnuda espada de los primitivos nazarenos convertida en pincel, Suárez nos ha traído la vivencia actualísima del Dogma, con la hermosa Purísima coronada de estrellas y la Luna a sus pies. Como la Inmaculada de Collault Valera que rondarán esta noche las tunas en la Plaza del Triunfo. Y si en Sevilla no escribir hoy de la Purísima es casi pecado, en Castilleja de la Cuesta es que ni te cuento. Así que, amigos chorreones de la calle Real, que lleváis sangre de los Reyes en la palma de la mano, prestadme vuestra voz para decir en nombre de esta Sevilla que mantiene pujante al culto al Dogma de la Inmaculada: "¡Viva la Purísima viva!".

 

 

 

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