ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  14 de diciembre de 2018
                               
 

Rampla para el capataz Luis León

No soy muy amigo del cambio de nombre de las calles históricas y tradicionales, las que como muy cerca vienen del el plano de Olavide. No sólo no soy muy amigo, sino enemigo. Pero habré de hacer una excepción, y sumarme a la iniciativa de la Hermandad del Amor, que prepara un homenaje al que durante veinticinco años fue su capataz, Luis León Vázquez. Piden que sea rotulado con su nombre el Callejón de Galindo, donde está la casa de hermandad.

A Luis León Vázquez lo han nombrado ya Capataz Perpetuo de la Hermandad del Amor. Ha sido el único caso de un capataz que bajaba dos pasos en el mismo día por la Rampla (vulgo Rampa) del Salvador, esa que todos de niños hemos correteado un Sábado de Pasión, estrenando la Semana Santa. ¿Cuántas veces ha bajado y subido Luis León la Rampla del Salvador mandando a prima hora de la tarde del Domingo de Ramos el paso de "La Burra", como él la ha llamado siempre, o sea, la Entrada en Jerusalén, y luego, ya caída la noche, el de su Cristo del Amor? Luis León ha sido el único que como capataz cada Domingo de Ramos entraba dos veces en esa nueva Jerusalén que es Sevilla, Rampla del Salvador abajo. Allí, allí en El Salvador fue donde nació su vocación de capataz. Allí fue el primer capataz hermano de una cuadrilla de hermanos costaleros, ayudado por Manolo Santiago. Se ha tomado como fecha de origen de los hermanos costaleros el Martes Santo de 1973, cuando Salvador Dorado "El Penitente", que los había entrenado, sacó el Cristo de la Buena Muerte de los Estudiantes con la que se toma como la primera cuadrilla de hermanos costaleros. Lo siento, pero Luis León lo hizo antes, aunque con el paso de una hermandad de gloria. Con hermanos costaleros sacó en 1972, de allí del Salvador, el paso de gloria de la fernandina Virgen de las Aguas. Le ocurre a Luis León en este punto lo que a todos los precursores: que nadie se lo reconoce. Yo, aquí y ahora, sí.

Y reconozco otra cosa: cómo es esta Puñetera y Novelera Ciudad de Sevilla. Si usted dice el nombre de Luis León y le añade su sobrenombre casi cinematográfico de "El Zorro Plateado", por las canas que peinó desde muy joven, que quizás le salieron con los disgustos del "más a tierra esa trasera"... Si usted dice el nombre de Luis León no lo asocia a la Hermandad del Amor. Si no pertenece al mundo del martillo y del costal lo asocia a la Macarena, no a la Hermandad del Amor que anda pidiendo escaleras para subirlo a los honores callejeros que se merece, por lo que yo le estoy prestando aquí las dos del Barco del Carbón que mandaba Pepe Andreu en aquellos años que evoco de la gran gloria del Zorro Plateado en la Madrugada. A usted, lector, Luis León le sonará seguramente mucho más como capataz del paso de la Esperanza Macarena, el que tenía el privilegio de tocar el martillo del dragón que sube más todavía a los cielos de Sevilla a la Madre de Dios que está junto al Arco. Cada levantá de León al tocar el martillo del dragón era como una nueva Asunción de la Virgen a los cielos, con qué arte lo hizo hasta la Madrugada de 2001, y parece que fue ayer, que lo estamos viendo todavía, más blanco que la nieve su semblante de responsabilidad, contrastando con su terno negro y su cordón verde de la medalla de la hermandad. Verde tiene Luis León no sólo ese cordón de la Esperanza, cuya Cruz de Guía portó tantos años antes de pasar al llamador. Luis León tiene a gala proclamar que tiene sangre verde, como la color de un terciopelo antiguo de los antifaces de los viejos nazarenos del último tramo de la Virgen. En la Macarena, Luis León fue un último tramo de sí mismo, cirio verde su sangre, habiendo sido el que, igual que la cuadrilla de hermanos costaleros de la Virgen de las Aguas, todo lo comenzó en su gloria y encaminó hacia la grandeza de la que ahora disfrutamos. Y lo que son las cosas de Sevilla: le rinde honores El Amor, no la Macarena. Robándote el sitio, sabrás, querido Luis, querido Zorro Plateado, que va por ti, capataz, está levantá de recuadro, a pulso, para que Sevilla reconozca tus méritos, en El Salvador o en La Macarena. Eso es lo de menos. Lo de más es que eres todo un señor y un tío al que siempre le ha hervido por Sevilla la sangre verde.

 

 

 

 

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