ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de febrero de 2019
                               
 

Relator

No seré yo quien, como tantos, llame "la cabra de Cabra" a la vicepresidenta Carmen Calvo. Aunque tira al monte una mijita, la verdad. Porque vez que abre la boca para explicar algo, vez o que no se le entiende o vez que deja una frase histórica que pide cinceles para esculpirlas en epigrafía indeleble, por lo que venir suele corto todo el mármol de Macael. Para la memoria quedan frases suyas memorabilísimas como: "El Rocío es la explosión de la primavera en el Mediterráneo"; como saben, a la cercana playa de Matalascañas la bañan las aguas del Mediterráneo. Y nosotros sin saberlo. O aquella otra frase que invita a meter la mano en el cajón de los caudales de todos: "El dinero público no es de nadie". O la culminación de la inclusiva confusión igualitaria de géneros gramaticales: "Fui cocinera antes que fraila". O la que quieren poner como lema todos los observatorios astronómicos del mundo: "Deseo que la Unesco legisle para todos los planetas".

Ahora, cuando España sufre la más nociva gobernación de toda la democracia, cuando al frente del Gobierno está un Felón que le gana por la mano al que históricamente lo era, a Fernando VII, en el entreguismo a los separatistas catalanes que quieren romper la Patria y a los que Sánchez complace con tal de seguir montado en el Falcon y de venir de vez en cuando de visita oficial a Madrid, salta Carmen Calvo, y aceptando todas las condiciones que imponen los independentistas para aprobar los Presupuestos del Estado que quieren quebrar, pone de actualidad la palabra "relator". El Gobierno, concediendo la condición de Estado extranjero a una autonomía más de las de España, no sólo se baja los pantalones reuniéndose con ellos de "agradaor", sino que acepta las condiciones que ponen. Entre ellas, que en la reunión haya un mediador o "relator". Y aquí es donde llega Carmen (Calvo, claro) y nos explica para que se entienda menos todavía qué es un relator. Y nos dice, aguanten la risa: "El relator es alguien que nos tiene que echar una mano por amor al arte". Arte el suyo, qué arte.

En otras ciudades eso de "Relator" les habrá sonado raro. A nosotros nos suena a "Pasa la Macarena", a "Coronación de la Macarena", a plumas de los Armaos, a capirotes de verde terciopelo. A Madrugada. O, en la tarde del Domingo de Ramos, al Azul Hiniesta, cuando la Virgen viene desde El Pumarejo (que se pronuncia en sevillano "Espumarejo"), donde acaban de tocarle "Pasan los campanilleros". No sé a qué sonará por ahí lo de "relator", aparte de a felonía y a traición, pero aquí nos suena a Semana Santa, a Esperanza de la Macarena de frente y de perfil y "por tós los cuatro costaos". Relator, para nosotros, es la calle que lleva la Esperanza a Parras o a la Hiniesta a Anchalaferia. Sevilla antigua pura. Este Relator nuestro, el de la calle, llega de Pumarejo a la Alameda. Cruza Anchalaferia. Relator tiene los recuerdos de los protestantes sevillanos. Allí el templo de la Iglesia Evangélica hispalense, la de Casiodoro de Reina y la Biblia del Oso. Allí el Doctor Palomares, pastor protestante de la comunidad evangélica de San Basilio, hacía y vendía su famosísimo "ungüento de la calle Relator", una pomada popularísima que hacía las veces de Bálsamo de Fierabrás para la Sevilla del hambre y los corrales.

Así que no vengan ni los catalanes ni Carmen Calvo ni nadie a decirnos qué es Relator. Barrio de la Feria sin mezcla de mal alguno. ¿Y por qué el nombre? Abro el monumental "Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla" y leo la entrada "Relator" que escribe mi compañero de Academia don Antonio Collantes de Terán y Sánchez: "Sus diversos tramos se han conocido con nombres distintos a lo largo de los siglos. Se cita por primera vez éste en un Padrón de 1483, por vivir en ella un personaje que poseía este oficio: era el encargado de la relación de los autos ante los tribunales de Justicia". Esa será la Historia. Pero la lírica sentimental es que dices "Relator", es Viernes Santo por la mañana y estás viendo a la Virgen de la Macarena con la cera ardida de su candelería y su cara cansada después de haber pasado la noche repartiendo Esperanza por Sevilla.

 

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