ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  12 de abril de 2019
                               
 

Para Charo Padilla

La verdad, querida Charo Padilla, que tengo una mijita de complejo de máquina barredora de Lipasam, la que va al final de las cofradías quitando lo que ha dejado la gente en el suelo. Y lo hago, además, no en un viernes cualquiera, sino el de Dolores, fecha más sevillana no la hay, cuando esto de verdad ya está aquí, con el impresionante traslado del Cristo de la Quinta Angustia en la penumbra de La Magdalena, con la bajada de la Virgen del Valle, con tantos y tantos ritos como guardados para nosotros solos, antes que se nos eche encima la avalancha del Domingo de Ramos. O como las cofradías de vísperas que esta tarde salen, ese Cristo de la Corona de nuestra parroquia del Sagrario, que es lo más curioso del mundo. Mientras las cofradías van a hacer estación de penitencia a la Catedral, según mandan sus reglas, el Cristo de la Corona, tan antiguo, tan Castilla, tan Sevilla, no tiene que ir a la Catedral: porque ya está en ella, en la parroquia del Señor San Clemente, la que se conecta con la Metropolitana y Patriarcal por una puerta que nadie sabe como se llama, la más desconocida de todo el gran templo, la de San Fernando.

Te debía este artículo, querida Charo, desde el lunes. Pero como cada vez me gusta menos la bulla de Semana Santa, he preferido que pase la marea. Sí, como cuando acaba de pasar una cofradía y se espera uno a que se deshaga la bulla para evitarse empujones. Este artículo, aunque tardío, es de felicitación por tu pregón. No por ser la primera mujer que lo ha dado desde que lo inventó Federico García Sanchís, ahora tan políticamente incorrecto; ni por ser la primera pregonera que antes que anunciadora de los días del gozo se nos presentó como algo tan sevillano cual madre de nazareno. Martínez de León pintó en un dibujo clásico al amigo del nazareno, el que le da charlita; y tú has dejado para la posteridad una figura que hasta ahora no se había valorado suficientemente: la madre del nazareno. Fernando Villalón se equivocó en esto probablemente. No es "Giralda, madre de artistas,/molde de fundir toreros". De haberle gustado una mijita más las cofradìas, que me parece que andaba cortito en capirotera materia, hubiera dicho: "Sevillana, madre de artistas,/molde de fundir nazarenos". Lo que pasa es que tú hiciste con tu palabra ese molde de fundir nazarenos que son las madres de Sevilla, empezando por la de Dios, y lo tiraste luego al río donde se refleja la expiración del Cachorro, como en la leyenda del otro Cristo de la Expiración, el del Museo. (Siempre las dos Sevilla; hasta las que son tres las tenemos dos veces, como las Tres Caídas de San Isidoro y las Tres Caídas de Triana.)

He esperado tantos días para felicitarte por tu pregón y por algo más que por tu pregón: por haberte librado de las lenguas de doble filo, de las puñalás por la espalda, de eso tan nuestro y tan sevillano como darle la enhorabuena al que "se suba al atril" y luego, en cuanto se ha ido, largar fiesta contra él. Por cierto: lo de "subirse al atril" me suena a circo; a ver si aprendemos a decir ñas cosas bien: es subirse al escenario del pregón. ¡Ni que el pregonero fuera un equilibrista del Circo Mundial para subirse al atril, halejop!

Te felicito por tu pregón, querida Charo Padilla, y te felicito más que nada por la casi unanimidad en los parabienes y porque no te ha hecho falta el chaleco anti-puñalás cofradieras que me hice y le presté luego al recordado Rafa Serna y a Alberto García Reyes. Has triunfado porque has seguido el clásico "sé tu misma". Has sido la misma Charo Padilla de tantas tardes de lluvia pendientes del transistor con "El Llamador" para saber si el cabildo decidìa salir o no. Tu cabildo unipersonal ha decidido salir, y por la puerta grande. Aunque sea el último, como el tío de la escalera, enhorabuena, pues, querida Charo Padilla.

 

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