ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  23 de mayo de 2019
                               
 

Más que en la Expo

Como ya de todo ha hecho veinticinco años, celebramos en su momento los de la Expo de 1992 con la nostalgia que traer suelen estas conmemoraciones. Muchos, casi todos los sevillanos, nos creíamos entonces, en 1992, que la ciudad había tocado techo de visitantes, de hoteles, de pernoctaciones, de promoción internacional, de ingresos por turismo. Si, sí... La Sevilla turística de la Expo fue nada comparada con la de nuestros días y nuestra hora. Interpreto que la Expo ha dado frutos a largo plazo, como el corcho de los alcornoques de la sierra. Ahora es cuando Sevilla vive de lo que quiso cuando la Expo. Por ejemplo: ¿cuántos hoteles nuevos se abrieron para la Expo? Se cuentan con los dedos de una mano. ¿Y cuántos se han abierto ahora, cuando no hay más Expo que visitar que Sevilla misma? En el recién estrenado aeropuerto de San Pablo, la gran barbaridad arquitectónica de Rafael Moneo, lo más oscuro en la capital de la luz, ¿a cuántas ciudades extranjeras había entonces vuelos sin escalas, enlaces directos?

En aquellos años de locura colectiva y de perros atados con longaniza de la Expo, muchos sosteníamos que la más universal de las exposiciones que podía ofrecer Sevilla era la propia ciudad, Sevilla misma, su zona monumental, el ambiente de sus calles. En otras palabras, la Sevilla del mito de las óperas, de Don Juan y Carmen. Sosteníamos algunos que el mejor pabellón eran la Catedral, el Alcázar, la Plaza del Triunfo, la de la Virgen de los Reyes, ese enclave que no hay ciudad en el mundo, salvo quizá Florencia, que lo iguale.

Ahora es verdaderamente cuando Sevilla está en permanente Expo de sí misma, sin pabellones ni telecabinas, sin espectáculo del lago ni "Azabache", con la cifra de visitantes que recibe: 2,67 millones de turistas al año. Es la tercera ciudad de España más visitada por el turismo, después de Madrid y Barcelona. Supera a Palma de Mallorca, con todos sus alemanes y sus ingleses borrachos haciendo "balconing" y pegándose el pellejazo. Supera a Valencia y a su Ciudad de las Artes. Supera, y bien que lo siento, a la Málaga de los museos de nueva planta y de la vieja capitalidad de la Costa del Sol, con la que el alcalde de Sevilla no quiere fías ni porfías. Pero lo malo es que supera también a Benidorm, que es la cuarta ciudad más visitada de España, con 2,1 millones de veraneantes chungalés de camiseta de tirantas, paella y sangría.

Y ahí es donde quería llegar. Que está muy bien que Sevilla supere en visitantes a Granada, cuyo turismo supone un modelo que pisa lo cultural, lo histórico, los visitantes que llegan con un libro-guía, saben lo que tienen que ver y hasta traen algunos sacada por Internet su entrada para la Alhambra. Pero me preocupa que Benidorm nos pise los talones, que hayamos adelantado a Benidorm. Eso nos evidencia, ay, el modelo de ciudad que estamos creando, a la medida del turismo de masas que viene buscando tópicos. Siento en el alma decir que hemos convertido al Barrio de Santa Cruz en un Benidorm con Cruz de la Cerrajería y Callejón del Agua, y que los turistas que se ven por el mejor cahíz de tierra del mundo son como los de la Playa de Levante. Sólo nos falta el turismo de borrachera, en plan Palma de Mallorca, para que la degradación sea completa. Aunque estamos haciendo grandes esfuerzos como punto de destino de las despedidas de solteros y especialmente de solteras, que son mucho más gamberras todavía. Tiene de bueno este panorama que Sevilla ya no es un destino de horas donde veían la Giralda los turistas que se iban a dormir a Córdoba, a Granada o a Málaga en el mismo autobús que los había traído. Ya Sevilla tiene visitantes con al menos dos o tres días de pernectación. Así se explica la saturación de hoteles. Antes no se quedaban a dormir. Pero hablando de dormir: me quita el sueño que estemos convirtiendo a Sevilla, Expo de sí misma, en un Benidorm con Giralda.

 

 

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