No sé si han observado cómo ha cambiado la liturgia mediática de las 8 de la tarde en los días de elecciones. Antes, en cuanto daba esa hora, cada radio y cada televisión anunciaba con su sintonía floreada los resultados de su encuesta particular "israelita", acabadita de salir del horno de preguntar a la gente a la salida de los colegios electorales qué había votado. Ya han dejado de hacer estas encuestas israelitas y los medios de darlas solemnemente a las 8 de la tarde, en cuanto se cerraban los colegios electorales, porque los patulajes eran de época, muy poco parecidos la mayoría de las veces a lo que luego daba la encuesta de verdad, que era la del escrutinio definitivo, que se conocía allá a las tantas de la 1 de la noche.
A mí lo que más nostalgia me da de los perdidos antiguos usos informativos electorales es que de la noche a la mañana ha desaparecido la famosa horquilla. Aquello que cada partido sacaba una horquilla entre tantos y cuantos diputados. ¡Cómo te echo de menos, horquilla electoral mía de los nervios de saber si han ganado los nuestros o los que desde hoy serán los nuestros porque han ganado! Unas elecciones sin horquilla ni son elecciones ni son nada. Y eso ha ocurrido en el pasado superdomingo electoral, que nos quedamos sin horquilla igual que nos quedamos sin Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Ahora lo apasionante es buscarte el enlace del Ministerio del Interior en Internet y tener en la pantalla de tu ordenador el escrutinio en vivo y en directo, como un juego electrónico de los chavales, contemplando cómo suben y bajan los andaluces. No, no me he equivocado porque los andaluces estamos muy de moda tras las últimas elecciones. En lugar de la antigua horquilla, todo el mundo habla ahora de salvar los muebles con los pactos a la andaluza. A mí esto de los pactos a la andaluza me suena a huevos a la flamenca o a gazpacho andaluz de Mercadona. Por no pensar que el pacto a la andaluza consiste en que para hacerlos, los pactantes han de ir con sombrero de ala ancha y las pactantas, de faralaes. Son los pactos del arsa y toma, pastillas de goma, que son para la tos. Pero los pactos a la andaluza ya no son lo que eran cuando se inventaron. Entonces había que aplicar el famoso cordón de mi corpiño, cariño; perdón, el cordón sanitario a Vox, para que nadie te echara en cara que pactabas con la llamada "extrema derecha". Con la extrema izquierda de Bildu y de Podemos puedes hacer todos los pactos que tengas por conveniente, que no pasa nada; pero ay, de ti si pactas con Vox. Te contaminas de patriotismo nacional, por ejemplo, que es pelígrosísimo, de ahí lo del cordón sanitario.
Mas lo del cordón sanitario por lo visto ya ha pasado la cuarentena y no hay peligro. Cuando han visto que el PP y Ciudadanos eligieron a Moreno Bonilla como presidente del Ex Régimen Socialista Andaluz, o sea, de la Junta, con el apoyo de investidura de Vox y que no ha habido graves desgracias. Los pactos a la andaluza, claro, al prodigarse, ya no son lo que eran, que todo el mundo le hacía ascos a todo el mundo antes de firmarlos y no como ahora, que se aplica el principio de "tó er mundo es güeno" para conquistar el Everest del poder, donde hay colas como en el de verdad.
Ah, y los muebles. Lo que más me ha llamado la atención de estas elecciones ha sido la ampliación del léxico del Tertulianés con los muebles. Todo el mundo ha querido "salvar los muebles". Digo yo que serian valiosísimos esos muebles, de anticuario, para querer todo el mundo salvarlos. ¿O eran de Ikea los muebles que había que salvar, o del mercado de segunda mano? Por mal que haya quedado, todo partido ha salvado los muebles en alguna parte. ¿Pero eran ayuntamientos y autonomías los que se elegían? Porque parece que han convertido esto en un guardamuebles. Y además, sin horquilla y a la andaluza.
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