ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 22 de septiembre de 2019
                               
 

El tonto viral

La proliferación e influencia de las redes sociales nos ha traído un nuevo tipo de tonto, no estudiado hasta ahora, pero interesantísimo y abundantísimo. Es como la puesta al día del Tonto con Balcones de la Calle. Ahora esos balcones no dan a la calle, sino al ancho mundo de las redes sociales, extendidas por todo el orbe. Y dentro de ellas, especialmente Instagram, que es el vivero de los tontos virales. Para conseguir que su vídeo casero se convierta en viral, el tonto de Instagram es capaz de todo. Aunque salga perjudicado, cuando no condenado penalmente. Por ejemplo, el tonto viral coge el coche, se pone a 180 en una carretera por la que sólo se puede ir a 90, se graba a si mismo o lo graba un amigo, y lo pone ("lo sube" es lo que se suele decir) en Instagram. ¿Para qué? Para competir con las "influencers", que son unas señoritas que no sabemos bien a qué se dedican ni qué autoridad tienen, pero que dan consejos y llegan a tener millones de seguidores y no sé cuántos otros de esos corazoncitos rojos a cuya tecla dan lo seguidores del tonto viral cuando le gusta su chorrada.

El tonto viral del vídeo con el coche a 180 tiene buen cuidado en sacarse a sí mismo en el vídeo, o que aparezca bien el coche, y si es hasta la matrícula, mejor. Con lo que, naturalmente, consigue a lo mejor que su vídeo se haga viral, pero logra que también la Policía le dé al "me gusta", lo localice inmediatamente y por lo menos le quiten el carné. De los cientos de tontos virales que le llegarán al teléfono móvil, quizá ninguno como el que quería deshacerse de un frigorífico viejo y en vez de hacerse un vídeo depositándolo en un punto blanco, se grabó arrojándolo por un barranco abajo, satisfechísimo. El vídeo se hizo viral, evidentemente, a las pocas horas. Lo que supuso que lo identificaran y le cascaran la multa de reglamento, que es en lo que suelen terminar todos los tontos virales que con tal de superar millones de visitas son capaces de hacerse un vídeo matando a su padre. No, no desesperen. Llegaremos a eso.

En la política española abundan los tontos virales. Están en manos, además, de unos especialistas, no lo hacen en plan aficionados. Les llevan su presencia en las redes sociales los que llaman "community managers", los de las siglas CM. Son los encargados de publicar las frases chorras del jefe en las redes, muchas veces sin que el jefe se entere de lo que han puesto en su boca. Como España es el país de los grandes entierros, se hacen virales en las redes inmediatamente los fallecimientos de famosos y famosetes, que desatan una como competencia de pésames, a ver quién lo pone antes, más sentido y más original. Ya no se dan los pésames por tarjeta, por carta, yendo al tanatorio o asistiendo al funeral: lo que se lleva es expresar el pesar por las redes sociales, y hacer en ellas el elogio del muerto. Cursiladas se ponen todas las que se quieran cuando muere alguien medio conocido. Y hasta los periódicos reproducen luego estos pésames de Twitter o de Instagram, sin tomarse la molestia de preguntar a los eventualmente afligidos dolientes, que sólo buscan visitantes y que sus palabras se hagan virales.

¿Y las elecciones? En España padecemos a un tonto que dice que Podemos en el Gobierno de coalición con él le hubiera quitado el sueño. Pero yo sé que no es por lo mismo que le hubiese producido su insomnio a usted. Es que ese tonto, llamados por muchos "jeta", tan aficionado a los aviones, quiere seguir la moda y por fin lo ha conseguido. En España, un tonto sin Instagram ha coneguido hacer virales las elecciones, de ahí cuatro en cuatro años. No son elecciones generales. Son elecciones virales. Las que más les gustan a los tontos virales, que se creen que cuantas más elecciones convoquen, más las ganan. Son como el del frigorífico, pero con urna.

 

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