ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 3 de octubre de 2019
                               
 

Réquiem por un potaje

Con lo que le gusta a un sevillano una víspera, que hasta Cofradías de Vísperas hay, viene el Ayuntamiento y se carga la Feria de Vísperas. Que era coger la Feria no por punta, como se suele decir, sino antes de la punta todavía, y organizar en la caseta...lo que se tuviera por conveniente, antes de la Noche del Alumbrado, vulgo Pescaíto, y de la inauguración oficial. Pues nada: viene el Ayuntamiento y cambia las ordenanzas para que en las casetas no se pueda hacer nada, más que colgar cadenetas y poner farolillos, y mostradores de Cruzcampo en la trastienda, hasta que sea la inauguración oficial y Currito le haya dado al botoncito para encender la portada.

Yo, la verdad, no lo entiendo. ¿No dicen que la caseta es la casa que el sevillano traslada a Los Remedios durante los días de la Feria, una casa efímera en una ciudad efímera? Entonces, si la caseta es como mi casa, ¿por qué no voy yo a poder yo organizar en mi casa todo lo que tenga por conveniente, y, por ejemplo, dar a mis amigos un potaje que no se lo salte un galgo o hacerle un arroz de los que marcan época, y convidar a quien me dé la gana? Todo y todos con la idea muy clara de que todavía no es Feria, que aún las señoras no van de flamencas, ni hay paseo de carruajes, que aún no toca el conjuntito que hemos contratado este año y que se pone con el chimpún de las sevillanas en cuanto dan las 3 de la tarde.

Pues nada: ordenanza de prohibición que te crió. Yo creo que esto lo ha hecho en el Ayuntamiento alguien que estaba muy enfadado con Miguel Gallego. Mucho más famoso que el umbreteño de María la Morena, Morena, que como saben puso un potaje (y le salieron duros, ay, qué malaje), se había hecho el potaje vesperal de Feria que Miguel Gallego, el poderoso aceitero de Migasa, daba a sus amigos, conocidos y compromisos en su caseta de la calle Gitanillo de Triana. Primitivamente, el domingo antes de que empezara la Feria y ahora, con la ampliación de fechas, me parece que el viernes o el sábado. Dicen que la Feria no empieza hasta que se enciende la portada, ¿no? Eso es para muchos. Para otros la Feria empezaba justamente cuando en el mostrador de la trastienda de la caseta de Miguel Gallego servían el primer plato de potaje...a un colado, encima, porque la gente se colaba allí que daba gusto. El potaje de Miguel Gallego en vísperas de Feria era como un marchamo de garantía social en Sevilla. Si no estabas en el potaje de Miguel Gallego y de Rosa su mujer, no eras nadie en Sevilla. El potaje de Miguel Gallego (donde a diferencia de María la Morena nunca se le pusieron duros), era como una prueba de poderío y de relevancia social. Del general jefe de la Fuerza Terrestre a la pintora de moda, allí te encontrabas a todos los que te tenías que encontrar. ¡La importancia que se daba la gente!

-- No, el domingo no puedo, porque tenemos que ir al potaje de Miguel Gallego.

Había en el potaje de Miguel Gallego una como Clase VIP, que eran ya lo más de lo más. Los que apenas tomaban una tapita y justificaban su pronta marcha diciendo:

--Es que Carlos Herrera nos ha invitado a su arroz.

¡Ea, otro damnificado por las nuevas ordenanzas de las Vísperas de Feria: Carlos Herrera! Que no sé cómo va a dar su famoso y muy influyente arroz vesperal. Otro sitio donde, si no estabas, no eras nadie en Sevilla. Pero absolutamente nadie; y lo digo yo, porque nunca he estado en el arroz famoso de Carlos Herrera. Esto de prohibir las cuchipandas vesperales me huele a venganza de alguien que nunca fue invitado por Miguel Gallego a su prestigioso potaje. ¿Nadie va a recurrir? ¿Por qué no, cuchara en mano, nos manifestamos ante el Ayuntamiento los damnificados por el potaje? Esto es prohibir las Vísperas de Feria es como hacer una ordenanza contra las corridas llamadas "sin farolillos" del abono. Yo, que llevo aquí escritos muchos gorigoris, la verdad es que ni se me había pasado por la imaginación que un día habría de teclear el réquiem por un potaje. Os acompaño en el sentimiento, queridos Miguel y Rosa. Y los que se os colaban sin haber sido invitados, ni os cuento cómo están de cabreados...

 

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