ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 5 de octubre de 2019
                               
 

La corbata de Trump

Que conste que no me disgustan muchas decisiones del presidente del Imperio. El que se llama como el pato de Walt Disney, Donald: Donald Trump. ¿El Imperio? Pues sí, queramos o no, somos una colonia del Imperio Americano. Imitamos en todo a los Estados Unidos. Los chavales se visten como los norteamericanos, gorra de béisbol con la visera para atrás incluida. La M de la multinacional de las hamburguesas es la primera letra en el abecedario de la comida rápida. Dependemos de muchos inventos de los americanos. A los que servimos con nuestras bases de Morón y Rota y consideramos socios y aliados en la defensa de los principios de la libertad y de la civilización occidental. Conocemos al índice Dow Jones de Wall Street mucho mejor que al Ibex 35; y muchos hasta le echan más cuenta para olfatear por dónde van los tiros de esta ruina que se nos viene encima, otra vez, qué pesadez de crisis.

Trump parece como una estatua de museo de cera de sí mismo. O como un ninot de falla de sí mismo. ¡Y con esa corbata colorada! ¡Y lo larga que se anuda esa corbata colorada, que le cuelga como un cencerro mucho más abajo de la cintura! Yo no sé por qué no protestan los ejecutivos del Banco de Santander, si Donald Trump les copió la corbata roja que impuso Botín como prenda corporativa, casi de uniforme.

Pues resulta que el tal nos ha salido vengativo. Como varios gobiernos de la UE han subvencionado el proyecto del Airbus, del que tanto se ha beneficiado Sevilla, Trump, como venganza y en defensa del Boeing norteamericano, le ha arreado a nuestros productos unos aranceles que tiembla el misterio. Trump el de la corbata roja ha querido darle a Europa donde más le duele: en la exportación de sus productos agroalimentarios a Estados Unidos. Y se ha cebado con el aceite, las aceitunas y el vino de España. Y en cambio al aceite de Grecia, ni tocarlo, porque allí no han dado un euro para el Airbus

Visto desde Sevilla, este gravísimo conflicto económico tiene la clásica contradicción dentro. El Airbus, que tanto ha significado para el despegue (y nunca mejor dicho) de la industria aeronáutica en Sevilla, ha recibido dinero público, que es lo que ha mosqueado al tío de la corbata colorada. Y precisamente por culpa de las ayudas públicas al Airbus, como venganza, Trump va a pegarle el palo arancelario a nuestra industria agroalimentaria. Lo que no se va en lágrimas se va en suspiros. Tales son de duras las medidas contra los productos españoles, que para Andalucía pueden suponer la pérdida de 500 millones de euros en exportaciones. Un ejemplo: mis amigos aceiteros de la macrocooperativa Dcoop, la del hojiblanca de mis tostadas del desayuno, pensaban exportar envasados en 2020 a Estados Unidos 10 millones de litros de su verde oro liquido. Y pensaban de 25 a 30 millones de kilos de aceituna. A toda esa riqueza exportadora la parte por el eje la arancelaria venganza de Trump por el Airbus, y Dcoop ve peligrar 80 millones de euros.

Lo que le faltaba al campo andaluz eran estas medidas de los americanos contra nuestras exportaciones. Los emprendedores del campo andaluz partiéndose la cara para exportar a Estados Unidos nuestros vinos, aceites y aceitunas, y ahora viene Trump y los cruje a aranceles. Y Sánchez, dedicado a su campaña electoral, como si no pasara nada, como si no le hubieran pisado varios callos al vino de Rioja o al aceite andaluz. ¿Cuántos jornales se van a perder, con la que tenemos encima? Y la gente ve esta desgracia para nuestra industria agroalimentaria como quien oye llover. Protestan las organizaciones profesionales, y con razón, pero el respetable público ni se ha enterado de la puñalada que esto significa para Andalucía. El progrerío que organiza tantas manifestaciones contra los americanos no ha abierto la boca en defensa de nuestro aceite y de nuestro vino, riqueza de nuestros pueblos. Teníamos que echarnos a la calle. O cuanto menos, como en las bodas horteras con el novio, cortarle la corbata colorada a Donald Trump, ya pregonado enemigo del campo andaluz y de nuestra industria aeronáutica.

 

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