ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 9 de octubre de 2019
                               
 

Mi Pepe Oneto

Te conocí en la Redacción del diario "Madrid" de Antonio
Fontán, donde andabas como de becario, simultaneando con no sé
qué otro menester en la agencia France Press, ¿o era en Colpisa?
Fíjate si hará tiempo de aquello, querido Flequi de Cai (como te
llamábamos cariñosamente servidor y tu leal escudero Enrique
Montiel, almirante de las letras cañaíllas), fíjate si hará
tiempo de aquello, que igual que yo era el corresponsal en
Sevilla del diario monárquico y antifranquista que luego volaron,
el de Barcelona era Enric Sopena y aún se firmaba "Enrique", en
español. Luego, en este ancho mundo del periodismo, nos vimos en
mil redacciones en las que trabajaste, siempre con San Fernando y
Cádiz al fondo, siempre con tu flequillo desmelenado por la amura
de estribor para tapar las entradas del Estadio Carranza; siempre
con tus camisas a rayas con cuello blanco, lo que te daba como un
almidón del tiempo, casi de antepasado de ti mismo, de fundador
del "Diario de Cádiz", más que de cronista y testigo de la
Transición y de todas sus esperanzas en "Diario 16", en ese
"Tiempo" tan feliz que nunca olvidaré, o en Antena 3, donde como
director de informativos me llevaste con las dos Rosas,
Villacastín y Quintana, para que hablara desde la salita de casa,
porque sabías que los platós no son plato de mi gusto.

Pero, sobre todo, ay, querido Flequi de Cai, tuve el honor y
el privilegio de hacer muchos kilómetros contigo. Muchas horas de
risa contigo. Ay, en aquellos viajes de los que le pegábamos el
mangazo a Tito Hombravella cuando la Philip Morris se jamaba ya
las leyes antitabaco que habrían de venir. Pocos como servidor y
su compadre Alfonso Ussía habrán tenido el privilegio de reír
tanto con tu ingenio, tu inteligencia, tu simpatía. Con tu
gracia. Eras gaditano de La Isla y lo llevabas a gala. Hasta tu
Isla fui a acompañarte aquella tarde en que diste el Pregón del
Carnaval con dos tan ilustres colaboradores como El Tomate y El
Maspapas, y donde descubriste a una paisana que empezaba a
destacar en el baile y se llamaba Sara Baras. --PUNTOAPARTE--
La República Sudafricana o la descomposición de la Unión
Soviética fueron testigos de tu gracia por el mundo. "Guasones
sin Fronteras" era nuestra ONG: tú, Ussía y menda lerenda sin Don
Mendo. Yo vi, como lo quincó mi compadre Ussía, cómo adivinaste
el final de la URSS y barruntaste la caída del muro de Berlín
cuando aquella fría noche de la Plaza Roja de Moscú apareciste
con un militar gorro pasamontañas con su estrella roja sobre tu
famoso flequillo de estribor y nos dijiste:


-- Se lo acabo de comprar por 20 dólares a uno de los
soldados que hacen guardia ante la tumba de Lenin que lo llevaba
puesto.


Desde que dejaste sin prenda de cabeza por 20 dólares al
Ejército Rojo, ya ves, querido Flequi, el comunismo nunca fue ya
más lo que era. Como en el vuelo de Iberia a Moscú con destino
final a Tokio, siempre en gran clase, la misma gran clase que
tuviste. Como había libros para el pasaje y todos los títulos que
quedaban eran de Juan Bonet, convenciste a los japoneses que
Alfonso Ussìa era el mismísimo autor de aquellas "Herrumbosas
lanzas" de las que le hiciste firmar por lo menos una docena de
ejemplares para los nipones, mientras una sobrecargo guapísima
nos daba la carta del almuerzo y me decías:

-
-- ¿A que no tienes cojones de tomarte conmigo un pollo
teriyaki a las 12 de la mañana?


Y descubriste junto a Luis del Olmo, que también venía en
aquella Columna Mangada, que los leones sudafricanos de Sabi Sabi
estaban adormilados porque eran funcionarios del Gobierno y
habían terminado ya el crucigrama del "Marca". Eras de La Isla y
una isla de buen humor y de gracia en aquella España donde
alboreaba ya este periodismo agrio y desabrido que, gracias a la
Virgen del Carmen, nunca practicaste. Brille para ti la luz
perpetua de un atardecer en tu Puente Zuazo.


 

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