Benditos los que honran a sus padres, y don Juan Ignacio Luca de Tena y García de Torres honró la voluntad del suyo, de don Torcuato Luca de Tena y Alvarez-Ossorio, de la manera más indeleble: haciendo realidad un sueño que no pudo ver como realidad porque se lo impidió la muerte. Don Torcuato, el fundador de "Blanco y Negro" y de ABC, no consideraba su gran obra de creación periodística rematada porque le faltaba un sueño, una ilusión de aquel muchacho que salió de la familiar Casa de los Maldonado en la Plaza de los Carros para irse a Madrid, a otras actividades que no fuesen el aceite, el chocolate, los jabones o el agua de azahar. El sueño de Don Torcuato era que su pujante ABC, ya convertido en una institución nacional, tuviera una edición en su Sevilla. Sueño que llevó a cabo, con amor filial, Don Juan Ignacio. El 12 de octubre de 1929, el año de la Exposición Iberoamericana, se ponía en marcha en la Huerta de la Salud de tantas industrias familiares de los Luca de Tena la rotativa "Campeona" que imprimía el primer número de la edición de Sevilla de ABC.
Creyeron quizá los fundadores de ABC en Sevilla que habían puesto en marcha un periódico. A los 90 años de aquel gozo en forma de diario puedo decir que fue bastante más: fue una institución sevillana la que Don Juan Ignacio había fundado. Igual que Aníbal González Alvarez-Ossorio había proyectado y constuido la Plaza de España, los Luca de Tena habían creado una institución sevillanísima, una Plaza de España periodística. Desde 1929, no se entiende a ABC sin Sevilla ni a Sevilla sin ABC. ABC a secas, nada de "edición de Sevilla". El que pasó a ser la otra, la otra edición, fue el que desde entonces los sevillanos llamamos "ABC de Madrid". Para Sevilla no hay otro ABC que este muchacho nonagenario al que le queda tanta vida, que ha sido testigo y protagonista de la historia de la ciudad. Sevilla no tiene siete letras: tiene las tres letras de ABC.
Estas tres letras de ABC han publicado del desembarco en Normandía a la caída del muro de Berlín, del "crack" del 29 a la crisis de 2007, de la descolonización de África al hombre en la Luna, del Vaticano II a la teología de la liberación, del Ford de pedales al automóvil eléctrico, de la Sociedad de Naciones a la ONU, de la locomotora de vapor al AVE, de la minerva a las imprentas electrónicas, de la linotipia al procesador de textos, de la sulfamida a los antibióticos, de Europa como medida de la Humanidad al protagonismo de los países del Tercer Mundo.
Y Sevilla. ABC vio a la ciudad pasar de la Exposición Iberoamericana a la Expo del 92, de las freidurías a Los 100 Montaditos, de Unión Radio Sevilla a Carlos Herrera, de las cigarreras por la calle San Fernando a la Ley Antitabaco, de Segura a Amigo Vallejo, del tranvía de la Puerta Real al Metrocentro, de la Feria del Prado a la Feria en Los Remedios, de los corrales de vecinos a los adosados, de Rodríguez Buzón a Rafa Serna, de la Maestranza al Maesranza, de los tratantes de la calle Sierpes a Amazon, de Juanita Reina a Isabel Pantoja, del Campo del Patronato al Estadio Olímpico, del Puente de Tablas al Puente del Centenario, de Chicuelo a Curro Romero.
Y ABC, que pasó de la Huerta de la Salud a Cardenal Ilundain (la gran obra del impulso que le dio a ABC su inolvidable Patrón, Don Guillermo Luca de Tena y Brunet, con rotativa propia de un huecograbado que hasta entonces venía impreso desde Madrid) y de Cardenal Ilundain a La Cartuja, del plomo a la fotocomposición, de los cuartilleros al correo electrónico, de la Leika a los píxeles, del fotograbado a la imagen digital, del huecograbado a todas las páginas en color, de las linotipias a los ordenadores, de las máquinas de escribir al Word. Testigo y protagonista, no se comprende a Sevilla sin ABC. La vida pasa, pero queda en ABC, con sus páginas siempre liberalmente abiertas a todo lo nuevo y a la defensa de todos los valores tradicionales de la ciudad. Como que a veces ya no sé si Sevilla es Sevilla o lo que dice ABC que es Sevilla.
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