ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 21 de octubre de 2019
                               
 

La túnica de Joselito

Vestirse bien y con elegancia de nazareno es un arte que muy pocos sevillanos tienen. Mira que parece sencillo ir vestido de capa o de cola. Pues más difícil es. ¿Qué es lo más difícil? ¿Ir bien vestido de nazareno con una túnica de capa o con ruán y esparto, con la cola sostenida por el brazo contrario al que lleva el cirio al cuadril? Por eso siempre me fascinó la foto de José Gómez Ortega "Gallito" vestido de nazareno de su Esperanza Macarena. No he visto nazareno más elegante. No por la torería, sino por la sevillanía de su macarenidad. Seguro que cuando Joselito el Gallo iba de nazareno en aquellas últimas madrugadas de su vida, no le serviría de nada el verde antifaz del anonimato penitente. Cuando la cofradía pasaba por La Correduría y llegaba a los cuartos de los cabales de Las Siete Puertas, un flamenco diría:

-- Ese que va con la vara de plata es Joselito el Gallo.

-- ¿Por qué no sabes, Manuel?

-- Por sus andares toreros.

Joselito el Gallo, como le llamaban los que no se proclamaban gallistas, que le decían "José" a secas, fue mucho y grande en la hermandad de la Esperanza Macarena. Hasta consiliario en su junta. Cada madrugada, la Virgen lleva dos recuerdos imborrables de Gallito. Lleva prendida en su saya la pluma de oro que regalaron a Muñoz y Pabón sus admiradores, como agradecimiento y desagravio de la que se lió en Sevilla cuando el canónigo de Hinojos mandó que se organiza en la Catedral un funeral como el que se hacía por los Reyes, cuando el toro mató a José en Talavera y aquel año, vestida de negro luto, estrenó "lágrimas de verdad la Macarena". Y lleva la Esperanza las mariquillas, joya que, como un enamorado a su novia, le trajo José a la Virgen desde París. Su novia... Joselito tenía una novia imposible, cuenta la memoria de Sevilla: una niña Pablo-Romero con la que nunca pudo formalizar relaciones porque no lo querían en la familia. Yo creo que entonces José se echó de novia, de novia celestial, a una Divina Muchacha de San Gil que se llamaba Esperanza. Costeó todo lo que la hermandad necesitaba para Ella. Hasta le hizo a Rodríguez Ojeda, poco antes de que lo matara "Bailaor" en Talavera, aquella pregunta que era la culminación de la revolución estética de la elegancia y la medida que el bordador hizo en la hermandad:

--¿Cuánto cuestan seis varales de oro para la Virgen?

La otra noche, los duendes de ese gallo que lleva la pluma de oro de Muñoz y Pabón, y el tintineo como de respiración de amante de las mariquillas, y el recuerdo de los andares de José, trueno del toreo vestido de nazareno, obraron el portento. Los descendientes de su cuñado Ignacio Sánchez-Mejías entregaron a la hermandad de la Esperanza la túnica de nazareno de Joselito. A mí me parece un milagro de la Esperanza que, casi a los 100 años de la muerte de Gallito, se haya conservado ese tesoro. Que el tiempo no haya destruido ni la sotana, ni la capa de merino con el escudo con el capelo y la columna en llamas de los Basilios, ni el cíngulo, ni el fijador, ni el verde terciopelo del antifaz con el escudo de oro de San Gil bordado por el mismísimo Rodríguez Ojeda. Dicen los que recibieron el histórico legado que no habían visto un verde tan vivo, tan deslumbrante como el del antifaz de Gallito. Ah, y las zapatillas, toreras, manoletinas antes de Manolete, sin hebilla de plata, como escuchando lo que coreaban los chiquillos de los Callejones: "¡Nazareno, una hebilla menos!".

Estas son las cosas de Sevilla. Para mí, con la donación de su túnica a la hermandad, es como si Gallito volviera a salir de nazareno cien años después de su talaverana muerte de romance. Como si volviera a cambiar el capote del galleo del bú por la macarena capa de merino. Como si volviera a traerle de París el regalo de las mariquillas a aquella Novia a lo Divino que se echó cuando lo rechazaron los Pablo-Romero, aquella "gitana, pura y bendita/por tós los cuatro costaos" que vivía en la plazoleta de San Gil y se llamaba Esperanza.

 

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